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lunes, 9 de agosto de 2010

Japón

Japón (nombre oficial, Nihon o Nippon Koku, Japón), monarquía constitucional situada en el este de Asia, que comprende cuatro grandes islas, así como las islas Ryūkyū y más de 1.000 islas menores adyacentes. Limita al norte con el mar de Ojotsk, al este con el océano Pacífico, al sur con el océano Pacífico y el mar de la China Oriental, y al oeste con el estrecho de Corea y el mar del Japón (mar Oriental). Las islas japonesas se extienden en un arco irregular desde la isla de Sajalín (perteneciente a Rusia) a la isla de Formosa (Taiwan). El propio Japón consta de las grandes islas de Hokkaidō, la más septentrional, Honshū, la isla principal, Shikoku, y Kyūshū, la más meridional. En conjunto, estas islas tienen una superficie total de unos 362.000 km²; añadiendo las numerosas pequeñas islas cercanas, la extensión de Japón es de 377.837 km². Tokio es la capital y mayor ciudad del país.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ocupó las islas Kuriles, situadas al norte de Hokkaidō y conocidas con el nombre de Chishimaretto durante la hegemonía japonesa, al finalizar la II Guerra Mundial según el acuerdo alcanzado en la Conferencia de Yalta en 1945. Hasta la rendición incondicional de Japón a los aliados el 2 de septiembre de 1945, el imperio nipón controlaba, además de lo que es actualmente Japón y las islas Kuriles, un área de aproximadamente 1.651.100 km2, que englobaba Corea, Formosa, Dongbei Pingyuan (Manchuria), el territorio arrendado de Guangdong (Kwangtung), las islas Pescadores, Karafuto (la mitad meridional de Sajalín), así como las islas Marshall, las islas Marianas (excepto Guam, posesión de Estados Unidos) y las islas Carolinas, territorios bajo mandato japonés desde el Tratado de Versalles de 1919, después de la I Guerra Mundial.
Las islas de Japón son las cimas de una enorme cadena de montañas que en su origen formó parte del continente asiático, del cual se separó durante el cenozoico. La isla principal, Honshū, con una forma alargada y estrecha, tiene una anchura máxima de 241 km y una longitud de unos 1.000 km; ningún punto de Japón está a más de 161 km del mar. La costa de Japón es muy grande en proporción a la superficie de las islas y totaliza, con sus múltiples bahías y accidentes, unos 29.751 km. La costa del Pacífico es muy accidentada, debido a la acción erosiva de las mareas y de las fuertes tormentas costeras. La costa occidental de Kyūshū, en el mar de la China Oriental, es el sector más irregular de la costa japonesa. En la costa oriental, al norte de Tokio, hay algunas ensenadas navegables, pero las mejores bahías y puertos de Japón se encuentran al sur. Entre Honshū, Shikoku y Kyūshū está Seto-Naikai o mar Interior, salpicado de islas y conectado con el océano Pacífico y el mar del Japón (mar Oriental) por tres estrechos angostos a través de los que raramente pasan las tormentas oceánicas. La costa occidental de las islas de Japón, en el mar del Japón (mar Oriental), donde casi no se producen mareas, es relativamente recta y mide menos de 4.830 km; los únicos accidentes destacados en esta zona costera son las bahías de Wakasa y Toyama en Honshū.
Japón tiene un paisaje de montañas altas y valles profundos, con muchas llanuras pequeñas. Debido a la secuencia alternante de montaña y valle y a que la mayoría del suelo es rocoso, se estima que sólo el 12,9% del territorio japonés está cultivado.
Las islas japonesas ocupan una franja de 17º de latitud, y sus condiciones climáticas varían mucho. Las temperaturas tienen un promedio que oscila desde unos 5 ºC en Nemuro (Hokkaidō) hasta unos 16 ºC en Okinawa. Hokkaidō y el sector meridional de Honshū se caracterizan por veranos cortos e inviernos largos y fríos debido en gran parte a los vientos noroccidentales procedentes de Siberia y la corriente fría de Ojotsk (u Oya Shivo), que fluye hacia el sur en el mar del Japón (mar Oriental). Hacia el sur y el este de esta región la influencia de la corriente cálida de Kuro-Shivo modera los inviernos. En Shikoku, Kyūshū y en el sur de Honshū los veranos son cálidos y húmedos, casi subtropicales, y los inviernos son templados con pocas nevadas. Japón se encuentra en el camino de los monzones surorientales, que aportan bastante de la humedad en verano. Las precipitaciones anuales varían desde unos 1.015 mm en Hokkaidō hasta 3.810 mm en las montañas del centro de Honshū. Desde junio hasta octubre tienen lugar ciclones tropicales, también llamados tifones: pueden causar graves daños, sobre todo a los barcos.
Los veranos húmedos y cálidos son la causa de la gran variedad y exuberancia de la flora japonesa. Se pueden encontrar más de 17.000 especies de plantas con o sin flores, muchas de ellas muy cultivadas y muy populares, como los ciruelos blancos y rojos, los cerezos, azaleas, peonías, lotos y, en especial, los crisantemos, la flor nacional de Japón. Otras especies importantes son la pimpinela, la campánula, el gladiolo y muchas variedades de lilas. Hay pocas flores silvestres.
La variedad de árboles predominante en Japón es la conífera; una especie común es el sugi, o cedro japonés, que puede alcanzar los 46 m de altura. Otras perennifolias notables son el alerce, la pícea y muchas variedades de abetos. En Kyūshū, Shikoku y el sur de Honshū crecen árboles subtropicales como el bambú, el árbol del alcanfor y el árbol de la cera, y se cultiva la planta del té. Los árboles del centro y del norte de Honshū son los típicos de la zona templada, como hayas, sauces, castaños y coníferas; el árbol de la laca y la morera se cultivan extensivamente y el ciprés, el tejo, el boj, el acebo y el mirto son abundantes. En Hokkaidō la vegetación es subártica y similar a la del sur de Siberia; la pícea, el alerce y el abeto meridional son los árboles más comunes, aunque hay ejemplares de alisos, álamos y hayas. Los frutales más comunes en Japón son los melocotoneros (durazneros), los perales y los naranjos.
Los japoneses practican un tipo único de jardinería paisajística, en el que reproducen en miniatura los paisajes naturales de forma estilizada. También cultivan árboles enanos, como el cerezo y el ciruelo que, mediante podas cuidadosas, mantienen una altura de unos 30 cm. Especialmente famosos son los bonsáis, plantas ornamentales sometidas a técnicas de cultivo que impiden su crecimiento mediante corte de raíces y poda de ramas.
En comparación con su flora exuberante, la fauna de Japón es más escasa aunque cuenta con al menos 140 especies de mamíferos, 450 especies de aves y una amplia variedad de reptiles, batracios y peces. El único primate mamífero es el mono de cara roja, el macaco japonés, que se encuentra en todo Honshū. Entre los carnívoros destacan el oso rojo, el oso negro y el oso pardo. Son frecuentes los zorros y tejones y otros animales con pelo, como el jabalí, la marta, el visón japonés, la nutria, la comadreja y distintas variedades de focas. Las liebres y los conejos y otros roedores como las ardillas, las ardillas voladoras, las ratas y los ratones son numerosos, aunque no hay ratones caseros. Hay muchas variedades de murciélagos; entre los insectívoros destacan el topo japonés y la musaraña. De las dos especies de ciervos la más común es el pequeño ciervo japonés, que tiene el pelo blanco moteado en el verano y pardo en invierno.
