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viernes, 6 de agosto de 2010

Estonia

Estonia (nombre oficial, Eesti Vabariik, República de Estonia), república situada en el noreste de Europa, limita al norte con el golfo de Finlandia, al este con Rusia, al sur con Letonia, y al oeste con el mar Báltico. Estonia, anteriormente República Socialista Soviética de Estonia, tiene 1.520 islas; las mayores, las Saaremaa (también denominadas Ösel) y las Hiiumaa, separan el golfo de Riga del mar Báltico. La superficie del país es de unos 45.227 km². Tallin, la capital y mayor ciudad del país es su principal puerto.

Estonia es una llanura deprimida con numerosos arroyos y lagos. La altitud media es de unos 50 m, y el punto más elevado de la República alcanza sólo 318 metros. Los terrenos anegadizos constituyen más del 20% del territorio del país. Los lagos y embalses cubren un 5% adicional; los dos lagos mayores, el Peipus en el borde este y el Võrts-Järv en la parte centro sur del país, suponen alrededor de cuatro quintos del total de la superficie lacustre. Influencias marinas moderan el clima, aunque hay condiciones más continentales en las regiones interiores de la república. Las precipitaciones son moderadas, con una media anual que va desde 500 hasta 700 mm. Colinas alargadas, dispuestas de norte a sur, evidencian una antigua glaciación, al igual que los bloques glaciares que se encuentran al sur y sureste. La línea de costa tiene una longitud de 3.794 km. Cerca de una cuarta parte del territorio está cubierta de bosques, principalmente de pinos, abedules, álamos temblones y abetos. La fauna está formada por alces, ciervos y jabalíes. Hay diferentes especies protegidas por la legislación a causa de su escaso número, que incluyen castores, ciervos rojos y gansos.
La polución industrial es uno de los principales problemas medioambientales de Estonia. El 99,59% (2003) de la electricidad generada en Estonia proviene de centrales térmicas que queman combustibles fósiles. Especialmente preocupantes son las centrales del país que queman aceite de pizarra y que contaminan fuertemente con dióxido de azufre el aire en el noreste. Estas centrales, unidas a las fábricas químicas, papeleras y otras industrias de Estonia, emiten elevados niveles de dióxido de azufre, dióxido de carbono y partículas en suspensión. Estas emisiones se relacionan con el empeoramiento del estado de salud de los niños y con la eutrofización en el mar Báltico. Los bosques de coníferas del norte de Estonia han sido dañados por la lluvia ácida. En muchos lugares el suelo y el agua subterránea están contaminados con productos petrolíferos, y muchos de los lagos del país están contaminados con desechos orgánicos. El golfo de Riga está seriamente contaminado con residuos industriales.
No obstante, es fuerte la conciencia medioambiental en Estonia. El gobierno estonio ha adoptado varias medidas medioambientales y ha restringido la expansión de las minas de fosforita. El 30,9% de la superficie total del país ha sido declarada protegida. El gobierno ha ratificado acuerdos medioambientales internacionales relativos a biodiversidad, cambio climático, especies en peligro de extinción, vertidos peligrosos, protección de la capa de ozono, contaminación naval y humedales.
La población de Estonia, estimada para 2008, 1.307.605 habitantes, es la menor de todas las repúblicas que integraban la antigua Unión Soviética (URSS). La densidad de población es de 30 hab/km². La esperanza de vida en 2008 era de 67,2 años para los hombres y de 78,3 años para las mujeres. Alrededor del 62% de la población son estonios, que étnica y lingüísticamente están emparentados con los fineses, pues hablan un idioma ugrofinés no indoeuropeo. Los rusos forman la mayor de las minorías con un 30% del total de la población. Otras minorías están representadas por ucranianos, bielorrusos, fineses, judíos y letones. Antes de la anexión soviética en 1940, los rusos constituían únicamente el 8,5% del total de la población. Llegaron de forma masiva a Estonia durante la industrialización estalinista, que estuvo acompañada de reasentamientos a gran escala, después de la II Guerra Mundial. La presencia rusa en Estonia se encuentra concentrada en su mayoría en el sector industrial. El luteranismo es la religión tradicional. También se practican otras formas de religión cristiana.

