En el trazado urbanístico de Barcelona destaca el núcleo medieval,
acotado por el puerto de mar y las rondas. El conjunto desordenado de la
ciudad vieja aparece centrado por dos ejes casi perpendiculares al mar:
las Ramblas y la Via Laietana (abierta en el siglo XX). Alrededor de
este núcleo se extiende el Eixample (Ensanche), realizado entre finales
del siglo XIX y principios del XX y denominado Plan Cerdà (Pla Cerdà) en
recuerdo de quien fuera su artífice, Ildefonso Cerdá. Dos ejes (la
Diagonal y la Meridiana) que se cruzan en la plaza de las Glorias,
tuvieron la vocación de organizar este nuevo espacio ciudadano que hoy
queda algo excéntrico. Alrededor del Eixample aparecen los barrios que correspondieron en tiempos a otros municipios, anexionados a la ciudad como consecuencia de su expansión. De sur a norte las principales anexiones fueron Sants, Les Corts, Gràcia, Sarrià, Sant Gervasi de Cassoles, Horta, Sant Andreu del Palomar y Sant Martí de Provençals. A todos ellos hay que añadir, en las antiguas zonas del Poble Nou y del Camp de la Bota, la Villa Olímpica (1992). La ciudad presenta dos claros límites geográficos que hoy impiden su crecimiento: las fronteras naturales de la sierra de Collserola y del mar por una parte y, de otra, los municipios consolidados situados al norte (Sant Adrià de Besòs y Badalona) y al sur (L’Hospitalet de Llobregat).
Por este motivo y, principalmente, por la especulación incontrolada de su crecimiento en la época franquista, Barcelona se caracteriza por su alta densidad de población (17.500 hab/km2) y por la carencia de zonas verdes. Sólo el ámbito de Montjuïc constituye un parque urbano medianamente importante. En la periferia de la ciudad se dan cita preferentemente los barrios populares (Can Tunis, Zona Franca —entre Montjuïc y el Llobregat— y Roquetas, así como La Trinitat Vella, Trinitat Nova, Torre Baró y la Verneda en el límite con el Besòs) y, en menor grado, los más burgueses (Bonanova y Pedralbes).