El gorrión, la golondrina casera y el tordo son las aves más comunes de Japón. Las aves acuáticas constituyen casi el 25% de las especies conocidas y aparecen especies como la grulla, la garza, el cisne, el pato, el cormorán, la cigüeña y el albatros. Las aves canoras son numerosas; el camachuelo y dos variedades de ruiseñores son los más conocidos. Otras aves comunes son el petirrojo, el cuco, el pájaro carpintero, el faisán y la paloma.
En las aguas costeras de Japón abundan los peces, que se capturan en enormes cantidades y son consumidos como pescado fresco o en conserva o utilizados para la fabricación de fertilizantes. También son comestibles diversas especies de algas.
Los actuales japoneses son esencialmente mongoloides, al igual que los chinos y coreanos, aunque algo más bajos. Los ainus, individuos de un pueblo caucásico que en la actualidad reside en Hokkaidō, suponen el único grupo foráneo significativo, pero en la actualidad sus miembros están mezclados con japoneses. Japón es una sociedad urbana industrializada y más de las tres cuartas partes de la población viven en áreas metropolitanas. El japonés es el idioma oficial, pero además muchos japoneses utilizan el inglés.

Las principales religiones de Japón son el sintoísmo, una religión basada en la veneración a los antepasados y a la naturaleza, con unas 200 sectas y denominaciones, y el budismo, con unas 207 tendencias y escuelas. Algo menos del 4% de la población profesa el cristianismo, representado en Japón por el protestantismo, el catolicismo y la Iglesia ortodoxa griega. En la segunda mitad del siglo XIX se declaró el sintoísmo como religión del Estado, haciendo hincapié en la divinidad del emperador, al que estaban obligados a reverenciar todos los japoneses, con independencia de su afiliación religiosa. En 1946, las autoridades aliadas de ocupación acabaron con la oficialidad del sintoísmo. El 1 de enero de 1946, el emperador Hiro-Hito renunció a todas las pretensiones a la divinidad. La Constitución promulgada en 1947 restableció la absoluta libertad de culto.
En las últimas décadas, la economía japonesa se ha expandido rápidamente. La base industrial del país, que antes se basaba en las industrias ligeras, recae ahora en las industrias pesadas, químicas y electrónicas, que juntas constituyen al menos los dos tercios del valor total de las exportaciones anuales. En 2006 el producto interior bruto (PIB) fue de 4.368.435 millones de dólares, uno de los mayores del mundo. La renta per cápita es de 34.193,60 dólares. El presupuesto nacional estimado para 1993 establecía unos ingresos de 892.795 millones de dólares y 896.052 millones de dólares de gastos.
Antes y durante la II Guerra Mundial, la mayor parte de la economía japonesa estaba controlada por una docena de familias acaudaladas, denominadas colectivamente como zaibatsu (‘camarillas ricas’). Las familias más importantes fueron Mitsui, Iwasaki (operando bajo el nombre de la compañía Mitsubishi), Sumitomo y Yasuda; controlaron la mayoría de las industrias de carbón, hierro, pulpa y aluminio. En 1945 y 1946, las autoridades aliadas de ocupación disolvieron la propiedad familiar de estos inmensos consorcios industriales, aunque las empresas permanecieron intactas y aumentaron incluso en poder económico al englobar otras actividades, como los transportes por vía marítima, la banca y otras industrias.
El Banco de Japón, establecido en 1882, es el banco central, actúa como agente fiscal del gobierno y es el único emisor de moneda. Más de 85 bancos comerciales constituyen el núcleo del sistema financiero japonés. La Bolsa de Tokio es uno de los principales mercados bursátiles del mundo. La unidad monetaria de Japón es el yen dividido en 100 sen (116,30 yenes equivalían a 1 dólar estadounidense en 2006).

Dos crónicas semimíticas, el Kojiki (Relación de cuestiones antiguas) y el Nihon shoki o Nihongi (Crónicas de Japón), el primero compilado en el 712 d.C. y el segundo en el 720 d.C., son los registros más antiguos de la historia japonesa que han llegado a nuestra época, además de los informes chinos. Estas crónicas hablan de sucesos acaecidos entre el siglo VII a.C. y el siglo VII d.C. Estas crónicas y otras colecciones de leyendas son las fuentes principales para conocer la historia antigua de Japón. El Nihon shoki relata que en el 660 a.C. Jimmu, descendiente de Amaterasu (diosa del sol en el sintoísmo) subió al trono y así fundó el Imperio Japonés.

Los primeros colonos del archipiélago japonés probablemente procedieran de la zona oriental de Siberia durante el paleolítico, alrededor del año 3000 a.C., pero la evidencia lingüística sugiere que también llegaron algunos colonizadores de las islas polinesias. Puede también que los ainus hubieran llegado al archipiélago durante esta primera fase, pero en los primeros tiempos predominaron los protojaponeses de raza mongoloide, a pesar de que teorías actuales consideran que los ainus pueden haber sido los habitantes originales.
Tradicionalmente, las capitales imperiales niponas se trasladaban después de la muerte del soberano siguiendo rituales sintoístas. En el 710, la capital cambió de Asuka a Heijo-kyo (actual Nara) y la costumbre desapareció. Bajo el emperador Shomu (reinó desde el 715 hasta el 756) y su consorte Fujiwara, Japón experimentó un gran florecimiento cultural. El Gran Buda (finalizado en el 752), construido en el que es todavía el mayor templo de madera del mundo, simbolizó la devoción al budismo del Japón Nara. Se establecieron conexiones extensivas con la dinastía Tang de China y Japón se convirtió en el extremo oriental de la Ruta de la Seda. Posteriormente, el sistema ritsu-ryo fue modificado en el 743 para alentar el desarrollo de las nuevas tierras de labor mediante la concesión de los derechos completos de propiedad a cualquiera que los explotara. Esta medida permitió que las grandes familias y templos vieran el camino abierto para asegurar su independencia y poder.
El periodo Nara fue prolífico en hitos de tradiciones nativas: la realización de dos historias nacionales, Kojiki y Nihon shoki, la compilación de la primera gran antología poética, el Man’yoshu (‘Antología de Innumerables Hojas’) y la proliferación del arte budista. Un devoto budista, Shomu, trabajó para unir el Estado y el clero y creó problemas a sus sucesores. El sistema ritsu-ryo funcionó bien, pero el poder secular de los grandes templos fue incrementándose de forma gravosa para la casa imperial. Por último, en el 784, el emperador Kammu (reinó desde el 781 hasta el 806) se separó de la influencia de los templos de Nara al trasladar la capital imperial primero a Nagaoka-kyo y tres años después a Heian-kyo (posteriormente Kioto), que hasta 1868 fue la capital titular.
