Kosovo (en albanés, Kosova; en serbio, Kosovo-Metohija), territorio situado en la península de los Balcanes, al suroeste de Serbia, noroeste de la Ex-República Yugoslava de Macedonia, noreste de Albania y este de Montenegro. La capital de Kosovo es Priština.
Kosovo presenta un relieve predominantemente montañoso y escarpado, aunque en el oeste, en la zona de Metohija, con clima de influencias mediterráneas, son abundantes las tierras fértiles cultivadas. La cadena Šar-Planina se eleva hasta los 2.600 m de altitud (la cumbre más elevada de Kosovo es Daravica, 2.656 m). Los ríos Beli Drim y Sitnica (que aguas abajo da origen al Ibar) fluyen a través de la región en sentidos opuestos; las cuencas hidrográficas de Kosovo pertenecen a las vertientes de los mares Egeo, Negro y Adriático. Superficie, 10.887 kilómetros cuadrados.
Aunque cuenta con importantes yacimientos de plomo y cinc, así como significativos yacimientos de lignito, cromita y magnesita, Kosovo es una de las regiones más pobres de Europa. Los cultivos más importantes son los cereales (maíz, trigo y cebada), patatas, ciruelas, uvas y tabaco; también es importante la explotación forestal. Existen, además, industrias ligadas a la horticultura y la viticultura. En las tierras altas de Kosovo se cría ganado ovino y bovino. Las principales fábricas son las de cemento y ácido sulfúrico. Además, en la provincia ha surgido una pequeña industria turística basada en la práctica de deportes de invierno.
La población (según estimaciones de 2007) ronda los 2.120.000 habitantes. Las ciudades más importantes son: Priština, la capital, Prizren y Peć. Esta última fue, entre 1557 y 1766, sede patriarcal de la Iglesia ortodoxa serbia.
Más del 88% de la población de Kosovo pertenece a la etnia albanesa; el resto son principalmente serbios. La religión musulmana es la más extendida, seguida de la ortodoxa y la católica.
Desde el segundo milenio a.C., los ilirios, ancestros de los actuales albaneses, habitaron en la península de los Balcanes, incluido lo que es actualmente Kosovo. En concreto, en el territorio ilirio de Dardania, formado por el actual Kosovo, parte de la actual Ex-República Yugoslava de Macedonia y tierras del suroeste de Serbia, que siglos después fue anexionado por el Imperio romano. Desde el siglo VIII hasta el siglo XII, Kosovo fue el núcleo del estado medieval de Raška (Rascia). Hacia finales del siglo XII, el gobernador (supan) serbio Stefan Nemanja, más tarde coronado rey como Esteban I, se anexionó Kosovo y, durante algún tiempo, Prizren sirvió de capital. Durante este periodo, la población serbia aumentó.
En 1389, un ejército invasor turco otomano derrotó en Kosovo Polje (‘Campo de los Mirlos’) a las tropas serbias (respaldadas por un contingente albanés) durante la primera batalla de Kosovo, lo que condujo, en 1459, a la consiguiente conquista de Serbia por parte del Imperio otomano. El recuerdo de esta batalla es en la actualidad una de las conmemoraciones más importantes para el nacionalismo serbio. Kosovo fue escenario de numerosas rebeliones antiturcas, pero hasta mediados de 1912 los turcos no fueron expulsados de la región, constituyéndose a continuación el estado independiente de Albania, que incluía Kosovo y partes de Macedonia occidental. No obstante, ante la insistencia de Rusia, aliada histórica de Serbia, las grandes potencias dividieron Kosovo entre Serbia y Montenegro. En 1918, el territorio fue incorporado al recién creado Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, llamado años más tarde Yugoslavia. Los albaneses locales protagonizaron levantamientos entre 1918 y 1919, que fueron duramente reprimidos. El gobierno de Belgrado resolvió forzar la expulsión de los albaneses, el cierre de las escuelas y la confiscación de sus tierras, así como fomentar la colonización con población serbia.
Durante la II Guerra Mundial, Kosovo fue anexionado a la Albania ocupada por los italianos —lo que fue bien recibido en general por los albaneses locales— y los serbios fueron obligados a abandonar la región. Concluida la guerra, los albaneses de Kosovo se resistieron a su reincorporación a Yugoslavia, pero en julio de 1945 el Ejército partisano de Josip Broz Tito venció la resistencia albanesa. Kosovo se organizó como unidad administrativa de la República de Serbia, en principio como región autónoma, pero, después de las revueltas de 1968, fue elevada a la categoría de provincia autónoma. En 1981, nuevas revueltas y las protestas de los serbios locales tuvieron como consecuencia la expulsión de los albaneses de los puestos de gobierno. En marzo de 1989, poco antes de ser nombrado presidente de Serbia, Slobodan Milosevic eliminó todo vestigio de autonomía en Kosovo mediante la revisión del texto constitucional y extendió la política de discriminación antialbanesa (manifestada en medidas tales como la prohibición del uso de la lengua albanesa y la disolución del Parlamento autónomo), sometiendo a la región a la ocupación militar.
