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martes, 10 de agosto de 2010

República Checa

República Checa (nombre oficial, Česká Republika, República Checa), república de Europa central, que limita con Polonia al noreste, con Eslovaquia al sureste, con Austria al sur y con Alemania al suroeste, oeste y noroeste. El territorio checo de Bohemia y Moravia fue parte del Imperio Austro-Húngaro hasta 1918. En este año, el territorio checo estaba unido con Eslovaquia formando la República de Checoslovaquia. Desmembrada durante la II Guerra Mundial, Checoslovaquia se reunificó en mayo de 1945. Desde 1948 hasta 1989 el país estuvo dirigido por un gobierno comunista. En noviembre de 1989, el régimen fue derribado y Checoslovaquia se convirtió de nuevo en un país democrático. En enero de 1993, Checoslovaquia se desmembró en dos estados independientes: la República Checa y Eslovaquia. La República Checa tiene una superficie de 78.864 km². Praga (en checo, Praha) es la capital y la ciudad más importante.

La República Checa limita al norte y al oeste con las montañas de Bohemia —integradas por los montes Metálicos al norte y por la selva de Bohemia (o montes Sumava en checo) al oeste—, y por los Sudetes al noreste. La cuenca de Bohemia y las tierras altas de Bohemia y Moravia comprenden la parte central del país. Las tierras bajas moravas se extienden en la parte este. Los ríos Moldava (Vltava), Ohře, Elba (en checo Labe), Orava, Lužnice, Jihlava, Sázava, Svratka, Beca, Odra (en alemán Oder), Opava y Morava están entre los principales del país.

El clima en la República Checa es templado continental. El promedio de las temperaturas, que varían en función de la altitud, oscila desde -2 °C en enero hasta 27 °C en julio. Las precipitaciones normalmente varían entre los 400 y los 1.000 mm anuales. En Praga la temperatura varía entre los -5 °C en enero y los 23 °C en julio.

La mayor parte de los bosques del país son de hoja perenne, aunque también se desarrollan algunas especies de hoja caduca, como robles, hayas, abedules, chopos y sauces. Entre la escasa fauna se encuentran conejos, faisanes, ciervos y jabalíes. La contaminación medioambiental ha afectado negativamente a su fauna y bosques.

Los checos son descendientes de los pueblos eslavos que aparecieron en Bohemia y Moravia en el siglo V d.C. Expulsaron a los ávaros de la región en el siglo VII. Los checos son el grupo dominante en el país y comprenden el 81% de la población. Los moravos suponen el 13,2%. Hay una importante población gitana (estimada en 350.000 habitantes). También hay minorías de eslovacos, polacos y alemanes. En la actualidad hay entre 15.000 y 18.000 judíos en el país.
Aproximadamente el 39% de los ciudadanos son católicos. Los Hermanos Checos, la Iglesia checoslovaca, la Iglesia ortodoxa y otras confesiones protestantes también están presentes, además de los grupos cristianos evangélicos y otras religiones orientales. El pequeño grupo de población judía se concentra en Praga.
La lengua principal es el checo. Los miembros de otros grupos étnicos hablan por lo general el checo además de su propia lengua.
Los checos siempre han sido considerados parte de la cultura centroeuropea. Praga fue un importante centro cultural en Europa antes de la época comunista, y numerosos escritores, músicos y artistas checos han contribuido de modo significativo en las principales corrientes culturales europeas. Compositores como Bedrich Smetana, Antonín Dvorák y Leoš Janáček enriquecieron el repertorio musical mundial. Las obras de pintores como Alphonse Mucha y Frank Kupka desempeñaron un papel influyente en el desarrollo del arte europeo. Numerosos escritores entre los que destacan Franz Kafka, Jaroslav Hašek y Karel Čapek, y otras figuras más actuales como el presidente Václav Havel y Milan Kundera, son famosos internacionalmente; el poeta Jaroslav Seifert obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1984. Entre las numerosas iglesias, puentes, plazas y palacios destacados en Praga están la Biblioteca de la Universidad, que es la más grande del país, el Museo Nacional de Praga y el Monasterio de Strahov que cuenta con una magnífica colección de archivos y tesoros. También hay bibliotecas importantes y museos alojados en palacios y edificios civiles en Brno y Olomouc. Los objetos asociados con la Reforma checa se pueden encontrar en Tábor, en Bohemia Meridional.