Denominado así por la nueva capital, este periodo introdujo a Japón en 350 años de paz y prosperidad. Hacia el siglo IX, la corte de Yamato gobernaba todas las islas principales de Japón excepto Hokkaidō, aunque las campañas de pacificación prosiguieron para someter a los habitantes aborígenes del norte de Honshū. Sin embargo, durante el siglo IX, los emperadores comenzaron a retirarse del gobierno activo; delegando los asuntos de gobierno en sus subordinados, se retiraron de la vida pública y, a la vez, se les consideró más como abstracciones que directores de la vida nacional, en parte debido a los onerosos deberes rituales impuestos al emperador como cabeza del culto estatal sintoísta. El retiro de los emperadores estuvo acompañado por el aumento de poder de la familia Fujiwara cuyos miembros, en el año 858, se convirtieron en los amos virtuales de Japón y mantuvieron su poder durante los tres siglos siguientes monopolizando los altos cargos cortesanos y controlando a la familia imperial mediante el matrimonio de sus hijas con emperadores generación tras generación, a los que se les animaba a retirarse pronto en favor de los sucesores infantiles dominados por los regentes Fujiwara. En el 884, Fujiwara Mototsune pasó a ser el primer dictador civil oficial (kampaku). El más destacado de los dirigentes Fujiwara fue Fujiwara Michinaga, cuyas cinco hijas se casaron sucesivamente con emperadores y desde el 995 hasta 1028 dominó la corte.
El periodo de supremacía Fujiwara estuvo marcado por el gran florecimiento de la cultura japonesa y por el crecimiento de una civilización muy influida, pero no dominada, por la china, que fue su origen. El Kokinshu (‘Antología de poemas antiguos y modernos’), primera de las grandes antologías poéticas imperiales, fue compilado en el 905. Se considera que la dictadura de Michinaga fue la época de esplendor de la literatura japonesa en la que destacaron las cortesanas Murasaki Shikibu y Sei Shonagon, dos de las grandes escritoras de la época. Las principales sectas del budismo, el Tendai y el Shingon, consiguieron una inmensa riqueza y poder y se convirtieron en mecenas de las artes. El carácter del gobierno también cambió bajo los Fujiwara aumentando la centralización de la administración al tiempo que el país se dividió en grandes estados nobiliarios de carácter hereditario, libres de impuestos o unidos a los grandes templos budistas. La mayoría de los campesinos estaban dispuestos a unir sus tierras a estos estados para escapar de los impuestos excesivos de las tierras públicas que les habían repartido, por lo que los grandes dominios privados se extendieron por todo el país.
La hegemonía Fujiwara decayó después de la muerte de Michinaga en el 1028. A mediados del siglo XI, los Fujiwara perdieron el monopolio de las consortes imperiales y los emperadores retirados se convirtieron en el núcleo de un nuevo sistema de ‘gobierno de claustro’, por el que los emperadores abdicaban después de realizar votos budistas y dejaban la administración en favor de los emperadores reinantes. Mientras tanto, en las provincias surgieron grupos locales de guerreros o samurái que defendían a sus dueños aristocráticos favoreciendo la creación de un sistema profeudal. Los dirigentes de estos grupos solían ser miembros de los clanes Taira y Minamoto, ambos fundados por príncipes imperiales, o de grupos aristocráticos similares que habían buscado nuevas riquezas y oportunidades fuera de Kioto. Los guerreros Taira adquirieron su fama y poder en el suroeste; los Minamoto, en el este. En el siglo XII, los dos grandes clanes militares extendieron su poder a la corte, iniciando una lucha por el control de Japón.
En 1156, una guerra civil (el Disturbio Hogen), estalló entre los emperadores retirados y reinantes y las ramas asociadas de la familia Fujiwara, dando entrada a los clanes militares. Después de la segunda guerra, el Disturbio Heiji (1159-1160), los Taira aplastaron a los Minamoto y tomaron el control de Japón, antes en manos de los Fujiwara. El dirigente Taira, Taira Kiyomori, fue nombrado ministro jefe en 1167 y, modelando sus políticas en las de los Fujiwara, monopolizó los cargos de la corte con los miembros de su familia y casó a su hija con un príncipe imperial; su hijo pequeño Antoku se convirtió en emperador en 1180. En el mismo año, un dirigente superviviente Minamoto, Minamotono Yoritomo, erigió su cuartel en Kamakura, en el este de Japón, y comenzó un levantamiento que después de cinco años de guerra civil, en la batalla naval de Dannoura (1185), cerca de lo que hoy en día es Shimonoseki, en el mar Interior, derrotó y expulsó a los Taira. Yoritomo se convirtió en el dirigente de Japón, finalizando la era de administración imperial e inaugurando una dictadura militar que dirigió Japón los siete siglos siguientes.
Enfatizando la casi completa ruptura entre las formas de gobierno civil y militar, Yoritomo permaneció en Kamakura, y utilizó su cuartel de campo, el bakufu (en japonés, ‘gobierno de tienda’), como núcleo de su nueva administración. En adelante, el feudalismo japonés se desarrolló hasta que fue más fuerte que la administración imperial. Yoritomo nombró guardias y administradores que dirigieran las provincias y los estados hacendados en paralelo con los gobernantes y propietarios oficiales. En 1192, creó el cargo del Seiitaisogún (‘gran general bárbaro dominado’), por lo general abreviado como sogún, el comandante militar en jefe, con autoridad para actuar contra los enemigos del emperador en cualquier momento. Mediante esta red militar, Yoritomo era ya el dirigente virtual de Japón, así como dirigente titular de su sogunado, ante el que el emperador y su corte carecían de poder. Kamakura se convirtió en sede del poder real, gobierno verdadero, mientras que Kioto permaneció como la corte titular sin ningún poder.
En 1219, la familia Hojo, mediante una serie de conspiraciones y asesinatos que eliminaron a los herederos Minamoto y a sus seguidores, pasaron a ser los dirigentes militares de Japón. Ningún Hojo fue sogún; en su lugar, la familia nombró sogunes figurados, a veces niños pequeños, mientras un dirigente Hojo gobernaba como shikken (regente), con poder real.
A pesar de la conclusión violenta de la larga paz Heian, el Japón Kamakura fue fértil culturalmente. La trágica caída de los Taira se inmortalizó en una epopeya bélica, el Heike monogatari (‘Los relatos del clan Taira’, c. 1220). La tradición poética clásica quizás alcanzó su punto más alto con la compilación realizada en 1205 del Shin kokinshu (‘Nueva antología de poemas antiguos y modernos’) por Fujiwara Teika bajo el emperador Go-Toba. Las nuevas formas de budismo, especialmente las escuelas de la Tierra Pura y Zen, se extendieron y alcanzaron mayor popularidad que las sectas más antiguas. Las sectas Zen y los dirigentes militares honrados estimularon la escultura vigorosa de Unkei y sus sucesores.