En 1992 se aprobaron leyes para restringir la ciudadanía estonia. De acuerdo con estas leyes, basadas en una de 1939, todos los residentes que vivieran en Estonia antes de 1940 así como sus descendientes, tienen asegurada la ciudadanía, sin tener en cuenta su etnia. Otros habitantes deben haber residido en el país durante dos años y aprobar un examen de conocimiento de estonio, aunque para los ancianos y los discapacitados se pueden dejar de lado las restricciones idiomáticas. Antiguos miembros del aparato de seguridad soviético ven rechazada su pretensión de acceder a la ciudadanía y por tanto no pueden votar en las elecciones parlamentarias. Después de la aprobación de estas leyes, el gobierno ruso se quejó de abusos contra los derechos humanos de los rusos en Estonia, pero una misión financiada por la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (la actual Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) rechazó los cargos de discriminación después de visitar la república en 1993.


Estonia cuenta con un nivel de urbanización elevado. Alrededor del 70% de la población vive en zonas urbanas: cerca de un tercio de la misma vive en Tallin, cuya población era en 2003 de 391.000 habitantes. Otras importantes ciudades son Tartu (151.010 habitantes), Kohtla-Järve (46.765 habitantes) y Pärnu (100.100). Los rusos residen en las áreas urbanas, especialmente del este. Narva, una ciudad con unos 67.752 habitantes situada en el extremo noreste del país, está habitada casi exclusivamente por rusos. Las relaciones entre Estonia y Rusia continúan siendo tensas en lo concerniente a los espacios despoblados de la frontera este.
En 2006 el producto interior bruto (PIB) era de 16.410 millones de dólares, equivalente a 12.225,10 dólares per cápita (estimación del Banco Mundial). La industria es el sector principal de la economía estonia. Representa la mitad del total de la producción nacional y un tercio del empleo. La ingeniería y la metalurgia son las principales industrias, seguidas en importancia por la minería de esquistos bituminosos. Las industrias de procesado de esquistos producen gas y productos químicos artificiales. Otras manufacturas son cemento, textiles (algodón, lino y lana), componentes para automóviles y productos de cuero. La silvicultura produce material para papel, madera, contrachapados de madera e industrias del mueble.
La producción industrial depende en gran medida de un pequeño número de grandes empresas, la mayoría de las cuales se encuentran situadas en el norte. Una quinta parte de todas las fábricas representa dos tercios de la producción industrial total. La ruptura de relaciones comerciales con las antiguas repúblicas soviéticas ha dado lugar a una caída del 30% de la producción industrial en 1992. Se han extendido en gran manera el contrabando y la reventa a menores precios de materias primas procedentes de Rusia. La agricultura y silvicultura juntas representan el 3,2% del total del producto interior bruto (PIB) y una octava parte del empleo total. Las actividades agrarias se centran en la cría de ganado y la elaboración de productos lácteos. Los principales cultivos son avena, patatas (papas) y lino.
A principios de la década de 1990 Rusia puso a prueba la independencia económica estonia con los precios que solicitó por la energía. Estonia depende de Rusia para completar cerca de la mitad de sus necesidades energéticas, una proporción menor que la de los otros estados bálticos, Lituania y Letonia. No obstante, la economía del país sufrió mucho a causa de la demanda rusa de que los cargamentos de crudo fueran pagados a precios mundiales, lo que provocó el cierre de algunas grandes fábricas. A su vez, Estonia siguió el ejemplo ruso y en 1992 obligó a pagar la electricidad a Letonia y Lituania en divisas.