El paisaje checo está salpicado por unos 2.500 castillos y palacios fortificados. Hay muchos ejemplos destacados de arquitectura, arte y escultura en Praga y en otras ciudades, de estilos románico, gótico, renacentista, barroco, modernista y de principios del siglo XX.
Chequia ha sido durante mucho tiempo una de las regiones más desarrolladas de Europa. El nivel de vida durante el periodo comunista era uno de los más altos en el mundo comunista. Sin embargo, la economía centralizada y las políticas económicas adoptadas por los dirigentes comunistas llevaron al país al declive económico. Después de la caída del comunismo en 1989, los nuevos dirigentes del país tuvieron que resolver este problema. Prácticamente todos los bienes económicos estaban en manos del Estado, y las decisiones económicas se tomaban al margen de Occidente. Las relaciones comerciales se restringían casi exclusivamente a las que se establecieron con los Estados miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Al igual que otros antiguos países comunistas, su dependencia de suministros energéticos condiciona su desarrollo económico.
El país se esforzó para reintroducir una economía de mercado; un plan de privatización, que permitía a los ciudadanos comprar bonos o cupones a un bajo precio que más tarde podían ser cambiados por participaciones en empresas estatales, tuvo éxito y favoreció la privatización de grandes partes de la economía. En diciembre de 1994 más del 80% de las empresas habían sido privatizadas, mientras que otras sin beneficios quebraron. Hoy, numerosas empresas privadas en ciudades como Praga están en auge. Los nuevos dirigentes del país también consiguieron reorientar su comercio hacia Occidente y obtener así sustanciales cantidades de préstamos e inversiones del exterior.
La inflación es elevada (en el periodo 2006 se situaba en un 2%). Las tasas de desempleo han permanecido estabilizadas en torno al 8,3%. El nivel de vida de muchos ciudadanos bajó a comienzos de la década de 1990, cuando se introdujeron las reformas de mercado. La economía en la actualidad ha empezado a recuperarse: el producto interior bruto (PIB) en 2006 fue de 143.018 millones de dólares, que eqivale a 13.925,80 dólares de renta per cápita. La industria contribuye al PIB con un 39% y la agricultura con sólo un 2,7 por ciento.
La mayor parte de la mano de obra de la República Checa se centra en el sector servicios (57%) y en la industria (40%); el 4% de la población activa trabaja en la agricultura.
La moneda es la corona checa (koruna); 22,60 coronas equivalían aproximadamente a 1 dólar estadounidense en 2006. El gobierno anunció planes para la convertibilidad completa de la corona en 1995. La moneda ha sido muy estable desde el final del régimen comunista. El banco central se ubica en Praga. En enero de 1993 se inauguró la bolsa de valores.

En noviembre de 1989, a pesar de la voluntad de la Unión Soviética por intervenir, manifestaciones de estudiantes, trabajadores y de la mayoría de la población, consiguieron acabar con el dominio comunista en Checoslovaquia. Los nuevos dirigentes del país establecieron nuevas instituciones políticas de carácter democrático y restablecieron las libertades civiles del periodo de entreguerras. Las primeras elecciones libres se celebraron en junio de 1990. El conflicto entre checos y eslovacos sobre las relaciones entre los gobiernos federales y central provocó la elaboración de textos constitucionales e instituciones político-administrativas diferenciadas. En enero de 1993, la federación que formaba la República de Checoslovaquia fue reemplazada por dos estados independientes, la República Checa y Eslovaquia. La República Checa es una democracia parlamentaria, de acuerdo a la Constitución promulgada el 16 de diciembre de 1992.

Antes del nacimiento de Cristo, las tribus celtas y germánicas vivieron en la región que ocupa la actual República Checa. Las tribus eslavas llegaron a la región en el siglo V d.C. y los germanos fueron conquistados por los ávaros en el siglo VI. Los checos expulsaron a los ávaros de la región en el siglo VII. En el siglo IX, varias tribus eslavas crearon un Estado que fue un feudo de Carlomagno. Con Mojmír y Rotislav, este feudo se convirtió en reino independiente, en lucha con francos y búlgaros, que constituyó la base del Imperio de la Gran Moravia, el cual englobaba Bohemia, el sur de Polonia, Eslovaquia y el sector oeste de Hungría. En el 907, los húngaros conquistaron el Imperio moravo. Eslovaquia fue entonces gobernada por los húngaros, situación que se prolongaría durante más de 1.000 años.
