Italia (nombre oficial, Repubblica Italiana, República Italiana), república de la Europa meridional; limita al norte con Suiza y Austria, al este con Eslovenia y el mar Adriático, al sur con los mares Jónico y Mediterráneo, al oeste con los mares Tirreno, de Liguria y Mediterráneo y al noroeste con Francia. Pertenecen también a Italia las islas mediterráneas de Elba, Cerdeña y Sicilia, así como otras islas menores. Dentro de Italia se encuentran los enclaves independientes de San Marino y la Ciudad del Vaticano, estado pontificio que se halla prácticamente rodeado por la ciudad de Roma, la capital del país. Italia tiene 301.323 km² de superficie total.
Más de la mitad del territorio corresponde a la península italiana, un largo brazo del continente europeo. Tiene forma de bota y se extiende siguiendo dirección sureste hacia el mar Mediterráneo. De noroeste a sureste, tiene una longitud de aproximadamente 1.145 km, a los que hay que sumar la extremidad meridional de la península, que sigue dirección norte-sur, lo que da un total de 1.360 km. La anchura máxima es de 610 km, en el norte y de 250 km en la franja peninsular. En la frontera septentrional se encuentran los Alpes, que forman un gran arco que abarca el territorio comprendido entre Ventimiglia, en la parte occidental, y Gorizia, en la oriental. Entre sus cumbres de mayor altitud se encuentran el monte Cervino (4.478 m) y el monte Rosa (4.634 m). El pico más elevado de Italia se halla cerca de la cumbre del Mont Blanc, en la frontera entre Italia, Francia y Suiza. La cumbre propiamente dicha, es decir, el Mont Blanc, se encuentra en territorio de Francia y alcanza los 4.810 m de altura. Entre los Alpes y los montes Apeninos, que forma la columna vertebral de la península, se extiende la llanura de Lombardía, donde se encuentra el valle del río Po. Los Apeninos septentrionales se extienden desde los Alpes Marítimos a lo largo del golfo de Génova hasta las fuentes del río Tíber. El monte Cimone, con sus 2.163 m de altura, es la cumbre más elevada de los Apeninos septentrionales. La sección central de los Apeninos, que parte del Tíber, está formada por varias cadenas montañosas. En la parte oriental de estos abruptos montes se encuentra el monte Corno Grande (2.912 m), la más alta de las cumbres apeninas. Los Apeninos meridionales se estrechan hacia el sureste desde el valle del río Sangro hasta la costa del golfo de Tarento, donde siguen una dirección aún más al sur. Entre las cimas más altas de la cadena apenina, en la península de Calabria, en la sección meridional del país, se encuentran Botte Donato (1.929 m) y Motalto (1.957 m). Los Apeninos forman la línea divisoria de aguas de la península italiana. Las zonas que quedan por debajo de estas elevaciones se conocen como la región subalpina.
Sólo un tercio del total de la superficie de Italia es llana, siendo la llanura de Lombardía la que ocupa la mayor parte de territorio. La costa del Adriático septentrional es baja y de playas arenosas. De aguas poco profundas, excepto en Venecia, no es posible el acceso de barcos oceánicos. Desde un lugar cercano a Rímini, siguiendo dirección sur, la costa oriental de la península presenta un perfil dentado a causa de las prolongaciones de los Apeninos que llegan hasta el mar. Sin embargo, la parte central de la costa occidental, presenta tres brazos de tierra baja y pantanosa: la Campaña de Roma, la Llanura pontina y la Maremma.
La costa occidental del país, con sus numerosas bahías y golfos, proporciona un entorno natural especialmente útil para el fondeo de embarcaciones. En el noroeste se halla el golfo de Génova, cuyo principal puerto comercial es la ciudad de Génova. Nápoles, otra de las ciudades portuarias más importantes de la costa occidental se encuentra en la bella bahía homónima, a los pies del volcán Vesubio. Un poco más al sur, se encuentra la ciudad de Salerno, justo a la entrada del golfo del mismo nombre. El extremo suroriental de la península presenta un contorno muy quebrado en el golfo de Tarento que separa el llamado tacón de Italia (antigua Calabria) de la puntera (actual Calabria). El sistema montañoso de los Apeninos se alarga hasta atravesar el estrecho de Messina para acabar en la isla de Sicilia, donde se encuentra el volcán Etna, que alcanza los 3.323 m de altura. En la isla Stromboli, una de las que forman las islas Eolias, situadas al noreste del estrecho de Messina, existe otro volcán activo. Además de la actividad volcánica en Italia existe el riesgo de frecuentes seísmos, aunque de baja intensidad, sobre todo en las regiones meridionales.