Estonia fue la primera de las antiguas repúblicas soviéticas en emitir su propia moneda, el kroon (corona), que comenzó a circular en 1992, el cual está respaldado por el oro, incluyendo reservas que han guardado para Estonia durante más de cinco décadas Gran Bretaña, Suecia y Francia, cuando la república formaba parte de la URSS. En 2006, el cambio por un dólar era de 12,50 kroon.
Hay propuestas para la construcción de un gaseoducto desde Noruega hasta Estonia, que cruzaría Suecia y Finlandia. Desde la independencia, se ha producido un gran auge en su comercio con Europa Occidental. En 1991, más del 90% de su comercio se llevaba a cabo con la Unión Soviética y con los países socialistas. Tres años después, más del 60% de su comercio tenía lugar con países de la Unión Europea.
La actual República de Estonia es sucesora legal de la república independiente del mismo nombre que existió desde 1918 hasta 1940. Una nueva Constitución, aprobada por referéndum en 1992, establece la existencia de un cuerpo legislativo nacional unicameral, el Riigikogu. Sus 101 miembros son elegidos por votación popular directa para periodos de cuatro años, siempre que los partidos presentados reciban más del 5% del total de votos emitidos. El jefe del Estado, el presidente, cuenta con una autoridad ejecutiva limitada. El país no es miembro de la Confederación de Estados Independientes (CEI), que engloba a la mayoría de las antiguas repúblicas soviéticas.
Las tribus estonias, llamadas eesti, se organizaban en pequeños estados débilmente federados, y Tácito los mencionó por primera vez en el siglo I d.C. El rey Waldemar II de Dinamarca invadió el norte de Estonia, construyó el castillo de Tallin-Reval en 1219, y estableció la sede episcopal de Reval. Tras un levantamiento en 1343-1345, el rey danés vendió sus territorios en el norte de Estonia a la Orden Teutónica, o los Caballeros Portaespada, que ya tenían el control de la región del sur (Lituania). La Orden y la Liga Hanseática, establecieron centros comerciales a lo largo de la costa y dominaron el país hasta 1561, cuando la Orden fue disuelta. Tallin y la nobleza del norte de Estonia quedaron bajo la hegemonía de la Corona sueca, y Polonia retuvo temporalmente la parte sur de Estonia, incluyendo Tartu. Hacia 1645 toda Estonia se encontraba en manos suecas. En las décadas de 1670 y 1680, Suecia introdujo reformas que mejoraron las condiciones de vida del conjunto de la población pero que provocaron el resentimiento de la nobleza.
Suecia gobernó Estonia hasta 1721, cuando fue cedida a Rusia por el Tratado de Nystad, y el zar ruso Pedro I el Grande, entonces emperador (1721), restauró los anteriores privilegios de la nobleza. Entre 1816 y 1819 el zar ruso Alejandro I abolió la servidumbre en Estonia; en la segunda mitad del siglo XIX se les dio a los campesinos el derecho a comprar tierras, y se suprimió el sistema de vasallaje. Al mismo tiempo aumentaba la conciencia nacional en el país. Surgieron cooperativas y movimientos educativos después de la revolución que tuvo lugar en Rusia en 1905 tras la Guerra Ruso-japonesa, y la prensa y literatura moderna desarrollaron aún más el sentimiento nacional. La Revolución Rusa trajo el autogobierno a los estonios, y el 24 de febrero de 1918, fue proclamada república independiente. Tras una guerra contra los bolcheviques, se firmó un Tratado de paz en Tartu entre la URSS y Estonia el 2 de febrero de 1920, por el que se garantizaba la soberanía de Estonia. Más tarde la nueva república fue reconocida oficialmente por Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, y otros países. Estonia se convirtió en miembro de la Sociedad de Naciones. En junio de 1940, según el Pacto Germano-soviético Molótov-Ribbentrop, tropas soviéticas ocuparon su territorio y el de las repúblicas bálticas de Letonia y Lituania. Entonces se organizaron elecciones, en las que sólo se admitieron candidatos pro soviéticos. El 6 de agosto de 1940, Estonia se convirtió en república de la URSS. Cuando Alemania atacó a la URSS en junio de 1941, Estonia fue ocupada por tropas alemanas. En septiembre de 1944, más de 60.000 estonios escaparon a Suecia y Alemania cuando los alemanes se retiraban del país y el ejército soviético avanzaba.