Durante el siglo X, la dinastía de los Premislidas presidió una época de expansión de Bohemia, que finalmente cayó bajo la protección del Sacro Imperio Romano Germánico. El emperador Federico II otorgó a Bohemia un privilegio imperial en 1212, y en 1335 incorporó una gran parte de Silesia. En el siglo XIII, artesanos y comerciantes alemanes se instalaron en Bohemia, tendencia que fue seguida en los siglos XV y XVI por arquitectos y urbanistas italianos.
La influencia política y económica aumentó bajo la dinastía de Luxemburgo (que se asentó en Bohemia en 1310). Carlos I, que se convirtió en el emperador Carlos IV en 1355, consiguió hacer de Praga el principal centro de la cultura europea.
La quema en la hoguera de Jan Hus, el reformador religioso, en 1415, dio comienzo a un extenso periodo de guerras religiosas que finalizaron en 1446. Jorge de Poděbrad fue elegido primer rey protestante en Europa por los seguidores de Jan Hus. La mayor parte de los nobles checos se convirtieron al protestantismo. En el siglo XV Bohemia estuvo gobernada por un príncipe polaco, Vladislav II, que también fue rey de Hungría.
En 1526, la muerte del heredero de Vladislav II dejó vacantes las coronas de Hungría y Bohemia que fueron ocupadas por Fernando de Habsburgo, un católico. La mayor parte del siglo XVII se caracterizó por el conflicto entre la nobleza protestante de Bohemia y la católica Casa de Habsburgo. En 1618, la revuelta de los nobles de Bohemia originó la guerra de los Treinta Años. En 1620, el ejército bohemio fue derrotado en la batalla de la Montaña Blanca. Esta derrota supuso la unión definitiva de Bohemia al destino de la Casa de Habsburgo y su Imperio.
Muchos intelectuales checos fueron conducidos al exilio y el resto obligado a convertirse al catolicismo. Como resultado de esta derrota, Bohemia perdió su poder. Bajo el gobierno de los Habsburgo se incrementó la influencia de la lengua, la educación, la administración y la cultura alemana, situación que se prolongó durante más de un siglo.
Aunque las ciudades estaban pobladas principalmente por población alemana, muchos campesinos checos emigraron a estos grandes centros por el desarrollo de la industria en Bohemia y Moravia. Los escritores, periodistas e intelectuales intentaron crear una mayor conciencia nacional entre los checos a mediados del siglo XVIII, pero fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se desarrolló un auténtico movimiento popular nacionalista entre la población y los dirigentes, para unir las nacionalidades checa y eslovaca, separadas desde el siglo X. El más destacado de ellos fue Tomás Garrigue Masaryk, que se convirtió en el primer presidente de la República de Checoslovaquia, así proclamada como estado soberano en 1918, tras la desintegración del Imperio Austro-Húngaro.
El nuevo Estado (que incluía el territorio de la Rutenia subcarpática) reunió a checos y eslovacos en una unidad política común por primera vez en la historia moderna. El territorio checo estaba más desarrollado económicamente y tenía una estructura social y educativa más próxima a los países europeos desarrollados, mientras que Eslovaquia era principalmente agrícola. Los checos también habían impulsado con mayor vigor el movimiento nacionalista y tenían más experiencia en el autogobierno que los eslovacos. El gobierno de entreguerras continuó siendo una democracia hasta que fuerzas exteriores variaron su régimen político.
Sin embargo, los dirigentes de Checoslovaquia tuvieron menos éxito en el tratamiento de las cuestiones étnicas. Aunque se hicieron intentos para industrializar Eslovaquia, estos esfuerzos no tuvieron éxito, en parte a causa del impacto de la gran depresión durante la década de 1930. La pobreza y el desempleo obligaron a emigrar a muchos eslovacos y el nacionalismo autónomo eslovaco comenzó a surgir entonces. La minoría alemana de los Sudetes en el territorio checo también estaba descontenta por la pérdida de su situación tras desaparecer el Imperio Austro-Húngaro y por el impacto de nuevas leyes que afectaron a sus intereses económicos y derechos territoriales; esto hizo que muchos pasaran a apoyar las políticas de la Alemania nacionalsocialista y los partidos nacionalistas más extremistas.