Desde 1333 hasta 1336, Daigo II Tenno intentó restaurar la administración imperial. Sus ideas reaccionarias predestinaron su fracaso y Ashikaga Takauji se sublevó, instaló su propio candidato a emperador y expulsó a Daigo de Kioto, que se refugió en Yoshino; sus seguidores se trasladaron a Yoshino, una región al sur de Nara, en Honshū, y establecieron una corte rival. En 1338, Takauji se convirtió en sogún y erigió su propio bakufu en Kioto. El distrito Muromachi de Kioto (que pasó a ser la sede del sogunado de Ashikaga), dio su nombre al periodo de su gobierno. La guerra civil entre Daigo y sus sucesores y los emperadores controlados por los Ashikaga continuó durante 56 años. Por fin, en 1392, un enviado Ashikaga persuadió al emperador verdadero en Yoshino para abdicar y renunciar a las insignias imperiales sagradas. Con sus candidatos reconocidos como emperadores de derecho, los sogunes Ashikaga fueron, en teoría, los dirigentes legítimos de todo Japón, aunque nunca pudieron ejercer el control absoluto sobre los poderosos daimio. El tercer sogún Ashikaga, Yoshimitsu, se distinguió por su enérgico gobierno y por patrocinar la obra Zeami de teatro nō. En general, el periodo Muromachi fue uno de los más refinados temas artísticos y literarios. Esta época también vio el desarrollo del budismo como fuerza política; durante algunos siglos, los monasterios budistas habían sido tan ricos y poderosos que fueron grandes fuerzas en el país, cambiando la tendencia de los enfrentamientos medievales con sus ejércitos fuertes y sus monasterios fortificados.

El vibrante pero caótico Japón del periodo de los Estados Opuestos fue finalmente reunificado en el siglo XVI, en el periodo Azuchi-Momoyama, una época corta de intenso cambio, que recibió este nombre por los magníficos castillos (aunque pronto destruidos) de las dos figuras principales, Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi. Su esplendor, realzado por las brillantes pinturas de Kano Eitoku, representa el vigor de la época. Oda, un general descendiente de los Taira, inauguró el periodo sometiendo a otros daimio y entrando en Kioto en 1568 para nombrar un sogún afín, que fue expulsado de Kioto en 1573 cuando intentó adquirir mayor autonomía. Oda acabó con el poder de los monasterios entre 1570 y 1580 y anuló el budismo como fuerza política; combinó la sabia administración de las tierras sojuzgadas con la persecución implacable a sus oponentes. En 1582 Oda murió a manos de un vasallo agraviado y Toyotomi Hideyoshi —un campesino que se había convertido en uno de los comandantes de Oda— tomó el poder y hacia 1590 unió todo Japón bajo su mandato. El último sogún Ashikaga abdicó en 1588, e Hideyoshi aseguró su gobierno mediante una administración sistemática: las tierras se midieron y los impuestos se racionalizaron en función a la producción de arroz; los campesinos fueron confinados a sus poblaciones y desarmados. Convencido de que el cristianismo ponía en peligro su régimen, Hideyoshi comenzó a perseguir a los cristianos japoneses. Sin embargo, nunca estableció el control completo sobre los daimio y fracasó en sus intentos de ocupar Corea en 1592 y en 1597. Hideyoshi murió en 1598 y sus vasallos pronto rompieron su juramento de lealtad a su hijo menor y comenzaron a pelearse por la sucesión. Finalmente, en 1600, Tokugawa Ieyasu venció a sus rivales en la batalla de Sekigahara, y se convirtió en el dirigente indiscutible de todo el país.
Ieyasu se nombró sogún en 1603, redujo al heredero de Hideyoshi a un humilde cargo provincial y estableció su capital en Edo (después Tokio) que se convirtió en un corto periodo de tiempo en la ciudad más grande de Japón y experimentó un desarrollo cultural, económico y político. Ieyasu se retiró como sogún titular en 1605 para concentrarse en consolidar el gobierno de su dinastía que culminó en 1615 cuando tomó el castillo de Osaka de la familia Toyotomi. En 1615, Ieyasu promulgó también nuevos códigos legales, que establecieron la organización feudal planeada por Hideyoshi y proporcionaron a Japón unos 250 años de paz.
Según los códigos de Ieyasu (el denominado sistema bakuhan), los feudos daimio (han) y sus administradores, así como el emperador y su corte, se pusieron bajo el estricto control Tokugawa. Cada daimio estaba dirigido por un gobernador supremo dentro de su feudo, que debía jurar fidelidad al sogún, dejar a su familia como rehenes en Edo y asistirle personalmente en años alternativos. Las confiscaciones de tierra realizadas después de la batalla de Sekigahara convirtieron a la familia Tokugawa en la más rica de Japón, ya que pasó a controlar la cuarta parte de la tierra del país, bien de forma directa o a través de sus vasallos inmediatos. Se estableció una jerarquización de los daimio de acuerdo con sus relaciones con los Tokugawa y los más sospechosos de estos, como los grandes feudos occidentales de Satsuma y Choshu, fueron vigilados por feudos fieles estratégicamente localizados. El derecho de confirmar la propiedad de cada daimio en lo sucesivo fomentó el poder del sogunado. Las clases sociales se estratificaron de forma rígida en cuatro grupos principales: guerreros, campesinos, artesanos y mercaderes. Los samuráis componían la aristocracia guerrera y gozaban de varios privilegios mientras que los campesinos se organizaron en grupos y poco a poco quedaron fijados a la tierra, pagando impuestos en dinero o especie y otros servicios feudales. La forma de feudalismo establecida por Ieyasu y los sucesivos sogunes Tokugawa se mantuvo hasta el final del periodo feudal a mediados del siglo XIX.
Otro resultado de la dominación Tokugawa fue el aislamiento impuesto a Japón repecto a Occidente. Los comerciantes portugueses, españoles y holandeses habían visitado Japón cada vez más a menudo en el siglo XVI; los sogunes Tokugawa consideraron el cristianismo como potencialmente subversivo y, desde 1612, se persiguió a los cristianos. A los españoles se les denegó el permiso de desembarcar en Japón después de 1624 y, en la década siguiente, una serie de edictos prohibieron el comercio exterior, e incluso la construcción de grandes barcos. Solamente se permitió permanecer en Japón a un pequeño grupo de holandeses, restringidos a la isla artificial de Dejima en el puerto de Nagasaki y limitando sus actividades. Continuó el comercio con China, aunque con una regulación ajustada.
Durante los dos siglos siguientes las formas del feudalismo se mantuvieron estáticas. El bushido, el código de los guerreros feudales, se convirtió en el estandarte de la conducta para los grandes señores y la clase acomodada de los samuráis que actuaron como sus partidarios y administradores. La cultura de Edo, cerrada a la influencia exterior, fue muy activa y produjo el teatro kabuki, el arte de Honami Koetsu y la escuela Ukiyo-e, y la literatura de Ihara Saikaku y Matsuo Basho. El confucianismo pasó a ser la nueva ideología del gobierno, lo que provocó una fuerte reacción tradicionalista y una defensa del nacionalismo proimperial.