Durante los siguientes 45 años, muchos países reconocieron, al menos de hecho, la ocupación soviética de Estonia, pero otros, como Estados Unidos, nunca aceptaron completamente la incorporación de Estonia a la URSS. Junto a Lituania y Letonia, Estonia fue una de las primeras repúblicas soviéticas en avanzar hacia la independencia a finales de la década de 1980, desafiando al gobierno central. Tras la caída del régimen comunista en la URSS en 1991, el gobierno soviético reconoció formalmente la independencia de las repúblicas bálticas el 6 de septiembre de ese año, y a finales de ese mes las tres fueron admitidas en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La frontera oriental con Rusia permanece como tema de disputa entre ambos países tras la independencia de Estonia. El gobierno soviético transfirió cerca del 5% del territorio de Estonia a la República Socialista Soviética Rusa en 1945, y las autoridades estonias pretenden su devolución. El gobierno de Estonia ha expedido pasaportes a aquellos que hablan estonio en algunas de las áreas disputadas, lo cual ha llevado a las autoridades rusas a acusar a Estonia de intentar anexionarse territorio ruso.
El gobierno de Estonia ha intentado reforzar los lazos con otras repúblicas bálticas y con los países occidentales. En septiembre de 1993 firmó un acuerdo de libre comercio con Lituania y Letonia que retiraba aranceles en las importaciones y normalizaba la normativa sobre aduanas y visados. En febrero de 1994, Estonia firmó el acuerdo de la Asociación por la Paz, un pacto de cooperación militar limitada con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Las tropas rusas se retiraron en agosto de 1994. A cambio, Estonia permitió que el personal soviético retirado que vivía en Estonia solicitara la residencia.
Por lo que se refiere a la evolución política interna, cabe destacar que las primeras elecciones parlamentarias desde el restablecimiento de la independencia tuvieron lugar en septiembre de 1992. En ellas, la coalición de centro-derecha Patria, dirigida por Mart Laar, obtuvo la mayoría. Por otra parte, Lennart Meri fue nombrado jefe de Estado. Las segundas elecciones generales tuvieron lugar en marzo de 1995, dando como resultado la unión del Partido de la Coalición, la Unión del Pueblo Rural y el Partido del Centro. Tiit Vähi, primer ministro desde 1992, fue reelegido en su cargo, y Edgar Savisaar, dirigente del Partido del Centro, que había encabezado el gobierno de Estonia bajo la Unión Soviética, se convirtió en ministro del Interior. Las líneas maestras de este gobierno se centraron en la descentralización administrativa y en la ayuda a la agricultura y a otros sectores sociales perjudicados por la liberalización económica previa. Asimismo, en abril de 1995 Estonia firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea (UE), por lo que tuvo que adecuar su economía y su legislación a los requisitos exigidos por la UE.
En octubre de 1995, Savisaar fue obligado a dimitir debido a las acusaciones de escuchas ilegales. Se formó un nuevo gobierno, presidido también por Vähi, en el que los representantes del Partido del Centro cedían su puesto a los del derechista Partido Reformista, por lo que se volvió a fijar una política económica de carácter neoliberal, similar a la del periodo 1992-1994. La conflictividad con la población rusófona y con el gobierno ruso respecto a este tema y a la delimitación de fronteras entre ambos países siguieron siendo, junto con el déficit comercial, los principales problemas a los que tuvo que hacer frente este gabinete.
