Bélgica (nombre oficial en flamenco, Koninkrijk België; en francés, Royaume de Belgique, Reino de Bélgica), monarquía constitucional al noroeste de Europa; limita al norte con los Países Bajos y el mar del Norte, al este con Alemania y Luxemburgo, y al sur y suroeste con Francia. Junto a los Países Bajos y Luxemburgo, Bélgica forma el Benelux. Su máxima longitud es de 282 km, en dirección sureste-noroeste, su anchura es de 145 km, y tiene una figura triangular. Su superficie es de 30.528 km². Bruselas, su capital y la ciudad más importante, se localiza en el centro del país.
Los ríos principales son el Escalda (Scheldt) y el Mosa. Ambos nacen en Francia y son navegables en su mayor parte a su paso por Bélgica. A lo largo del Escalda, el principal río de Bélgica, están los puertos de Amberes, Bruselas y Gante. Los principales afluentes del Escalda son los ríos Lys, Dender, Senne (Zenne) y Rupel. Los ríos Sambre y Ourthe son los principales afluentes del Mosa.
El clima cerca del mar es húmedo y templado. Hacia el interior, lejos de la influencia marina, se da una amplia gama de temperaturas. En la región de las Ardenas alternan veranos cálidos con inviernos fríos. Las lluvias fuertes se limitan prácticamente a las tierras altas. La humedad y la llovizna son habituales, siendo abril y noviembre los meses más lluviosos. La temperatura media anual en Bruselas es de 10 °C; la media de enero es de 2,2 °C y la media de julio es de 17,8 °C. La precipitación media anual del país es de 699 mm y la temperatura es de 8,3 °C de media.
En Bélgica se encuentran pequeños mamíferos como zorros, tejones, ardillas, comadrejas, martas y erizos. El ciervo y el jabalí se encuentran en las Ardenas. El número de plantas es elevado entre las que destacan el jacinto, la fresa, la vara de San José, la vincapervinca, la dedalera, el aro salvaje y los lirios del valle. Los bosques más importantes son de robles, hayas, olmos y también se pueden encontrar pinares plantados como parte de programas de reforestación.
La población es de 10.403.951 habitantes (según estimaciones para 2008). La densidad es de 344 hab/km², una de las más altas de Europa. Las mayores concentraciones están en las zonas industriales de Bruselas, Amberes, Lieja y Gante, así como en la región industrial entre Mons y Charleroi. En décadas recientes, la región de Limburgo ha incrementado su población debido a su expansión industrial. Cerca del 10% de los belgas viven en Bruselas. La población urbana se acerca al 97 por ciento.
Alrededor del 90% de la población belga es católica, pero este porcentaje y la asistencia al culto está en declive. La libertad religiosa está garantizada y una parte del salario de los eclesiásticos de cualquier religión la aporta el gobierno. Otras confesiones son el protestantismo y el judaísmo.
En 1963 se aprobó una ley estableciendo tres lenguas oficiales: el flamenco, reconocido como lengua oficial en el norte; el francés, en el sur, y el alemán, en la zona oriental. En la ciudad y en los alrededores de Bruselas, el francés y el flamenco son reconocidos oficialmente, aunque los que hablan francés son el grupo más numeroso. En 1971 se aprobó un cambio constitucional por el que se reconocían estas tres comunidades lingüísticas, favoreciendo su autonomía cultural y revisando también la posición bilingüe y administrativa de Bruselas, un enclave en el área de habla flamenca. La ejecución de un programa en tres fases que buscaba incrementar la autonomía fiscal de las tres regiones etnolingüísticas empezó a finales de la década de 1980 y concluyó en 1995 con la formación de un sistema federal de gobierno.