A pesar de esto, las nuevas condiciones sociales y económicas de las islas durante el siglo XVIII comenzaron a indicar el inevitable colapso del rígido feudalismo. La población creció rápidamente y agotó hasta el límite los recursos agrícolas. Las comunicaciones internas, el comercio y la economía monetaria aumentaron y se desarrollaron gracias al aumento de la riqueza de los daimio, mientras que los mercaderes ricos aumentaron su poder social y político, constituyendo el grupo más importante de la jerarquía social Tokugawa. Durante el siglo XVIII, Edo, con un millón de habitantes, era la mayor ciudad del mundo, centro de una de las economías más avanzadas y prósperas del mundo preindustrial. A la vez, los disturbios del campesinado se hicieron más frecuentes bajo la presión de la carencia de alimentos.
El nacimiento de la conciencia japonesa del mundo exterior se reconoció en 1720, cuando el sogún Yoshimune revocó la proscripción de los libros europeos. A principios del siglo XIX, las visitas de los europeos, en su mayoría comerciantes y exploradores, se hicieron cada vez más frecuentes, aunque la prohibición era todavía oficial. Los libros y las ideas extranjeros se empezaron a filtrar en Edo, como el pigmento azul de Prusia y el sistema de perspectiva utilizado por los artistas Ukiyo-e. Estados Unidos estaba ansioso por firmar un tratado de amistad y, si fuera posible, de comercio con Japón, con el fin de asegurar la liberación de los balleneros estadounidenses retenidos en la costa japonesa y abrir los mercados japoneses. En 1853, el gobierno estadounidense envió una misión formal a Japón, dirigida por el comodoro Matthew Calbraith Perry al mando de una escuadra de guerra. Después de extensas negociaciones, y ante la amenaza militar estadounidense, Perry y los representantes del emperador firmaron el Tratado de Kanagawa (1854), que abría varios puertos a Estados Unidos y admitía la presencia de un cónsul estable en la capital. En 1858, se alcanzó un acuerdo comercial al que siguieron otros con varias potencias occidentales bajo presión.
Los tratados daban considerables privilegios a los occidentales, como la extraterritorialidad, y la debilidad del sogunado al realizar esas concesiones fue causa de gran resentimiento entre la población. Los jefes militares japoneses comprobaron lo anticuado de su armamento en comparación con el occidental y no presentaron, en principio, ninguna resistencia. No obstante, inmediatamente se desarrolló un sentimiento contra los extranjeros y los ataques a los comerciantes foráneos empezaron a ser comunes en la década de 1860. Los dirigentes de este movimiento xenófobo y antioccidental eran jóvenes samuráis de Satsuma, Choshu y de otros grandes feudos occidentales, simpatizantes de la restauración del poder imperial bajo el lema sonno joi (‘venerad al emperador, expulsad a los bárbaros’). Con el apoyo del emperador que residía en Kioto, iniciaron ataques militares y navales a los barcos extranjeros fondeados en los puertos japoneses; los intentos del sogunado para contenerlos fueron inútiles, pero este movimiento fue sofocado por la propia reacción occidental, que en 1864 bombardeó Shimonoseki como represalia. La evidencia de la hegemonía militar occidental hizo que los señores de Choshu y Satsuma tomaran la iniciativa y propusieran nuevas estructuras gubernamentales para enfrentarse a la amenaza imperialista de Occidente. Según un plan de compromiso, el último sogún, Tokugawa Yoshinobu, dimitió en 1867 mientras que los radicales proimperiales decidieron forzar la situación, rodearon el palacio imperial de Kioto el 3 de enero de 1868 y proclamaron la restauración imperial.
Los ejércitos de los feudos de Satsuma, Choshu y Tosa, que ahora componían las fuerzas imperiales, sometieron a los seguidores de los Tokugawa, poco después aseguraron la Restauración Meiji. El joven emperador, Mutsuhito, recuperó la posición de verdadero dirigente del gobierno y adoptó el nombre de Meiji Tenno (‘gobierno ilustrado’) para designar su reinado, aunque su función principal consistió en actuar como talismán de la soberanía mientras varios dirigentes de Choshu y Satsuma monopolizaron las posiciones ministeriales alrededor del trono que legitimaba la transformación de Japón. La capital real fue transferida a Edo, denominada ahora Tokio (‘capital oriental’). En 1869, los señores de los grandes clanes de Choshu, Hizen, Satsuma y Tosa rindieron sus feudos al emperador y, después de varias entregas realizadas por otros clanes, un decreto imperial de 1971 abolió todos los feudos y en su lugar creó prefecturas administrativas centralizadas, con los antiguos señores como gobernadores.
Durante este periodo, Japón logró mantenerse al margen del imperialismo europeo que, en esa época, había engullido a otros países asiáticos. Mediante una imitación concertada de la civilización occidental en todos sus aspectos, se propusieron hacer de Japón una potencia mundial, bajo el lema fukoku kyohei (“enriqueced el país, fortaleced el Ejército”); oficiales franceses se encargaron de la remodelación del Ejército, los marinos británicos reorganizaron la Armada y los ingenieros holandeses supervisaron las nuevas construcciones en las islas. Se enviaron varios especialistas japoneses para analizar los gobiernos extranjeros y para seleccionar sus mejores características que se aplicarían en Japón; se redactó un nuevo código penal a imagen del francés, se estableció un Ministerio de Educación en 1871 para desarrollar un sistema educativo basado en el de Estados Unidos, que fomentaría una ideología nacionalista y la exaltación del emperador a partir del desarrollo del sintoísmo. El país experimentó un rápido crecimiento industrial bajo la supervisión del gobierno. En 1872, se decretó el servicio militar universal y, unos años después, en 1877, un decreto abolió la clase de los samuráis, no sin un trágico enfrentamiento entre los soldados y los samuráis en Satsuma.

La oligarquía Choshu-Satsuma impuso cambios desde arriba en el sistema político y no fueron el resultado de las demandas políticas del pueblo. El campesinado continuó sufriendo la mayoría de los gravosos impuestos estatales y las revueltas continuaron en el siglo XX. No obstante, se intentó crear un régimen constitucional que reforzara el país y mejorara su situación general. Se organizó un gabinete a imagen del alemán en 1885, con Ito Hirobumi como primer ministro, y se creó un consejo privado en 1888, ambos responsabilidad del emperador. La nueva Constitución, redactada por Ito tras una investigación de las constituciones de Europa y Estados Unidos, se promulgó en 1889 y establecía una Dieta bicameral formada por la Cámara de Pares con 363 miembros y una cámara baja con 463 miembros elegidos por los ciudadanos que pagaban impuestos anuales directos no inferiores a 15 yenes. Se salvaguardaron cuidadosamente los poderes del emperador al que se le permitía promulgar decretos leyes, tener la potestad para declarar la guerra o alcanzar la paz y disolver o suspender la actividad de las cámaras. La Constitución ofrecía más libertad y seguridad a los propietarios que el sistema Tokugawa, además de posibilidades para discusiones políticas, pero no dejó claros los límites del poder ejecutivo. Posteriores ordenanzas confirmaron la importancia de los ministros del Ejército y de la Armada, cuyos titulares debían ser oficiales en servicio, los cuales, de forma paulatina, adquirieron derechos de veto sobre la formación de gabinetes y una gran influencia política.
