
Sin incluir los refugiados que huyeron tras celebrarse el referéndum a favor de la independencia en agosto de 1999 (estimada en varios miles), la población según cifras de la ONU, a principios de 2002, era de 772.265 habitantes. Más del 80% de la población es rural y la densidad demográfica es de unos 50 hab/km2. La esperanza de vida no alcanza los 60 años.
Timor Leste está dividido en 13 distritos: Ocussi-Ambeno (enclave en parte indonesia de la isla, cuya capital es Pante Macasar), Bobonaro (capital: Maliana), Cova Lima (capital: Suai), Ainaro, Ermera, Liquica, Aileu, Manufahi (Same), Manatuto, Viqueque, Baucau, Lautem (Los Palos) y Dili. El más poblado es Dili (estimados 128.000 habitantes en 2002) y el menos es Aileu (con unos 30.000). La capital estatal es Dili, que concentraba 67.000 habitantes a comienzos de 2002, según la Administración Transitoria de Naciones Unidas para Timor Oriental (UNTAET). Le siguen en tamaño poblacional Baucau, Manatuto y Los Palos.
Las numerosas lenguas que se hablan pertenecen a una de las familias más extensas, las austronesias o austronésicas. Entre ellas destaca el tetum (la de los primeros habitantes de la región central de la isla), la lengua más extendida (60% del total), de la que surgieron varias decenas de dialectos. Sin embargo, el 90% de las personas menores de 30 años utiliza el indonesio (dialecto bahasa) porque fue obligatorio en las escuelas desde 1975 hasta 1999. Un 10% emplea el portugués y en la actualidad se están haciendo grandes esfuerzos para documentar y generalizar otras, como el waimoa y el fataluku. Además, la Constitución establece como lenguas de trabajo el inglés y el portugués.
La mayoría de la población combina las creencias animistas tradicionales con el cristianismo católico (90%). El islamismo y el hinduismo, a pesar de ser mayoritarias en los territorios insulares circundantes, son religiones minoritarias.
La heterogeneidad étnico-cultural de los timorenses se evidencia tanto por sus numerosas lenguas y dialectos como por su producción material expresada en las diferentes formas de construcción arquitectónica y de artesanía según las regiones. La artesanía tradicional incluye la cestería, talla en madera, platería y los textiles. En la capital se ha restaurado el edificio más antiguo para albergar un importante centro cultural conocido con el nombre de ETCC (East Timor Cultural Centre). La tasa de alfabetización es del 48% (1999).
La base de la economía son la agricultura y los servicios. Entre los cultivos comerciales que se exportan cabe mencionar café (principal producto), coco, clavo y cacao y carne de vacuno . En muchas áreas rurales aún se practica la agricultura de tala y quema y se utilizan herramientas simples para cultivar café, arroz, maíz y nuez moscada. En algunas zonas es viable la silvicultura comercial. La isla dispone también de canteras de mármol muy productivas. Las prospecciones petrolíferas, financiadas por Australia, han revelado unos buenos indicios respecto a la presencia de depósitos petrolíferos en las costas timorenses. Ambos países han firmado un tratado sobre el mar de Timor que acuerda que el 90% de las ganancias derivadas de la explotación de petróleo y reservas de gas se quedarán en el futuro en manos timorenses, mientras que los australianos recibirán el 10% restante. Las infraestructuras y vías de comunicación son escasas y gran parte de ellas se destruyeron durante los enfrentamientos independentistas.
La moneda oficial desde enero de 2000 es el dólar estadounidense.
En virtud de la Constitución vigente, que fue aprobada en marzo de 2002, Timor Leste es una república democrática, parlamentaria y constitucional. El jefe de estado es el presidente y el jefe de gobierno el primer ministro. El gabinete presidencial está formado por 24 miembros. El poder legislativo es ostentado por un Parlamento unicameral, que ha ratificado la Carta de las Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra, y el Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia.
Timor fue uno de los destinos de las antiguas rutas comerciales chinas. Los portugueses comenzaron a colonizarla a principios del siglo XVI, cuando se expandía el comercio y la influencia europea en la región. Explotaron los productos forestales y las especias, y esclavizaron a la población de la isla.
En el siglo XVII, los holandeses establecieron también bases en Timor. Ello provocó conflictos entre Portugal y los Países Bajos. Mediante una serie de acuerdos realizados a partir de 1859, la isla se dividió formalmente. Los portugueses mantuvieron el control de la sección oriental y los holandeses el del sector occidental.
Tras el final de la II Guerra Mundial, Indonesia declaró su independencia y arrebató Timor Occidental a los holandeses, mientras que la parte oriental permaneció bajo dominio portugués. En 1974, no obstante, el régimen militar fue derrocado en Portugal durante la Revolución de los claveles y las nuevas autoridades democráticas comenzaron a conceder la independencia a las colonias portuguesas de todo el mundo. En este periodo, cobraron fuerza algunos de los movimientos independentistas de Timor Oriental.