Alrededor del 2% de los trabajadores se dedican a actividades agrícolas, que producen un 80% de las necesidades alimenticias belgas. Un 65% de las granjas se cultivan de forma intensiva en explotaciones de unas 10 hectáreas. El 29% del suelo se usa para actividades de cultivo. En 2006 los principales cultivos fueron: remolacha o betabel (6 millones de t), patatas o papas (2,59 millones de t), trigo (1,58 millones t), cebada (367.348 t), fruta (595.450 t), tomates, y lino. El ganado y los derivados lácteos son las principales industrias agropecuarias; Bélgica produce un 95% de su consumo de carne y es autosuficiente en mantequilla, huevos y leche. En 2006 la cabaña ganadera se componía de 6,3 millones de cerdos, 2,7 millones de vacas, 153.976 ovejas y 34.799 caballos.
Los bosques cubren un 22% de la superficie del país y las zonas de bosque se utilizan principalmente para actividades recreativas. En los últimos años, se ha desarrollado una repoblación con coníferas y las actividades silvícolas se han incrementado; sin embargo, la madera se importa aún para la industria del papel.
El principal y mayor puerto pesquero es Ostende. La flota pesquera captura en los bancos del norte del océano Atlántico, desde el mar del Norte hasta Islandia. Las capturas anuales en 2005 ascendían a 25.767 toneladas, principalmente de arenque, lenguado, bacalao, camarón, sardineta y platija.
La unidad monetaria es el euro (el 2 de enero de 2002, un euro se cambió a 0.9038 dólares estadounidenses). Desde el 1 de enero de 1999, el euro se vinculó al valor del franco belga, con un cambio fijo de 40,3399 francos belgas por euro. A la cabeza del sistema bancario está el Banco Nacional de Bélgica, establecido en 1850, que emite los billetes nacionales.
Los servicios sanitarios y hospitalarios son responsabilidad de las comisiones de asistencia pública localizadas en cada ciudad. Estas comisiones pagan la atención de pacientes en los hospitales privados, administran los hospitales públicos y organizan los servicios de enfermería y clínicos.
La Seguridad Social, basada en una ley aprobada en 1944, se aplica a todos los trabajadores sujetos a contratos de empleo. La Oficina Nacional Central de la Seguridad Social recoge de los empresarios y empleados todas las contribuciones para subsidios familiares, seguros sanitarios, jubilación, vacaciones y seguro de desempleo, y distribuye los fondos a las respectivas secciones administrativas. Este extenso sistema de bienestar ha dado como resultado grandes mejoras en la salud pública y ha traído estabilidad económica a la población, pero también ha incrementado el déficit público.
Por el matrimonio en 1477 de María de Borgoña, hija de Carlos el Temerario, con el príncipe alemán Maximiliano (después Maximiliano I, emperador alemán), todos los ricos dominios de Borgoña, excepto el ducado mismo, pasaron al control de la familia Habsburgo. El hijo mayor de Maximiliano, Carlos, heredó los Países Bajos (donde se ubicaba la actual Bélgica) en 1506. Carlos I ascendió al trono de España en 1516 y después fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V. En 1549 decretó que los Países Bajos se unieran formalmente a sus dominios españoles.
Cuando Felipe II de España, el sucesor de Carlos, intentó suprimir el protestantismo y establecer un mayor control comercial, provocó una rebelión en los Países Bajos que empezó en 1566. Este levantamiento fue en parte de carácter religioso y económico, y en parte un intento por preservar las tradiciones de gobierno autónomo. Los ejércitos españoles fueron derrotados en un principio, pero la contienda continuó entre los católicos del sur y los protestantes del norte. En 1581 las siete provincias del norte (Güeldres, Frisia, Holanda, Groninga, Overijssel, Utrecht y Zelanda) declararon su independencia con el nombre de Provincias Unidas de los Países Bajos, mientras las provincias del sur (Bélgica) permanecieron leales a España.