El Imperio también se embarcó en una política exterior expansiva. En 1879, Japón había tomado las islas Ryūkyū, protectorado japonés desde 1609, y las designó como prefectura de la isla de Okinawa. La lucha por el control de Corea fue el siguiente paso en la expansión japonesa. Los conflictos con China en Corea finalizaron en la Guerra Chino-japonesa (1894-1895), en la que las modernizadas fuerzas niponas derrotaron pronto a los chinos. Según los términos del Tratado de Shimonoseki de abril de 1895, China cedía a Japón Taiwan (Formosa) y Pescadores, además de una gran indemnización monetaria. El tratado otorgó la península de Liaodong, en el sur de Dongbei Pingyuan (Manchuria), a Japón, pero la intervención de Rusia, Francia y Alemania obligó a Japón a aceptar una indemnización adicional en su lugar.
El decisivo triunfo japonés indicó al mundo que estaba emergiendo una nueva y fuerte potencia en el Lejano Oriente. Como preliminares para establecer negociaciones de plena igualdad con las grandes potencias, Japón, en 1890, había revisado sus códigos criminal, civil y comercial siguiendo modelos occidentales desde donde demandar la revocación de las cláusulas de extraterritorialidad de sus tratados, lo que se consiguió en 1899. En 1894, Estados Unidos y Gran Bretaña fueron las primeras naciones en reconocer la libertad comercial del Imperio Japonés.
El emperador Meiji falleció en 1912 y le sucedió el emperador Taisho. En agosto de 1914, tras el estallido de la I Guerra Mundial, Japón envió un ultimátum a Alemania, solicitando la evacuación del territorio de Jiaozhou (Kiaochow), en el noreste de China. Cuando Alemania se negó a cumplirlo, Japón entró en la guerra del lado de los aliados. Las tropas niponas ocuparon las posesiones alemanas de las islas Marshall, Carolinas y Marianas en el océano Pacífico. En 1915, el Imperio presentó las Veintiún Demandas a China, que solicitaba privilegios industriales, mineros y ferroviarios y que obligaba a China a no alquilar ni ceder ningún territorio costero frente a Taiwan a ningún país que no fuera Japón. Estas peticiones, algunas de las cuales fueron rápidamente garantizadas, fueron la primera declaración de una política de dominación sobre China y el Lejano Oriente. Un año después, en 1916, China cedió los derechos comerciales de Mongolia interior y el sur de Dongbei Pingyuan (Manchuria) a Japón.
Como resultado del acuerdo de paz de la I Guerra Mundial, Japón recibió las islas del Pacífico que había ocupado como mandato de la Sociedad de Naciones, organización de la que el emperador nipón fue uno de los miembros fundadores. Japón también recibió el territorio de Jiaozhou, pero fue devuelto a China como resultado del Tratado de Shandong (Shantung), realizado durante la Conferencia de Washington en 1922. Esta conferencia también dio como resultado el cambio de la alianza anglo-japonesa por el Tratado de las Cuatro Potencias, por el que Japón, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos se comprometían a respetarse los territorios del océano Pacífico y consultarse si se amenazaban sus derechos territoriales, y el Tratado de las Nueve Potencias (Bélgica, Gran Bretaña, Países Bajos, Portugal, Japón, Francia, Italia, China y Estados Unidos), en el que los signatarios respetaban la integridad territorial y la soberanía de China. Un tratado adicional entre Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Francia e Italia acordó limitar los efectivos navales: la Armada japonesa se limitó a 315.000 toneladas.
Con la adopción de los tratados de Shandong y de las Nueve Potencias, Japón demostró una actitud conciliadora hacia China, a pesar de los intereses comerciales japoneses en ese país. Las relaciones con Rusia, que se habían vuelto tirantes tras la Revolución Rusa de 1917 y la posterior invasión de Siberia y el norte de Sajalín por los japoneses en 1918, se hicieron más amistosas después de que Japón reconociera el régimen soviético en 1925. Esta actitud menos agresiva por parte de Japón se debió en parte al éxito de grupos liberales en la política interior, estimulados por la victoria de las naciones en la I Guerra Mundial.
El primer ministro de uno de estos partidos políticos recién creados, Hara Takashi, tomó posesión de su cargo en 1918 y, a pesar de su asesinato en 1921, la era Taisho se recuerda como la época de experimentos democráticos. Las demandas para establecer el sufragio universal masculino obligaron al gobierno a promulgar en 1919 una ley que duplicaba el electorado, alcanzando la cifra de 3 millones. En 1923, la región de Tokio y Yokohama se convulsionó por un gran seísmo, pero la rapidez con que se reconstruyó la zona demostró el vigor de la nueva sociedad industrializada. Las protestas democráticas aumentaron su intensidad y, en 1925, se garantizó el sufragio universal masculino, de manera que el electorado creció repentinamente a 14 millones de votantes. Reflejando el interés creciente en el establecimiento de un régimen democrático, durante la década de 1920, la tendencia política se orientó hacia gabinetes donde no se encontraban miembros de la oligarquía o dirigentes militares. Sin embargo, este movimiento tuvo una corta duración.
En 1926, Hiro-Hito, nieto del emperador Meiji, subió al trono. Adoptó el nombre de Showa (‘brillante armonía’) como designación oficial de su reinado, pero cuando el general barón Tanaka Giichi se convirtió en primer ministro en 1927, se reanudó la política agresiva hacia China. La fuerza que impulsó este cambio de política residía en la expansión de la industria japonesa, cuyo rápido crecimiento desde el inicio de la I Guerra Mundial (1914) requería nuevos mercados para una producción cada vez mayor. Además, la población de Japón se había duplicado desde 1868 y cada vez era mayor la necesidad de ampliar espacio y recursos. El colapso del mercado de la seda estadounidense en 1929 arruinó a muchos campesinos e incrementó la presión para realizar una acción drástica.
El 7 de diciembre de 1941 sin aviso y mientras todavía se estaban celebrando negociaciones entre los diplomáticos estadounidenses y japoneses, varias oleadas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor, en Hawaii, la principal base naval estadounidense en el Pacífico; poco después se lanzaron ataques simultáneos contra Filipinas, las islas de Guam, isla Wake y Midway, Hong Kong, Malasia británica y Tailandia. El 8 de diciembre, Estados Unidos declaró la guerra a Japón, al igual que el resto de los poderes aliados, excepto la URSS.