Esto provocó el surgimiento de un movimiento albanés de resistencia pacífica, agrupado en torno a la Liga Democrática de Kosovo (LDK), dirigida por el escritor Ibrahim Rugova, gracias al cual se consolidó un “Estado paralelo” al establecido por las autoridades serbias. En 1992, la población albanesa proclamó de manera unilateral mediante referéndum —no reconocido por Belgrado ni por las potencias occidentales— su independencia de Serbia. La radicalización del conflicto favoreció la formación, en 1997, de un denominado Ejército de Liberación de Kosovo (ELK; UCK en sus siglas en albanés) que, haciendo caso omiso de la estrategia de “desobediencia pacífica” puesta en marcha por la Liga, inició una campaña de atentados contra las fuerzas de seguridad destacadas en la provincia. Milosevic, presidente de la República Federal de Yugoslavia desde julio de 1997, respondió intensificando la política represiva que, ante las denuncias de la mayoría albanesa (en forma de manifestaciones y marchas), provocó, a comienzos de 1998, la intervención de la comunidad internacional con el fin de que las partes en conflicto llegaran a un acuerdo duradero. Pero, lejos de menguar, la crisis de Kosovo sufrió un agravamiento a lo largo de ese año.
La exigencia de una tregua hecha por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, así como la amenaza por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte de atacar a las fuerzas serbias estacionadas en Kosovo, hicieron que el presidente yugoslavo reconsiderara aparentemente su posición de fuerza y aceptara, en octubre de 1998, la presencia de supervisores internacionales que vigilaran lo acordado entre el presidente yugoslavo y el negociador estadounidense Richard Holbrooke.
La violación de la frágil tregua en el mes de diciembre fue el preludio de lo que sucedería en 1999: la dinámica bélica se impuso en forma de atentados por parte del ELK y de matanzas realizadas por tropas serbias entre la población civil, como la ocurrida a mediados del mes de enero en la localidad de Racak. Las potencias occidentales se decidieron a intervenir, primero a través de la vía diplomática —mediante la celebración, auspiciada por el denominado Grupo de Contacto (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Rusia), de una reunión entre las partes en conflicto durante buena parte del mes de febrero en la localidad de Rambouillet, próxima a París, y continuada de forma breve a mediados de marzo en la capital francesa— y, tras del fracaso de la misma ante la negativa de la delegación yugoslava a aceptar las resoluciones acordadas por los representantes del Grupo de Contacto, a través de la militar.
Así, el 24 de marzo de 1999 los aviones de la OTAN iniciaron los bombardeos contra las tropas del Ejército yugoslavo estacionadas en Kosovo y contra objetivos declarados estratégicos por la Alianza Atlántica localizados a lo largo y ancho de la República Federal de Yugoslavia. A partir del comienzo de los ataques, en el interior de Kosovo los serbios procedieron a una sistemática “limpieza étnica” contra la población de origen albanés. El consiguiente éxodo masivo de ésta hacia Albania, Montenegro y la Ex-República Yugoslava de Macedonia provocó la movilización general de la comunidad internacional para auxiliar a esta avalancha de refugiados. Al mismo tiempo que proseguían los bombardeos aliados, especialmente sobre la ciudad de Belgrado, así como la huida masiva de refugiados albano-kosovares, arreciaban los combates entre el ELK y el Ejército serbio.
Mientras, el enviado especial a la zona del presidente ruso Borís Yeltsin, el ex primer ministro ruso Víktor Stepánovich Chernomirdin, intentó desde mediados de ese mes de abril que se iniciaran las conversaciones de paz entre la OTAN y la RFY. Así, el 6 de mayo la OTAN ofreció a Milosevic un plan de paz apoyado por Rusia, a propuesta del Grupo de los Ocho, que incluía el final inmediato de la represión contra la población albano-kosovar, la presencia de una fuerza internacional civil y de seguridad bajo el auspicio de la ONU, el retorno de los refugiados, el establecimiento de una administración interina y la negociación del autogobierno de Kosovo, así como la desmilitarización del ELK y el respeto a la integridad y soberanía de la RFY.