En 1938, Adolf Hitler utilizó las demandas de la población alemana para forzar a los dirigentes de Checoslovaquia a entregar el territorio de los Sudetes a Alemania. Los dirigentes de Checoslovaquia contaban con la alianza de Francia y Gran Bretaña para resistir a la presión de Hitler. Sin embargo, franceses y británicos estaban poco dispuestos a iniciar una guerra por esta cuestión y decidieron aceptar las pretensiones de Hitler en Munich, en septiembre de 1938. Abandonado diplomáticamente, el presidente Edvard Benes cedió a las demandas alemanas. Otras partes de Checoslovaquia fueron reclamadas entonces por Hungría y Polonia. Bajo la presión de Adolf Hitler y enfrentado con la amenaza de una invasión por Hungría, los líderes eslovacos proalemanes declararon la independencia en marzo de 1939. El estado de Eslovaquia siguió como modelo la política de la Alemania nacionalsocialista, pero tuvo poca independencia real. Los alemanes ocuparon el territorio que quedaba de la desintegrada República de Checoslovaquia y constituyeron el Protectorado de Bohemia-Moravia en marzo de 1939.

En octubre de 1938 el presidente Benes había establecido un gobierno en el exilio en Londres. Las fuerzas nazis prácticamente exterminaron la comunidad judía durante la ocupación de Bohemia y Moravia. Pero al contrario que la vecina Polonia, la zona nunca se convirtió en un gran campo de batalla durante la II Guerra Mundial. En mayo de 1945, las tropas del Ejército Rojo (como resultado de las decisiones tomadas en la Conferencia de Yalta por Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética) liberaron la mayor parte de Checoslovaquia. Parte de Bohemia, alrededor de la ciudad de Plzeň, fue liberada por las tropas estadounidenses, que habían recibido órdenes de permitir a los soviéticos tomar el resto del territorio. Benes y otros miembros del gobierno en el exilio volvieron a Checoslovaquia en 1945. La República de Checoslovaquia fue restablecida, concediéndole las mismas fronteras con que había nacido en 1918, salvo en el caso de Rutenia subcarpática (región muy pobre, con población rutenia y ucraniana), que fue cedida a la URSS.
Desde 1945, fecha en que regresó Benes, hasta febrero de 1948, Checoslovaquia gozó de un régimen de pluralismo político limitado. Los dirigentes del Partido Comunista ocuparon los cargos más importantes, pero otros partidos políticos también participaron en la gobernación de la República. El gobierno nacionalizó muchas de las grandes industrias y expulsó a los alemanes que no habían participado en la resistencia; también se convino un acuerdo de intercambio paritario de población con Hungría, lo que supuso el abandono de territorio checoslovaco para 500.000 húngaros.
En las elecciones de 1946, los comunistas obtuvieron el 38% de los votos. Temerosos de una posible reducción de su apoyo, provocaron una crisis que tuvo como resultado la dimisión de los ministros democráticos en febrero de 1948. Se formó en ese momento un gobierno completamente dominado por el Partido Comunista. El presidente de la República, Benes, dimitió, para ser reemplazado por Klement Gottwald, jefe del gobierno y máximo dirigente del Partido Comunista.
Una vez en el poder, los comunistas checoslovacos comenzaron a tomar como modelo la organización política, el desarrollo económico y la transformación social soviética. El primer paso fue la elaboración de una nueva Constitución (1948) que convirtió a Checoslovaquia en una democracia popular. Siguió un periodo en el que los partidos políticos fueron ilegalizados o, como en el caso del Partido Socialdemócrata, quedaron subordinados al Partido Comunista, que más tarde pasó a ser la única fuerza política efectiva en el país. Las decisiones económicas estaban controladas por una elite pequeña y centralizada, y casi todos los bienes económicos pasaron a poder del Estado. Los agricultores fueron forzados a ingresar en granjas colectivas. La información fue censurada y todos los aspectos de la vida se subordinaron a directrices políticas. La policía secreta, apoyada por la milicia popular, se hizo con todo el poder y muchos antiguos dirigentes políticos e intelectuales fueron encarcelados o ejecutados después de ser llevados a juicio en la década de 1950. La suavización del régimen sólo tuvo lugar durante el periodo de desestalinización iniciado en la URSS después de 1956. Fue entonces cuando los prisioneros políticos fueron gradualmente liberados y a sus familias se les permitió reintegrarse dentro de la sociedad. Este periodo coincidió con la culminación de la colectivización de la agricultura y con una nueva Constitución (1960), que otorgó a Checoslovaquia la categoría de República Socialista.