Un año después del éxito de estos ataques por sorpresa Japón mantenía la ofensiva en el Sureste asiático y en las islas del Pacífico Sur. El Imperio designó el Este asiático y sus alrededores como la ‘Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental’ e hizo efectiva la propaganda del lema ‘Asia para los asiáticos’. Además, los elementos nacionalistas en la mayoría de los países de Asia oriental daban apoyo tácito, y en algunos casos real, a los japoneses, porque vieron un camino aparente para liberarse del imperialismo occidental. En diciembre de 1941, Japón invadió Tailandia, a cuyo gobierno obligó a firmar un tratado de alianza. Las tropas japonesas ocuparon Birmania, Malasia británica, Borneo, Hong Kong y las Indias Orientales Holandesas. En mayo de 1942, las Filipinas cayeron en manos japonesas. Volviéndose hacia Australia y Nueva Zelanda, las fuerzas japonesas desembarcaron en Nueva Guinea, Nueva Inglaterra (ahora parte de Papúa-Nueva Guinea) y las islas Salomón. Un destacamento especial japonés también invadió y ocupó Attu, Agattu y Kiska en las islas Aleutianas frente a la costa de Alaska, en Norteamérica. Al final, la guerra se convirtió en una lucha naval por el control las vastas extensiones del océano Pacífico.
No hubo resistencia a la ocupación estadounidense de las islas japonesas. Se estableció que los objetivos de la política de ocupación eran, básicamente, la democratización del gobierno japonés y el restablecimiento de una economía industrial de tiempo de paz que cubriera la demanda de la población japonesa. MacArthur ejerció su autoridad a través del emperador y de la maquinaria de gobierno existente estableciendo la disolución de los grandes trusts industriales y bancarios, cuyos fondos fueron embargados en 1946; en 1947, se puso en marcha un programa de reforma agraria, diseñado para dar a los campesinos la oportunidad de adquirir la tierra que trabajaban, y se organizó un programa educativo siguiendo modelos democráticos. Las mujeres consiguieron el derecho a voto en las primeras elecciones tras la guerra (en abril de 1946), y 38 de ellas fueron elegidas para la Dieta japonesa. Posteriormente, la Dieta acordó un borrador de una nueva Constitución inspirada en la estadounidense, que en mayo de 1947 se hizo efectiva.
La rehabilitación de la economía japonesa fue más difícil que la reorganización del gobierno. La escasez de alimentos se había suplido con importaciones de productos de los aliados, en particular de Estados Unidos, y los severos bombardeos durante la guerra casi anularon la capacidad industrial de Japón. A principios de 1949, la ayuda dada a Japón costó a Estados Unidos más de 1 millón de dólares al día.
A comienzos de mayo de 1949, varias industrias niponas sufrieron varias huelgas, en especial la industria minera del carbón. El gobierno y MacArthur acusaron al Partido Comunista, que había conseguido 3 millones de votos en las recientes elecciones nacionales, de instigar los paros laborales con fines políticos, por lo que el gobierno realizó una investigación a gran escala de las actividades comunistas ante la protesta del delegado soviético del Consejo de Control Aliado mientras MacArthur acusaba a la URSS de fomentar el desorden en Japón a través del Partido Comunista y de una “indiferencia cruel” en la repatriación de los prisioneros de guerra japoneses. La Unión Soviética anunció en abril de 1950 que, excepto 10.000 criminales de guerra, todos los prisioneros (94.973) habían sido devueltos a Japón; de acuerdo con las cifras japonesas más de 300.000 prisioneros permanecían todavía bajo la custodia de la URSS.
Las negociaciones aliadas durante 1950 para llegar a un tratado de paz con Japón estuvieron marcadas por diferencias básicas entre Estados Unidos y la Unión Soviética en varios aspectos, especialmente si China participaría en la redacción del documento. En mayo, se eligió al estadista estadounidense John Foster Dulles, consejero del secretario de Estado, para preparar los términos del tratado. Después de un año de consultas y negociaciones con todos los países afectados, el 12 de julio de 1951 se alcanzó un tratado preliminar. La URSS mantuvo que el documento favorecía la reaparición del militarismo japonés. El gobierno estadounidense invitó a asistir a la conferencia de paz a 55 países, entre los que no se encontraban ni la China Nacionalista ni la República Popular China.
La conferencia de paz comenzó en San Francisco a principios de septiembre, con la ausencia de la India, Birmania y Yugoslavia que sí habían sido invitadas. Después de varias discusiones, 49 países, entre ellos Japón, firmaron el tratado; la URSS, Checoslovaquia y Polonia se negaron a hacerlo.
El emperador Hiro-Hito falleció en enero de 1989 y le sucedió su hijo Aki-Hito inaugurando el periodo denominado Heisei (‘de la paz conseguida’), que pronto se mostró como una época de convulsión y reforma. En abril Takeshita dimitió a causa de un escándalo por soborno; su sucesor, Uno Sosuke, también dimitió por el mismo motivo en julio y fue sustituido por Kaifu Toshiki. Los demócratas liberales ganaron las elecciones parlamentarias de febrero de 1990 a pesar de que la Bolsa de Tokio había empezado un descenso que duraría hasta mediados de 1992, cuyo índice Nikkei perdió casi dos tercios de su valor. Incapaz de hacer frente al malestar económico y sin la confianza de los miembros conservadores del partido, Miyazawa Kiichi, otro político veterano, sustituyó a Kaifu a finales de 1991, mientras que el Partido Socialista cambió su nombre por el de Partido Socialdemócrata. En 1992, se aprobó una legislación que permitía la participación de las tropas japonesas en las operaciones de paz de la ONU, antes considerado como inconstitucional.
Sobre un fondo de tensión continua con Estados Unidos por cuestiones comerciales, la confianza en el gobierno continuó su descenso mientras que los japoneses se vieron frustrados con el estancamiento de la economía nipona y la corrupción gubernamental. En junio de 1993 varios miembros del PLD, dirigidos por Hata Tsutomu y Ozawa Ichiro se escindieron para formar el Partido Renovador de Japón. En las elecciones de julio los demócratas liberales perdieron su mayoría y finalizó así un dominio del gobierno japonés que duró 38 años. Se formó una frágil coalición de siete partidos, mientras que el PLD pasó a ser el principal partido de la oposición. Hosokawa Morihiro, un antiguo demócrata liberal y dirigente del Nuevo Partido de Japón, fue elegido para encabezar el gobierno, llevando a cabo un programa de reforma electoral, que en enero de 1994 entró en vigor.
Perseguido por las acusaciones de aceptar un préstamo ilegal en 1982 y acosado por la tensión de mantener a los demócratas liberales en la coalición, Hosokawa dimitió en abril de 1994; ese mismo mes, la coalición de los siete partidos eligió a Hata como primer ministro. Poco después los demócratas liberales se retiraron de la coalición y dejaron a Hata sin la mayoría necesaria en la cámara baja de la Dieta, por lo que Hata dimitió a finales de junio. El dirigente del Partido Socialdemócrata, Murayama Tomiichi, fue elegido primer ministro, en coalición con sus antiguos enemigos, los demócratas liberales, de manera que se convirtió en la primera figura de izquierdas que dirigía Japón desde 1948. Los partidos reformistas de la oposición se reagruparon en el Partido de la Nueva Frontera, de centro derecha.