Felipe II intentó la reconquista del norte sin éxito. En 1609, incapaces ambos contendientes de una victoria decisiva, Felipe III firmó una tregua de 12 años con los rebeldes. Al punto de concluir, se declaró la guerra de los Treinta Años (1618-1648) y los Países Bajos españoles fueron de nuevo campo de batalla. En 1635 las fuerzas de Holanda y Francia se unieron para dividir los Países Bajos españoles, pero todavía no pudieron desalojar los tercios del rey español Felipe IV. Una sucesiva serie de victorias franco-holandesas forzaron finalmente al monarca español a aceptar una paz separada con Holanda en 1648. El sur (los actuales Bélgica y Luxemburgo) se mantuvo bajo el dominio español. Por el Tratado de Münster, Holanda ganó algunos territorios en la frontera sur, concretamente Maastricht (Mastrique), y España acordó cerrar la navegación del río Escalda, que discurre por territorio de Holanda, lo que dejó a Amberes sin acceso al mar. La gran ciudad portuaria, un centro del comercio, entró con ello en un periodo de declive.
Francia, con una coalición de potencias europeas, continuó la guerra contra España. A lo largo de su reinado, el rey de Francia, Luis XIV, no quiso abandonar sus demandas sobre los Países Bajos holandeses. Por el Tratado de los Pirineos en 1659, Francia incorporó varias áreas fronterizas y posteriormente ocupó varias ciudades. Los Países Bajos españoles se convirtieron en pieza importante del siguiente gran conflicto europeo, la guerra de Sucesión Española. La Paz de Utrecht (1713-1715) dio a Francia parte de Flandes, incluyendo Dunkerque y Lille. La mayor parte del territorio, sin embargo, se convirtió en los Países Bajos austriacos, con la estipulación de que sus fortalezas en la frontera francesa serían guarnecidas por holandeses.
Durante la guerra de Sucesión Austriaca en 1744, el país fue ocupado por los franceses, pero volvió a Austria por el Tratado de Aquisgrán en 1748. Exceptuando esta invasión, el periodo de dominio austriaco en Bélgica fue en principio pacífico. Esta tranquilidad se interrumpió en 1781, cuando el emperador austriaco José II decidió arrasar las fortalezas fronterizas y reabrir el estuario del Escalda. Los holandeses montaron un bloqueo efectivo y cerraron el río al comercio. Entonces, en 1787, como parte del esfuerzo para centralizar la administración de los dominios más lejanos de los Habsburgo, José abolió la autonomía provincial en los Países Bajos austriacos. La pérdida del control local llevó a un levantamiento general que coincidió con el estallido de la Revolución Francesa. La mayoría de las fortalezas austriacas se vieron forzadas a capitular y el 11 de enero de 1790 se proclamó la República de Bélgica. Las disputas entre las facciones sociales y religiosas sacudieron al nuevo Estado hasta sus raíces. En el mismo año de la muerte de José (1790), su sucesor Leopoldo II restableció el control. Gobernador conciliador e ilustrado, revocó los decretos de su predecesor, pero el nuevo régimen obtuvo poco apoyo popular. Después de que Leopoldo fuera sucedido por Francisco II en 1792, Austria entró en guerra con el gobierno revolucionario de Francia. Bélgica fue ocupada dos veces por el ejército francés y el país fue cedido formalmente a Francia por el Tratado de Campo Formio en 1797.
El régimen instalado por los franceses fue por lo general impopular, pero Bélgica se benefició del dominio francés. Expandió su superficie después que Francia conquistara la próspera ciudad de Lieja y la anexionara al territorio de Bélgica; lo que supuso un beneficio económico al abrir los franceses el río Escalda a la navegación, logrando un resurgimiento de Amberes como centro comercial y abriendo nuevos mercados para la industria local.
En 1814 el país fue ocupado por los ejércitos de las naciones alineadas contra Napoleón Bonaparte. Al año siguiente se libró en suelo belga la batalla de Waterloo, la última gran batalla de las Guerras Napoleónicas.
Los acuerdos de paz que se adoptaron en el Congreso de Viena en 1815 unieron de nuevo Bélgica y Holanda, en el Reino de los Países Bajos, siendo nombrado rey el holandés Guillermo I. Los católicos belgas, sin embargo, no querían un soberano protestante, y demandaban una mayor autonomía política y cultural. El estallido revolucionario en julio de 1830 en Francia incitó un levantamiento belga en agosto. Expulsadas las tropas holandesas de Bruselas, el 4 de octubre una coalición de católicos y liberales proclamó la independencia de Bélgica. En la Conferencia de Londres (1831), las grandes potencias Austria, Francia, Gran Bretaña, Prusia y Rusia aceptaron la independencia de Bélgica, a pesar del rechazo de Holanda.