En la década de 1960, los líderes del partido iniciaron un proceso de reforma orientada hacia cuestiones económicas, pero la reforma rápidamente evolucionó hacia otros aspectos políticos. En enero de 1968, Alexander Dubcek, un eslovaco, se convirtió en secretario general del Partido Comunista Checoslovaco. Llevó a cabo una política reformista, cuya aplicación se desarrolló en un periodo conocido como la primavera de Praga, que pretendía crear “un socialismo con rostro humano”, que no era sino adaptar los principios comunistas a las peculiaridades de Checoslovaquia. Amplió la libertad de prensa y de expresión intelectual, y ofreció más oportunidades a los ciudadanos para participar en la toma de decisiones. La clase política dirigente intentó igualmente descentralizar la economía.
La invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia el 21 de agosto de 1968 detuvo este proceso. En abril de 1969, el extremista Gustav Husák sustituyó a Dubcek como jefe del partido. Inició el denominado proceso de ‘normalización’, que se concibió para destituir a todos los elementos impulsores de la reforma. El Partido Comunista, según la ortodoxia dictada desde la URSS, volvió a dominar la vida política, intentando ganar apoyo popular mediante el aumento del nivel de vida para los trabajadores. Ante la coacción ejercida sobre todo aquél que se mostrara opositor al régimen, la mayoría de la población aceptó de forma pasiva la situación. Un grupo pequeño pero importante de disidentes se opusieron abiertamente a la situación; alentados por la firma del Acuerdo de Helsinki en 1975, publicaron la Carta 77 y fundaron el Comité para Defender a los Injustamente Perseguidos (VONS), que con el tiempo se convirtió en una de las organizaciones disidentes más importantes. Su base, sin embargo, radicaba entre los intelectuales de clase media.
Durante toda la década de 1970 y la mayor parte de la de 1980, los dirigentes checoslovacos mantuvieron la estabilidad política.
A finales de la década de 1980, estimulados por la política aperturista de Gorbachov en la Unión Soviética, y sobre todo por los cambios que ocurrieron en la República Democrática de Alemania, un número creciente de ciudadanos tomaron parte en las actividades de protesta ejercidas por los sectores estudiantiles. El 17 de noviembre de 1989, la difusión pública de un vídeo que mostraba la brutal represión de una manifestación pacífica de estudiantes por el Ejército desencadenó grandes manifestaciones al mes siguiente que culminaron con la dimisión del gobierno comunista. Progresivamente, la mayoría de la población comenzó a mostrar su descontento hacia los políticos comunistas en el poder. Los dirigentes de la nueva organización, Foro Cívico y su rama eslovaca, Público Contra la Violencia, dirigidos por Václav Havel, negociaron en debates televisivos con el gobierno. Veintitrés días después del inicio de las manifestaciones, el gobierno comunista, esta vez abandonado por sus aliados soviéticos, dimitió.
La elección de Václav Havel como presidente de la República el 29 de diciembre de 1989 selló la victoria de lo que los medios de difusión internacionales denominaron revolución de Terciopelo. Los nuevos dirigentes del país iniciaron el proceso de democratización, al introducir una economía de mercado y reincorporarse a Europa. Se restablecieron la libertad en los medios de difusión y otras libertades políticas; se aprobaron las leyes para eliminar la herencia del comunismo del sistema jurídico, legalizar la propiedad privada e indemnizar a las víctimas del régimen comunista. En junio de 1990 se celebraron elecciones libres.
Una de las primeras medidas tendentes a la introducción de la economía de mercado fue el plan de privatización garantizado que permitió a los ciudadanos la compra de bonos a muy bajo coste que podían ser cambiados por acciones en antiguas compañías estatales, ahora privatizadas. Casi todos los ciudadanos participaron en este plan.
Los nuevos dirigentes del país también reorientaron la política exterior de Checoslovaquia; establecieron buenas relaciones con Estados Unidos y con los países limítrofes occidentales, y mostraron su interés en incorporarse a instituciones occidentales como la UE y la OTAN.