El 27 de mayo el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, con sede en La Haya (Países Bajos), dictó una orden de detención contra Milosevic y cuatro de sus principales colaboradores (entre los que se encontraba el presidente de Serbia, Milan Milutinovic) con vistas a su procesamiento, que les acusaba de haber cometido durante los primeros cuatro meses de 1999 crímenes contra la humanidad y violación de las leyes de guerra en la provincia de Kosovo.
Al día siguiente Milosevic aceptó como base de un acuerdo de paz el plan propuesto por el Grupo de los Ocho y, tras entrevistarse en Belgrado con Chernomirdin y con el representante de la UE (el presidente de Finlandia, Martti Ahtisaari), el 3 de junio presentó el contenido de las negociaciones ante el Parlamento yugoslavo. Éste aprobó ese día el plan de paz al tiempo que Milosevic cedía ante las propuestas de los mediadores y aceptaba las principales exigencias de la OTAN: cese inmediato de la violencia y de la represión en Kosovo; retirada rápida y verificable de todas las fuerzas armadas de la región; despliegue en Kosovo de fuerzas internacionales civiles y de seguridad bajo la supervisión de la ONU; fuerzas que estarían formadas esencialmente por la OTAN bajo mando y control únicos; establecimiento de una administración provisional para Kosovo decidida por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bajo la cual el pueblo de Kosovo podría disfrutar de una “autonomía sustancial” en el seno de la RFY; tras la retirada militar yugoslava, un número convenido de personal yugoslavo sería autorizado a regresar; retorno asegurado de todos los refugiados; desarrollo de un proceso político que llevara a una administración propia para Kosovo según los principios de soberanía e integridad territorial de la RFY y de otros estados de la zona, así como el desarme del ELK; comienzo de un plan de estabilización y desarrollo económico de la región en crisis; las actividades militares de la OTAN finalizarían cuando se aceptasen los principios anteriores, especialmente cuando diese comienzo la retirada verificable de las tropas yugoslavas de Kosovo.
El 10 de junio el secretario general de la OTAN, Javier Solana, ordenó la suspensión de los bombardeos sobre el territorio yugoslavo tras verificar el inicio de la retirada de las tropas serbias de Kosovo. Ese mismo día, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la única abstención de China, aprobó una resolución aceptada por la RFY que legitimaba la inmediata operación militar controlada por la OTAN para desplegar fuerzas internacionales sobre Kosovo, así como la creación en esa provincia de una administración civil bajo dependencia de la ONU cuyo máximo responsable sería nombrado por su secretario general, Kofi Annan.
De inmediato, comenzó el despliegue de la Kfor (acrónimo de la fuerza de seguridad internacional para Kosovo), al mando del general británico Michael Jackson, así como el regreso de miles de albano-kosovares a sus hogares sin esperar la asistencia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que se vio desbordado ante la avalancha de los repatriados. No obstante, la actitud del Ejército ruso con respecto al avance de las tropas aliadas supuso un pequeño contratiempo en la actividad de las tropas lideradas por la OTAN: los soldados rusos entraron en Priština el día 11, adelantándose a la Kfor, lo cual dio lugar al definitivo establecimiento de las respectivas zonas de influencia de la fuerza internacional seis días después. El 20 de junio la OTAN dio por completada la retirada serbia, y con ella el final definitivo de su campaña aérea, al tiempo que el ELK firmó su desmilitarización.
El establecimiento, en junio de 1999, de la Administración de la ONU en Kosovo (Unmik) tuvo entre sus primeras consecuencias la disolución, el 1 de febrero de 2000, del “gobierno paralelo” presidido desde 1992 por Ibrahim Rugova. Comenzó entonces un proceso tendente a la normalización y a la creación de instituciones que garantizaran la pactada autonomía de Kosovo. En virtud de ello, el 28 de octubre de 2000 se celebraron elecciones municipales, marcadas por el triunfo de la Liga Democrática de Kosovo (LDK), el partido independentista moderado de Rugova, que se impuso en las principales ciudades, incluida Priština.