Los belgas redactaron una Constitución que estipulaba un poder legislativo bicameral elegido por propietarios varones y con un rey cuyos actos ejecutivos tenían que ser refrendados por un ministro responsable. Eligieron monarca a Leopoldo I, de Sajonia-Coburgo-Gotha. Fue modelo de monarca constitucional, cuya destreza política hizo posible que ejerciera un considerable poder dentro de sus fronteras y se convirtiera en una figura influyente entre los gobernantes europeos. Los holandeses reconocieron la independencia de Bélgica en 1839 y se firmó un tratado de paz entre ambos. En el acuerdo, la mitad de Luxemburgo pasó a ser provincia belga, mientras a los holandeses se les confirió el control nominal del resto del Gran Ducado, como también Limburgo, al este del río Mosa. En su disposición más importante, las potencias europeas confirmaron a Bélgica como 'Estado independiente y perpetuamente neutral'.
A pesar de la extraña alianza interna entre católicos y liberales anticlericales, sobrevivió el constitucionalismo belga. El declive económico tras la separación de los mercados de Holanda fue contrarrestado por el primer programa de una nación europea en la construcción del ferrocarril, que conectó todas las grandes ciudades belgas en 1840. Bélgica llegó a ser política y económicamente viable en 1865, cuando murió Leopoldo I y fue sucedido por su hijo.
Bajo el reinado de Leopoldo II, Bélgica se enfrentó a numerosos problemas interiores. Los liberales y católicos lucharon por el control de la educación, y finalmente acordaron que los gobernantes locales decidieran si se subvencionaban o no las escuelas parroquiales. La industrialización durante la década de 1880 y el aumento de la población, que provocó la más alta de Europa, habían producido unas condiciones inhumanas de vida en las ciudades. Como la mano de obra del sector primario disminuyó y el número de personas ligadas a la industria se triplicó, los distintos gobiernos establecieron una legislación para mejorar las condiciones de las viviendas y del trabajo. Los trabajadores, que todavía no tenían reconocido el derecho al voto, empezaron a organizarse con el fin de obtener los mismos derechos. La huelga general de 1893 forzó al Parlamento a instituir el sufragio universal entre los hombres adultos, modificado para quedar limitado a graduados universitarios, mayores de 50 años y propietarios.
Otro problema interior fue la carencia de un idioma común. Los habitantes del país se dividían entre flamencos de habla holandesa (en Amberes, Flandes Oriental y Occidental y Limburgo), y valones de habla francesa, en el resto de las provincias. La provincia de Brabante, donde se ubicaba Bruselas, albergaba ciudadanos que hablaban ambas lenguas. Los flamencos excedían en número a los valones, pero el francés era el idioma de las clases dirigentes, que controlaban la mayoría de las instituciones políticas y la riqueza del país. La expansión del sufragio empezó a compensar este desequilibrio, forzando al ejecutivo a acordar un trato igualitario para ambas lenguas en los asuntos oficiales.
A comienzos de su reinado, Leopoldo II financió personalmente una expedición al río Congo, y en la Conferencia de Berlín de 1885 se le reconoció como soberano del Estado Libre del Congo, concebido como propiedad personal del monarca, cuya administración quedó en manos de una empresa. Después de 1900, sin embargo, los informes de malos tratos a los nativos africanos violentaron a la opinión pública belga y se tuvo que legislar en 1908 la transferencia del control total de esta empresa al Estado.
Como el estallido de la guerra parecía inminente en Europa, el carácter neutral de Bélgica causó una controversia interior sobre el presupuesto militar. Los defensores de su incremento se oponían a los que creían que la neutralidad de la nación hacía innecesario más armamento. Desde 1909, cuando Alberto subió al trono, hasta que finalizó su reinado en 1934, hubo intentos para fortalecer el ejército nacional. Su gobierno, liderado por católicos, utilizó una victoria electoral en 1912 para incrementar las cuotas de poder sobre la oposición de liberales y socialistas.