Sin embargo, los dirigentes checos y eslovacos eran incapaces de ponerse de acuerdo sobre la división de poder entre los gobiernos federales y el gobierno central de la República. La campaña del dirigente nacionalista eslovaco, Vladimir Meciar, por una Eslovaquia independiente impidió la adopción de una nueva constitución y dificultó las reformas económicas. Estas tensiones reflejaban el hecho de que la reforma económica creaba mayores dificultades en Eslovaquia, ya que la mayor parte de las industrias menos eficaces del país se localizaban allí. Los sondeos de la opinión pública mostraron que la mayoría de eslovacos, bajo la influencia de Vladimir Meciar, deseaban la independencia de su país.
Las diferencias entre checos y eslovacos culminaron en las elecciones parlamentarias de junio de 1992. El centro derecha, representado por el Partido Demócrata Cívico de Václav Klaus fue el vencedor en la zona checa, y el antimonetarista y muy nacionalista Movimiento para una Eslovaquia Democrática de Vladimir Meciar obtuvo el porcentaje superior de votos en la zona eslovaca. Los líderes checos y eslovacos negociaron rápidamente el final de la República de Checoslovaquia. Eslovaquia declaró su soberanía en julio de 1992, por lo que Václav Havel dimitió como presidente del Estado federado.
En enero de 1993 la federación checoslovaca se disolvió, y se crearon dos nuevos Estados independientes, la República Checa y la República Eslovaca. Los dos países continuaron manteniendo vínculos muy estrechos, especialmente en relaciones comerciales. Sin embargo, su posterior evolución política y económica divergía. Václav Havel fue elegido presidente de la República Checa en febrero de 1993. Bajo el mandato del primer ministro Václav Klaus, el gobierno checo alentó a los empresarios y aumentó la emisión de nuevos bonos de privatización. Después del declive a comienzos de la década de 1990, la economía checa empezó a recuperarse. La inflación y el desempleo disminuyeron, y el país atrajo la inversión extranjera.
La situación política también ha sido estable. El gobierno de Klaus mantuvo su prestigio interno, mientras que disminuyó el apoyo a los grupos extremistas de izquierda y de derecha.
En 1995, el producto nacional bruto aumentó un 5%, la inflación se mantuvo en torno al 7,9% y la deuda interna se incrementó. En el campo político, el país asiste a una clara polarización, como reflejan las elecciones legislativas celebradas el 31 de mayo y el 1 de junio de 1996; tan sólo se presentaron 16 grupos políticos frente a los 111 que lo hicieron en 1992, con dos fuerzas dominantes: el Partido Demócrata Cívico, con Václav Klaus al frente, y el Partido Social Demócrata Checo, encabezado por Milos Zeman.
En noviembre de 1996 se celebraron las primeras elecciones al Senado, creado en 1995 y que constituye la cámara alta del Parlamento. Esta convocatoria dio la victoria al partido en el poder, el Partido Demócrata Cívico (ODS), por un estrecho margen, ya que después de cuatro vueltas electorales tan sólo consiguió 32 de los 81 escaños. El Partido Social Demócrata Checo obtuvo 25 escaños, quedando en segundo lugar. Con 13 escaños, la Unión Democrática Cristiana se convirtió en la tercera fuerza más representada en el Senado. Estos resultados reflejan el descontento de un gran sector de la población ante la política económica del primer ministro checo.
La coalición de Klaus, formada por tres partidos de centro-derecha (el Partido Demócrata Cívico, la Unión Democrática Cristiana y la Alianza Cívica Democrática), contó con una mayoría en el Congreso de Diputados, la cámara baja del Parlamento, entre 1992 y 1996. Pero a principios de junio de 1996 ésta perdió la mayoría parlamentaria por un escaso margen, y Klaus tuvo que hacer concesiones al Partido Social Demócrata, de centro-izquierda, para formar un gobierno minoritario respaldado por este último, constituido en el mes de julio.
A finales de noviembre de 1997, el primer ministro presentó su dimisión ante el presidente Václav Havel, previa solicitud de éste, debido a la presunta implicación de Klaus en un escándalo de financiación ilegal. La dimisión estuvo precedida por la renuncia de ocho de sus ministros y por las masivas protestas ciudadanas ante las negativas consecuencias que el proceso de liberalización de la economía checa estaba generando entre amplios sectores de la sociedad. Havel encomendó a Josef Tosovsky, director del Banco Central Checo, la formación de un gobierno de transición básicamente tecnócrata. Poco después, en enero de 1998, Havel fue reelegido jefe de Estado por parte del Parlamento checo.