A partir de ese momento, y durante muchos años, el obispo de Dili Carlos Filipe Ximenes Belo y el activista y portavoz independentista José Ramos-Horta continuaron abogando por un acuerdo pacífico entre el gobierno de Indonesia y el de Timor Oriental. En 1996, se concedió el Premio Nobel de la Paz a Ximenes Belo y a Ramos-Horta como recompensa a sus esfuerzos por llevar la paz a Timor Oriental a través de métodos no violentos.
En 1998, dimitió el presidente indonesio Suharto. Su sucesor, Yusuf Habibie, trató de resolver el problema de Timor Oriental. El gobierno planeó realizar una votación avalada por la ONU y permitir que el pueblo decidiera si deseaba convertirse en una región autónoma de Indonesia o en una nación independiente.
En agosto de 1999 se celebró el referéndum, en el que el pueblo de Timor Oriental rechazó de forma abrumadora la autonomía dentro de Indonesia y se mostró a favor de la independencia total. Inmediatamente después de la votación, volvió a estallar la violencia entre los partidarios de la independencia y la milicia anexionista, supuestamente respaldada por el Ejército indonesio. La comunidad internacional reclamó a Indonesia que respetara los resultados de la votación, pusiera fin al apoyo a la milicia y retirara sus tropas. Transcurrieron semanas de violencia antes de que las fuerzas de las Naciones Unidas pudieran entrar en el territorio y restablecer la calma. Durante este periodo, desaparecieron miles de habitantes de Timor Oriental. Muchos de ellos huyeron a campos de refugiados de Timor Occidental, pero un número indeterminado fue asesinado por la milicia y las tropas indonesias. Dili y otras ciudades fueron arrasadas, la infraestructura de Timor Oriental quedo casi completamente destruida y miles de personas se ocultaron en las montañas.
En octubre de 1999, el gobierno indonesio ratificó finalmente los resultados del referéndum de agosto y derogó la legislación de 1976 que había anexionado la antigua colonia portuguesa. Las fuerzas indonesias se retiraron y se estableció la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Timor Oriental (UNAMET) para ayudar a reconstruir Timor Oriental y administrar su transición hacia la plena independencia. El 30 de agosto de 2001, en uno de los pasos previos a ésta, se celebraron elecciones para que los ciudadanos designaran a sus representantes en la Asamblea Constituyente (88 escaños), cámara que habría de dotar al futuro nuevo Estado de una carta magna. En dichos comicios, obtuvo la mayoría el Frente Revolucionario para la Independencia de Timor Oriental (Fretilin). Asimismo, el 14 de abril de 2002 tuvieron lugar elecciones presidenciales, en las que Xanana Gusmão se impuso de manera rotunda a Francisco Xavier do Amaral (candidato de la Asociación Social Demócrata). Gusmão tomó posesión del cargo el 20 de mayo siguiente, el mismo día en que Timor Oriental (que en el transcurso de ese año adoptaría de forma oficial el nombre de Timor Leste) inició su vida como nuevo Estado independiente.
El país vivió los momentos más difíciles de su incipiente historia en mayo de 2006, al generalizarse una sublevación iniciada en abril por un grupo de casi 600 militares que fueron apartados del Ejército tras su supuesta insubordinación al declararse en huelga para pedir mejoras salariales. El progresivo agravamiento de los enfrentamientos entre las fuerzas rebeldes y las leales al Estado obligó al gobierno a requerir la ayuda de Portugal, Australia, Nueva Zelanda y Malaisia. Por impulso de la ONU, tropas de estos países se desplazaron hasta territorio timorense para intentar poner fin a una situación cada vez más caótica. De forma simultánea, se agudizaron las divergencias existentes entre Gusmão y Mari Alkatiri; no obstante, el presidente y el primer ministro llegaron a un acuerdo para intentar afrontar la renovación y reforma del Ejército, misión que recaería en Ramos-Horta, quien, en junio, sumó a su cartera de Asuntos Exteriores la de Defensa. Esta situación no se prolongó durante mucho tiempo; a finales de ese mes, Alkatiri dimitió y fue sustituido en la jefatura gubernamental por Ramos-Horta, quien mantuvo, además, el cargo de ministro de Defensa.
El 9 de abril de 2007, en ese clima de inestabilidad, se celebraron elecciones presidenciales. Los dos aspirantes más votados fueron Francisco Guterres, presentado por el Fretilin, quien obtuvo el 27,9% de los votos, y Ramos-Horta, el cual concurrió como independiente y consiguió el 21,8%. Ambos se enfrentaron el siguiente 8 de mayo en una segunda vuelta; en ella se impuso Ramos-Horta (con el 69% de los sufragios), quien sucedió a Gusmão en la jefatura del Estado el 20 de mayo. Poco después, en el mes de agosto, Ramos-Horta nombró primer ministro y ministro de Defensa al propio Gusmão.
En febrero de 2008, algunos de los militares rebelados en 2006 perpetraron un atentado que a punto estuvo de costarle la vida a Ramos-Horta, quien resultó gravemente herido. Gusmão, al que también intentaron asesinar los golpistas, pero que resultó ileso, declaró el estado de excepción.