El 4 de agosto de 1914, una semana después de comenzada la contienda, las tropas alemanas cruzaron la frontera de Bélgica, ignorando su estatuto de neutralidad. El Gobierno se resistió a la invasión y solicitó ayuda a Francia, Gran Bretaña y Rusia. El ejército belga realizó una heroica defensa contra las fuerzas alemanas; durante cuatro años sus tropas resistieron en una franja de territorio entre el río Yser y la frontera francesa. Los alemanes, mientras tanto, llevaron a cabo una dura ocupación de Bélgica, confiscando propiedades y deportando civiles. Aunque intentaron capitalizar la cuestión de la lengua al establecer administraciones separadas para flamencos y valones, sólo una pequeña parte de flamencos colaboró con los alemanes. Un millón de belgas huyeron del país. Durante la guerra murieron más de 80.000 soldados y civiles belgas.
La gran ofensiva aliada, que empezó el 28 de septiembre de 1918, liberó por completo la costa de Bélgica y llevó a los alemanes a acordar un armisticio y a retirarse según las propuestas de los aliados. Por el Tratado de Versalles, Alemania cedió Eupen, Malmédy y Moresnet a Bélgica, incorporando al reino 989,3 km2 y 64.500 habitantes.
Bélgica se enfrentó a la tarea de reconstruir las zonas devastadas. Aunque el daño fue enorme, el país logró una recuperación notable. La introducción del voto para los hombres no cualificados después de la guerra incrementó el número de votantes socialistas, que ahora suplantaron a los liberales en el papel de rivales políticos de los católicos. Mientras tanto, abandonó la neutralidad y en 1920 firmó una alianza militar con Francia. En 1925 firmó los acuerdos de Locarno, en los que Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia confirmaron la inviolabilidad territorial de Bélgica.
En 1936, después de que Francia consintiera la remilitarización alemana en la zona del Rin, Bélgica de nuevo volvió a la neutralidad en la creencia de que Gran Bretaña y Francia intervendrían en su defensa contra la agresión extranjera. A pesar de ello, fue atacada por segunda vez por Alemania el 10 de mayo de 1940. Sin previo aviso, los aeródromos de Bélgica, las estaciones de ferrocarril y los centros de comunicaciones fueron bombardeados por la aviación alemana y unidades armadas alemanas cruzaron la frontera. El ejército y las tropas francesas y británicas que vinieron en ayuda de Bélgica fueron arrollados por la superioridad de las fuerzas invasoras. El 26 de mayo los aliados fueron empujados hasta un estrecho cerco alrededor de Dunkerque (Francia), cerca de la frontera con Bélgica. El rey Leopoldo III se rindió incondicionalmente junto al resto de sus fuerzas el 28 de mayo y fue hecho prisionero. El gabinete belga, que había huido a París, rehusó reconocer la derrota y declaró la rendición del rey 'ilegal e inconstitucional'. El 30 de mayo los ministros acordaron despojar a Leopoldo III de todos los poderes y derechos a gobernar, una decisión apoyada por el Parlamento belga. Tras la caída de Francia, el gobierno belga en el exilio se trasladó a Londres. El 8 de septiembre de 1944 regresó a Bélgica, tras el abandono de los alemanes. Transcurrido un mes, el Parlamento eligió al hermano de Leopoldo, el príncipe Carlos, como regente.
Aunque estaba en mejor situación económica terminada la II Guerra Mundial que después de la Primera, políticamente estaba desorganizada a causa del enfrentamiento entre el Partido Social Cristiano (católicos) y la coalición de liberales, socialistas y comunistas. Intensificando la disputa política estaba la cuestión relativa al rey Leopoldo, que se había quedado en Austria esperando la determinación sobre su futuro. A pesar de la presión de los católicos (ahora fortalecidos por la concesión de privilegios políticos a las mujeres), que permitió el regreso del rey, el Parlamento belga en el verano de 1945 prolongó indefinidamente la regencia del príncipe Carlos, quedando Leopoldo fuera del poder a causa de su supuesta derrota en 1940. Mientras continuaba la lucha por el control político, Bélgica volvió a recuperar su anterior posición en el concierto de las grandes naciones mercantiles del mundo.