El 20 de septiembre de 1996 se celebraron elecciones presidenciales y Lennart Meri resultó reelegido para un segundo mandato de cinco años. Las reformas económicas puestas en marcha tras la independencia del país continuaron, debido a los buenos resultados obtenidos en los años precedentes: la tasa de inflación, que era del 1.000% en 1992, descendió hasta situarse en el 20%; el sector privado vivió un periodo de expansión, y las inversiones extranjeras en el país se incrementaron. Así, el conjunto de la economía estonia, que había sufrido una severa crisis durante la etapa inicial de las reformas, comenzó a recuperarse a mediados de la década de 1990, toda vez que las empresas públicas cerraron o fueron privatizadas.
En enero de 1997 los tres estados bálticos firmaron un tratado de libre comercio, y en febrero de ese año el primer ministro Vähi presentó su dimisión tras numerosas acusaciones de corrupción. Fue sustituido por Mart Siimann, que tomó posesión en el mes de marzo con el respaldo del mismo gobierno minoritario que su antecesor. En las elecciones legislativas celebradas el 7 de marzo de 1999, el Partido del Centro fue el más votado, pero sus 28 escaños no le permitieron formar gobierno, por lo que se constituyó un gabinete de coalición integrado por Patria, el Partido Reformista, y Moderados, a cuyo frente estaba Mart Laar como primer ministro. El 8 de octubre de 2001, finalizado el mandato presidencial de Lennart Meri, éste fue sucedido en la jefatura del Estado por Arnold Rüütel, quien fue designado por un colegio electoral tras no lograr el Riigikogu la investidura de ninguno de los candidatos.
Una de las primeras iniciativas de Rüütel fue derogar la legislación que privilegiaba a los estonios nativos. En diciembre de 2001, Laar hizo pública su intención de dimitir como consecuencia de las disensiones surgidas en el seno de su gabinete. Laar abandonó el cargo de forma efectiva en enero de 2002 y una coalición de los partidos de Centro y Reformista llegó a un acuerdo para formar un nuevo ejecutivo con Siim Kallas, ex ministro de Economía, al frente. Las primeras manifestaciones del nuevo primer ministro dejaron claro su deseo de continuar la política reformista del anterior gobierno, con el claro objetivo de materializar el ingreso del país en la UE. En noviembre y diciembre de 2002, Estonia fue formalmente invitada a unirse a la OTAN y a la UE. En las elecciones generales de marzo de 2003, el Partido Reformista de Kallas sólo fue la tercera formación más votada (logró 19 diputados), por detrás del Partido de Centro y de la Unión por la República (28 escaños cada una). Ante estos ajustados resultados, Rüütel designó primer ministro a Juhan Parts, líder de Unión por la República.
El 16 de abril de 2003, Estonia dio el último paso previo a su incorporación a la UE, al firmar en Atenas, junto a otros nueve países, el Tratado de Adhesión a dicha entidad. En un referéndum celebrado el 14 de septiembre siguiente, más del 65% de los votantes estonios se manifestó favorable a tal hecho. Finalmente, en 2004, Estonia ingresó tanto en la OTAN (29 de marzo) como en la UE (1 de mayo).
El 21 de marzo de 2005, Parts presentó su dimisión; la salida de Unión por la República del ejecutivo de coalición implicó la caída del mismo. Tal hecho se produjo después de que su ministro de Justicia, Ken Marti Vaher, se viera sometido a una moción de censura, apoyada por parte de sus socios de gobierno, por su excesivo celo en la lucha contra la corrupción. Días después, Rüütel encomendó la formación de gabinete a Andrus Ansip.
En septiembre de 2006, Toomas Hendrik Ilves fue elegido presidente del país. En las elecciones legislativas del 4 de marzo de 2007, los partidos más votados fueron dos de los integrantes de la coalición gubernamental: el Partido Reformista (al que pertenecía Ansip), que obtuvo 31 de los 101 escaños del Riigikogu, y el Partido de Centro (29 diputados). El mes siguiente, se constituyó un nuevo gobierno en el que Ansip continuaría ejerciendo el cargo de primer ministro.