Un año después, el 17 de noviembre de 2001, tuvieron lugar comicios legislativos para elegir a los 120 miembros de una Asamblea legislativa multiétnica (se garantizaba la presencia de 10 diputados serbios, así como de otros de las minorías gitana, turca, musulmana, etc.), de la que emanarían ese mismo año un gobierno provisional y un presidente. La victoria fue de nuevo para la LDK, que obtuvo 47 diputados. Las siguientes formaciones más votadas fueron el Partido Democrático de Kosovo (independentista radical, heredero político del ELK y liderado por Hashim Thaci), que logró 26 representantes; la coalición serbia Retorno (que a los 12 escaños conseguidos en las urnas sumó los 10 adicionales reservados para esta minoría) y la Alianza para el Futuro de Kosovo (8 diputados). En marzo de 2002, esta cámara eligió presidente de Kosovo a Rugova, en tanto que Bajram Rexhepi, miembro del Partido Democrático de Kosovo, resultó designado jefe de un gobierno de coalición.
En marzo de 2004, la violencia y la inseguridad reaparecieron con fuerza. El día 12, Rugova salió ileso de un atentado contra su vida. Poco después se multiplicaron los conflictos entre serbios y albaneses, lo que motivó que la OTAN incrementara su presencia militar en la zona. El 23 de octubre de ese mismo año, se desarrollaron elecciones legislativas. Al igual que en 2001, las dos formaciones más votadas fueron la Liga Democrática de Kosovo (45,3% de los votos) y el Partido Democrático de Kosovo (28,7%), que habían fundamentado su campaña electoral en la promesa de independencia. La importancia de estos comicios radicaba en que en los 120 parlamentarios electos recaería la responsabilidad de negociar durante la legislatura el definitivo estatuto del territorio. Poco después, Rugova propuso a Ramush Haradinaj (miembro de la Alianza para el Futuro de Kosovo y antiguo jefe del ELK) para ejercer el cargo de primer ministro. En marzo de 2005, Haradinaj tuvo que dimitir, tras resultar acusado por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia de la presunta comisión de crímenes de guerra contra la minoría serbia entre 1998 y 1999; Adem Salihaj, de la LDK, le sustituyó provisionalmente al frente del gabinete kosovar, hasta que, durante ese mismo mes, el Parlamento, previa propuesta de Rugova, eligió jefe de gobierno a Bajram Kosumi (miembro de la Alianza para el Futuro de Kosovo).
El 21 de enero de 2006, murió Rugova, por lo que la presidencia pasó a ser desempeñada, en funciones, por el presidente del Parlamento, Nexhat Daci. El histórico dirigente falleció en un periodo decisivo para Kosovo, cuando la definición de su futuro estatuto, que habría de ser aprobado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se antojaba próxima. Las negociaciones para ello eran auspiciadas por la ONU, que había nombrado como mediador en las mismas al ex presidente finlandés Martti Ahtisaari. Al mes siguiente del fallecimiento de Rugova, Kosovo pasó a estar presidido por el secretario general de la LDK, Fatmir Sejdiu, propuesto por su partido y aceptado para el cargo por el Parlamento kosovar.
En enero de 2007, Ahtisaari presentó un plan para la futura organización del territorio. Kosovo podría firmar tratados y solicitar su ingreso en organismos internacionales, así como disponer de fuerzas armadas ligeras (extremos que apuntaban a una situación de cuasi independencia, aunque tal término no se mencionara), quedando provisionalmente bajo supervisión internacional; se dotaría de un amplio marco de autonomía a la minoría serbia (creándose municipalidades específicas) y se garantizaría el respeto a su identidad cultural e histórica. Esta propuesta fue rechazada en febrero por el Parlamento de Serbia (cuya nueva Carta Magna, promulgada en noviembre de 2006, consideraba a Kosovo como parte inalienable de su territorio nacional), en tanto que recibió la unánime aprobación del Parlamento kosovar en abril.
En las elecciones celebradas en noviembre de 2007, se impuso el Partido Democrático de Kosovo, que obtuvo el 34% de los votos (por el 22% de la LDK). Gracias a estos resultados, Hashim Thaci, líder de la formación vencedora, se convirtió en primer ministro en enero de 2008. La participación serbia fue baja y respondió al llamamiento del gobierno de Serbia para boicotear aquellos comicios. El Partido Democrático de Kosovo anunció pronto su intención de declarar la independencia de la provincia, pero la Unión Europea (UE) solicitó cautela y requirió que la posible independencia del territorio fuera un proceso supervisado por la comunidad internacional.
Finalmente, el 17 de febrero de 2008, el Parlamento kosovar aprobó la declaración de independencia de la República de Kosovo. Durante los siguientes días, la reacción exterior quedó polarizada entre aquellos estados que reconocieron la independencia (por ejemplo, Estados Unidos y parte de los países de la UE) y los que la rechazaron (como Serbia y Rusia).