El 17 de enero de 1995 un terremoto devastó la ciudad de Kōbe, con un balance de 5.000 muertos y cientos de miles de desahuciados. El 20 de marzo el metro de Tokio se vio afectado por la difusión indiscriminada de gas sarín: murieron doce personas y resultaron afectados miles de ciudadanos. Las investigaciones comprobaron la culpabilidad de la secta Aun Shinri Kyo. La coalición gubernamental sufrió un revés importante en las elecciones locales de abril; por otro lado, el Partido de la Nueva Frontera consiguió los gobiernos de varias provincias importantes. Mientras, se mantenían los problemas económicos provocados por el fuerte valor del yen, que amenazó la recuperación económica y desató una fuerte deflación de los precios.
El líder del PLD, Hashimoto Ryutaro, fue elegido primer ministro por la Dieta en enero de 1996 y sucedió a Murayama Tomiichi al frente del gobierno tripartito formado por el Partido Socialdemócrata, el Nuevo Partido Precursor (Shin-to Sakigake) y el PLD. Hashimoto promovió de inmediato un plan para hacer crecer el control de lo político sobre lo administrativo, para lo cual reorganizó los ministerios y las agencias estatales en unidades dirigidas por el propio primer ministro.
En las elecciones legislativas celebradas en octubre de 1996, cuyo nivel de participación no superó el 60%, la más baja en la historia reciente del país, el PLD obtuvo 239 actas, a tan sólo 12 escaños de la mayoría absoluta. Los otros dos partidos que habían formado la coalición de gobierno con el PLD sufrieron severos reveses (el Partido Socialdemócrata pasó de 30 a 15 escaños y el pequeño Sakigake de 9 a tan sólo 2 diputados. Entre los partidos de la oposición, el Partido de la Nueva Frontera (Shin Shinto) perdió 4 de los 160 asientos con los que contaba, el recién formado Partido Demócrata mantuvo sus 52 diputados, y el Partido Comunista casi duplicó su número de representantes en la Dieta, pasando de 15 a 26 diputados. En estas elecciones se introdujo la nueva normativa electoral incorporada en 1994; mediante ella, y con el fin de acabar con la gran fragmentación partidista existente e incorporar el bipartidismo en la política japonesa, se establecía la posibilidad de elegir a 300 miembros de la Dieta mediante el sistema mayoritario, votando a un candidato, no a una lista de partido. Los 200 diputados restantes se eligieron mediante el sistema proporcional.
Tras esas elecciones, Hashimoto volvió a formar un gobierno, esta vez sólo con el respaldo de su propio partido, aunque muy necesitado del apoyo de sus antiguos socios de gabinete. En julio de 1998 presentó su dimisión tras la derrota electoral del PLD en los comicios parciales a la Cámara de Consejeros (cámara alta de la Dieta), motivada por el fracaso de su gobierno en la aplicación de las necesarias reformas que sacaran a Japón de la fuerte crisis económica, y fue sustituido por su ministro de Asuntos Exteriores y vicepresidente del PLD, Obuchi Keizo.
El 30 de septiembre de 1999 se produjo un grave accidente en una instalación nuclear privada de la ciudad japonesa de Tōkai Mura, situada 120 km al noreste de Tokio, considerado por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) la mayor catástrofe nuclear desde la ocurrida en abril de 1986 en Chernóbil.
Obuchi Keizo fue sustituido interinamente el 2 de abril de 2000 al frente del gobierno por su ministro secretario del Gabinete, Mikio Aoki, debido a graves problemas de salud que le habían llevado a entrar en estado de coma, y dos días después el PLD eligió a Mori Yoshiro para sucederle al frente del partido y del ejecutivo. No obstante, y debido a una prolongada situación de crisis económica, Mori Yoshiro anunció su dimisión en ambos cargos en abril de 2001. Ese mismo mes, Koizumi Junichiro fue elegido máximo dirigente del PLD, lo que le convertía también en sucesor de Mori Yoshiro en la jefatura del gobierno japonés. El nuevo primer ministro manifestó su intención de estimular la economía por medio de un conjunto de reformas radicales. Sin embargo, el país se vio pronto inmerso en una larga serie de conflictos con China sobre la importación y exportación de bienes y servicios. En julio se celebraron elecciones parciales para la Cámara de Consejeros (el PLD ganó 64 de los 121 escaños en juego), y durante el mes siguiente Koizumi Junichiro fue elegido presidente del PLD. Asimismo, éste, en el transcurso de ese mismo mes de agosto de 2001, realizó destacados viajes oficiales a Corea del Sur, China y Corea del Norte, pretendiendo afrontar la plena normalización de relaciones con dichos estados.
En septiembre de 2003, tras ser reelegido presidente del PLD y formar un nuevo gobierno, Koizumi Junichiro decidió convocar elecciones parlamentarias para el siguiente 9 de noviembre. En esta cita anticipada con las urnas, la formación más votada fue nuevamente el PLD, aunque no obtuvo mayoría absoluta e incluso vio reducido a 237 el número de sus diputados en la Cámara de Representantes. Koizumi Junichiro garantizaba su continuidad al frente del ejecutivo, pero tendría que renovar la coalición de gobierno que mantenía con Nuevo Komeito (34 escaños) y el Nuevo Partido Conservador (4). Por su parte, el principal grupo de la oposición, el Partido Democrático de Japón, registró un notable avance, incrementando a 177 sus diputados en la cámara baja. Con anterioridad a las votaciones, Koizumi Junichiro anticipó su intención de promover un amplio programa de reformas que impulsaran la estabilidad social y el crecimiento de una economía estancada y lastrada por la deflación, el déficit público y el desempleo. Entre sus planes se contaba la privatización de la red pública de autopistas y de la entidad estatal de servicios postales (la principal empresa del país que, además de cubrir la administración del correo, constituía la mayor caja de ahorros del mundo). En agosto de 2005, al ser rechazado en la cámara alta su proyecto respecto a esta última, Koizumi Junichiro dimitió y convocó elecciones para el siguiente 11 de septiembre. Ese día, el PLD consiguió una amplia mayoría absoluta en la Cámara de Representantes al lograr 296 escaños (por 113 del Partido Democrático de Japón, y 31 de Nuevo Komeito). Esta rotunda victoria aseguraba la reelección como primer ministro de Koizumi Junichiro, quien vio así respaldado por la ciudadanía su proyecto de reforma. De hecho, su rotundo triunfo se tradujo, casi de inmediato, en la materialización de su gran objetivo político; así, en octubre de ese año 2005, ambas cámaras legislativas aprobaron la privatización del servicio postal.
El 26 de septiembre de 2006, Abe Shinzo, elegido seis días antes presidente del PLD, recibió la aprobación parlamentaria y fue investido primer ministro. El nuevo gobierno sufrió una severa derrota en las elecciones para la renovación parcial de la Cámara de Consejeros celebradas en julio de 2007; como consecuencia de los resultados de estos comicios, el PLD se vio superado por el Partido Democrático en la cámara alta. Poco después, en septiembre, Abe Shinzo renunció a su cargo, que pasó a ser ejercido por el también miembro del PLD Fukuda Yasuo.