Como socio fundador el 26 de junio de 1945 de las Naciones Unidas (ONU), Bélgica dio un apoyo sólido a otros Estados occidentales durante la Guerra fría frente a la influencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en Europa del Este colaborando en la recuperación económica de Europa occidental. En abril de 1949 Bélgica ingresó en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El 12 de marzo de 1950, después de más de un año de sucesivas crisis de gobierno, se suscitó la polémica sobre el rey. El electorado belga acudió a las urnas en un plebiscito consultivo sobre el retorno del rey Leopoldo. La respuesta de un 57,6% de los votantes fue afirmativa. El 20 de julio, el Parlamento belga ratificó el sentir popular. Durante las siguientes semanas las huelgas, manifestaciones y alborotos organizados por sectores contrarios a Leopoldo se sucedieron en muchas áreas urbanas, aumentando la posibilidad de una guerra civil. El 1 de agosto, después de consultar con el gobierno y los líderes políticos, Leopoldo acordó ceder sus privilegios reales a su hijo, el príncipe heredero Balduino, y abdicar al año siguiente, cuando su hijo alcanzara la mayoría de edad. Así, Leopoldo abdicó el 16 de julio de 1951 y Balduino fue proclamado rey al día siguiente.
La década de 1950 estuvo marcada por el esfuerzo concentrado de los líderes europeos para efectuar una unión política y económica de los Estados de Europa occidental. Con un papel activo en este movimiento, Bélgica, junto con Francia, la República Federal de Alemania, Luxemburgo, Italia y los Países Bajos, se convirtió en miembro constituyente de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en 1952. Cuando Francia rechazó ratificar el tratado estableciendo la Comunidad Europea de Defensa en 1954, el ministro de Asuntos Exteriores belga Paul Henri Spaak inició el segundo 'lanzamiento de Europa'. Su esfuerzo fue contribuir a la fundación, en 1957, de la Comunidad Económica Europea (CEE). Bruselas se convirtió en la sede de la comisión de gobierno y de la mayoría de su burocracia, reflejando el papel clave que Spaak había desempeñado en la formación del nuevo orden europeo. Aquel mismo año el país se convirtió en miembro de la Comunidad Europea de Energía Atómica (EURATOM). Bélgica se ha beneficiado mucho por su condición de miembro y es pieza clave en estas organizaciones supranacionales.
En 1960, las revueltas en el Congo Belga forzaron a Bélgica a retirarse. El 30 de junio de 1960, el rey Balduino proclamó la independencia de la colonia (llamada en la actualidad República Democrática del Congo). En 1962, los administradores belgas de la ONU a cargo del territorio de Ruanda-Urundi llevaron a cabo la independencia de Ruanda y Burundi.
Dentro de Bélgica, la permanente rivalidad entre flamencos y valones acabó con frecuencia en alborotos durante la década de 1960. Una disposición gubernamental efectuada en septiembre de 1963 cambió los límites de la lengua oficial, pero el problema no se resolvió fácilmente. En enero de 1968 las disputas entre valones y flamencos llevaron al hundimiento del gobierno. El líder socialcristiano Gaston Eyskens formó una coalición con los socialistas en junio. La coalición conservó su mayoría en 1971, pero el gabinete dimitió en noviembre de 1972. Siguió una coalición de tres partidos bajo liderazgo socialista pero, debilitado por las tensiones lingüísticas y culturales, se rompió en enero 1974. Después de las elecciones de marzo, el líder socialcristiano, Léo Tindemans formó una coalición con los liberales y la agrupación valona. Mantuvo el cargo hasta febrero de 1977 a pesar de la recesión económica. Las elecciones se celebraron en abril, pero los resultados hicieron imposible la formación de un nuevo gobierno hasta lograr un acuerdo que otorgaba una mayor autonomía regional. Ese acuerdo fue rechazado por el Parlamento y las elecciones de diciembre de 1978 resultaron poco concluyentes.