En las elecciones legislativas anticipadas celebradas los días 18 y 19 de junio del año siguiente, el Partido Demócrata Cívico perdió la mayoría, pese a lograr, no obstante, el 27,7% de los votos emitidos, lo que le convirtió en la segunda fuerza política, detrás de los socialdemócratas, respaldados por el 32,3% de los electores. Su candidato, Milos Zeman, formó un gobierno minoritario un mes más tarde.
El nuevo ejecutivo socialdemócrata contó, tras el acuerdo al que llegaron sus respectivos dirigentes, con el apoyo parlamentario del ODS. Este hecho provocó las críticas del resto de los partidos, de la opinión pública —que deseaba un cambio político real, razón por la cual había concedido su apoyo a la izquierda tras varios gobiernos de derecha— y del propio presidente de la República, que recelaba de una mayoría parlamentaria tan amplia, capaz de reducir sus ya de por sí menguados poderes.
La solicitud de ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, cursada por varios países de la Europa del Este a lo largo de la década de 1990, fue atendida, y en marzo de 1999 la República Checa, Polonia y Hungría pasaron a ser miembros de pleno derecho de la Alianza Atlántica.
En las elecciones generales celebradas en junio de 2002, la victoria fue para el Partido Social Demócrata Checo, que recibió aproximadamente el 30% de los sufragios y obtuvo 70 escaños. Detrás quedaron el Partido Demócrata Cívico (58 diputados) y el Partido Comunista de Bohemia y Moravia (41). En virtud de estos resultados, Havel encargó formar gobierno al líder socialdemócrata, Vladímir Spidla, quien se convirtió en primer ministro de un ejecutivo de coalición en el que también ingresaron los democristianos de la Unión Cristiano Demócrata y los liberales de la Unión de la Libertad.
En marzo de 2003, tras haber concluido durante el mes anterior el mandato presidencial de Havel, Václav Klaus fue elegido para ejercer la jefatura del Estado. El día 16 del mes siguiente, la República Checa y otros nueve países firmaron en Atenas el Tratado de Adhesión a la UE. En junio de ese mismo año, se celebró un referéndum vinculante en el que más del 77% de los votantes dio su apoyo al proceso de integración y aprobó el ingreso checo en la UE, hecho que se produjo el 1 de mayo de 2004. La población respaldó así la vocación europeísta del gobierno de Spidla, cuya reforma fiscal, en cambio, había recibido severas críticas. De hecho, en junio de ese mismo año, en las primeras elecciones al Parlamento Europeo celebradas en el país, los socialdemócratas cosecharon unos pésimos resultados (quedaron en quinto lugar). Como consecuencia de ello, el primer ministro tuvo que someterse a una moción de confianza en el Comité Ejecutivo del Partido Social Demócrata; la superó, pero con un escaso respaldo. Dadas estas circunstancias, Spidla renunció tanto a la jefatura del gobierno como a la presidencia de su partido. En julio de ese año 2004, Klaus encargó formar gabinete al socialdemócrata Stanislav Gross, hasta entonces viceprimer ministro y ministro del Interior. Salpicado por un escándalo de corrupción, Gross dimitió en abril de 2005, por lo que Klaus designó primer ministro al también socialdemócrata Jiri Paroubek, el cual desempeñaba la cartera de Desarrollo Regional.
En las elecciones legislativas de junio de 2006, los 200 escaños de la Cámara de Diputados se repartieron entre el Partido Demócrata Cívico (81), el Partido Social Demócrata (74), el Partido Comunista (26), el Partido Popular-Unión Cristiano Demócrata (13) y los Verdes (6). Se producía así un empate entre los dos grandes bloques que aspiraban a gobernar: por el centro-derecha, el Partido Demócrata Cívico y el Partido Popular-Unión Cristiano Demócrata, más los Verdes (en principio, inclinados a coligarse con los partidos liberales conservadores); y, por el centro-izquierda, socialdemócratas y comunistas. Ante esta situación, Klaus encomendó a Mirek Topolanek, como líder de la formación con mayor representación parlamentaria, que iniciara las que se presentaban como difíciles negociaciones para la formación de gabinete. El gobierno finalmente conformado por Topolanek no tardó en sufrir su primera derrota, ya que, en octubre de ese año, perdió el apoyo del legislativo al no superar una moción de confianza votada en la cámara; como consecuencia de ello, durante ese mismo mes, Topolanek dimitió.