En la década de 1980, los socialcristianos formaron los gabinetes ministeriales, generalmente bajo el liderato de Wilfried Martens, que formó su octavo gobierno en 1988; en enero de 1989 el Parlamento aprobó un programa para transferir el poder desde el gobierno central a las tres regiones etnolingüísticas (véase Lengua, más arriba). La puesta en práctica de esta ley se aplicó lentamente y en noviembre de 1991 las elecciones dieron como resultado una mayoría reducida para los socialcristianos. Martens dimitió como máximo dirigente del partido y su sucesor, Jean-Luc Dehaene, formó un nuevo gobierno de centro-izquierda en marzo de 1992. Bélgica decidió apoyar el crecimiento económico y la cooperación política en Europa al ratificar el Tratado de Maastricht sobre la Unión Europea al finalizar 1992. En mayo de 1993, Bélgica se convirtió oficialmente en un país federal con tres regiones o estados. El rey Balduino murió el 31 de julio de 1993 y le sucedió su hermano Alberto II al no tener descendientes de su matrimonio con la española Fabiola de Mora y Aragón.
En 1994, la muerte del presidente de Ruanda en un accidente aéreo desencadenó una sangrienta guerra civil entre las tribus tutsi y hutu en la que posiblemente murieron un millón de personas. Las tropas belgas desempeñaron un papel destacado en los intentos iniciales de la ONU por finalizar el enfrentamiento étnico.
El partido del primer ministro, Dehaene, y los otros tres que integraban la coalición gubernamental (en la que estaba incluida el Partido Socialista) fueron derrotados en las elecciones del 13 de junio de 1999, por lo que aquél presentó su dimisión y fue sustituido un mes después al frente del gabinete por Guy Verhofstadt, líder del partido Liberales y Demócratas Flamencos (VLD). Se ponía así punto y final a más de 40 años de participación de los socialcristianos en el poder. El nuevo gobierno, integrado por grupos liberales (VLD y Partido Reformador Liberal), socialistas (Partido Socialista y Partido Socialista Flamenco) y verdes (Ecolo y Agalev), promovió durante los siguientes cuatro años una legislación netamente progresista en lo social (con hitos como la despenalización parcial de la eutanasia o la legalización del matrimonio entre homosexuales) y preocupada por el respeto al medio ambiente (especialmente en cuestiones relativas a la energía nuclear). Asimismo, logró un importante crecimiento económico, y la disminución progresiva de la deuda pública y del índice de desempleo. En los comicios legislativos que tuvieron lugar el 18 de mayo de 2003, los votantes depositaron de nuevo su confianza en los socialistas (que mejoraron notablemente sus resultados) y los liberales (en cambio, los verdes sufrieron una gran pérdida de votos respecto a la anterior cita con las urnas). Verhofstadt podría así seguir al frente de un gabinete continuador del que durante la anterior legislatura había estado integrado por la llamada coalición arco iris.
En las elecciones de junio de 2007, la coalición gubernamental sufrió pérdidas significativas; VLD solo consiguió 18 escaños y de inmediato Verhoftstadt presentó su dimisión, disponiéndose a formar un nuevo gobierno de coalición Yves Leterme, líder de la formación con mejores resultados electorales, los Cristianodemócratas Flamencos. Sin embargo, Leterme, partidario de una mayor autonomía regional, tuvo graves problemas para alcanzar el esperado pacto de gobernabilidad con otras fuerzas y las negociaciones para ello condujeron a un periodo de incertidumbre y crisis política que habría de prolongarse durante los nueve meses siguientes a los comicios. Ante una situación que parecía no tener salida, Verhofstadt fue incluso investido de nuevo jefe de gabinete mientras las conversaciones continuaban. Finalmente, en marzo de 2008, Leterme pudo tomar posesión del cargo de primer ministro.