La nota definitoria del clima italiano es la diversidad, con oscilaciones que van del frío glaciar en las cumbres más altas de los Alpes y los Apeninos hasta el clima semitropical de las zonas costeras del mar de Liguria y las costas más bajas de la parte occidental de la península. La temperatura media, que oscila entre los 11 ºC y los 19 ºC, es de 13 ºC en el valle del Po, de unos 18 ºC en Sicilia y de 14,5 ºC en las costas más bajas. Las condiciones climáticas varían considerablemente de una región a otra, fundamentalmente como resultado de la presencia de los Apeninos y de la influencia de los vientos templados que soplan desde los mares. En las regiones más bajas y las laderas inferiores de los Apeninos que bordean las costas occidentales desde la Toscana septentrional hasta las proximidades de Roma, los inviernos son templados y soleados, con presencia de brisas frías del Mediterráneo que evitan las temperaturas demasiado extremas. En la parte oriental, las temperaturas alcanzan niveles más bajos debido a la acción de los vientos del noreste. En la vertiente oriental de los Apeninos el clima es especialmente desapacible. En la región más baja, situada por debajo de Roma, las condiciones climáticas son parecidas a las del sur de España. A diferencia de lo que ocurre en la Italia meridional y la zona del golfo de Génova, donde prevalece el clima semitropical, en las llanuras de Lombardía domina el clima continental, con veranos templados e inviernos muy fríos con temperaturas que descienden hasta los -15 ºC debido a que los Apeninos impiden la llegada de los vientos procedentes del mar. Las precipitaciones se concentran en los meses de otoño e invierno que es cuando soplan los vientos del oeste. La zona que registra una media anual de pluviosidad más baja, alrededor de 460 mm, es la provincia apuliana de Foggia, en el sur, y la Sicilia meridional; mientras que las más elevadas, aproximadamente 1.525 mm, corresponden a la provincia de Udine, en el noreste.
La flora de las tierras bajas de la parte central y meridional de Italia es típicamente mediterránea, con presencia de olivos, naranjos, limoneros, palmeras y cidros. En la zona sur también son característicos la higuera, la palmera datilera, el granado y el almendro, además de la caña de azúcar y el algodón. La vegetación de los montes Apeninos es similar a la de Europa central, con abundancia de castaños, cipreses y robles en las laderas más bajas, mientras que las zonas situadas a mayor altura están cubiertas de bosques de pinos y abetos. La fauna italiana es más pobre que la de otras áreas similares de Europa. En la región alpina habitan, aunque no son muy abundantes, marmotas, gamuzas e íbices. El oso, que en tiempos pasados era muy abundante, está prácticamente extinguido, mientras que el lobo y el jabalí pueblan las regiones montañosas, así como el zorro, del que existen un gran número de ejemplares. Entre las aves rapaces, que habitan principalmente en las montañas, se encuentran el buitre, el águila ratonera, el halcón y el milano. Por todo el país se encuentran la codorniz, la becada, la perdiz y varias especies de aves migratorias. Entre los reptiles destacan varios tipos de lagartijas y serpientes y tres especies de víboras venenosas. También son abundantes los escorpiones.
Se compone fundamentalmente de nativos del país, que mantienen fuertes lazos de unión con las regiones a que pertenecen. Normalmente, el país se divide en la región del norte, más urbana (ocupa la zona comprendida entre la frontera septentrional y el puerto de Ancona, situado en la parte meridional de Roma), y la región del sur, más rural (que comprende la región situada por debajo de lo que los italianos denominan el 'muro de Ancona'). En el próspero norte se hallan las ciudades más importantes y pobladas del país, con casi dos tercios del total de la población de Italia. El sur, de carácter eminentemente agrícola, está menos poblado y el desarrollo económico es mucho menor. En las últimas décadas se ha producido un proceso de emigración de habitantes de las zonas rurales hacia las ciudades, que se traduce en una concentración del 68% de la población en las áreas urbanas en 2005. Prácticamente la totalidad de la población habla el italiano, una de las lenguas románicas que derivan del indoeuropeo (véase Lenguas itálicas). El alemán se habla en áreas alrededor de Bolzano, en el norte, cerca de la frontera con Austria. También se habla, aunque minoritariamente, el francés (región del Valle de Aosta), el albanés ladino, el esloveno, el catalán, el friulano, el sardo, el croata y el griego.
La religión predominante en Italia es la católica, profesada por más del 80% de la población. Sin embargo, el papel de la Iglesia católica en el país es cada vez menos importante: sólo un 25% de los italianos asisten a los servicios religiosos con regularidad y en 1984, una ley estableció la no oficialidad de la religión católica y la supresión de la enseñanza de la misma en los colegios públicos. La Constitución garantiza la libertad de culto a las minorías religiosas de Italia, que son fundamentalmente la protestante, la musulmana y la judía.
País con predominio agrícola antes de la II Guerra Mundial, cuenta en la actualidad con un tejido industrial diversificado, con base fundamentalmente en la zona septentrional, sobre el que gira la actividad económica. En 2006, el producto interior bruto (PIB) era de 1,85 billones de dólares, lo que se traducía en una renta per cápita de 31.456 dólares. La actividad industrial suponía el 27% del total del PIB; el comercio, las finanzas y los servicios, el 71%; y el 2% la agricultura. La mayor parte de la actividad industrial está en manos del sector privado, aunque el gobierno ejerce una acción de control en las grandes firmas industriales y comerciales tales como la industria del petróleo, controlada por medio de la compañía petrolífera estatal. El Estado también controla los principales medios de comunicación y transporte. En la zona sur del país el problema principal, desde el punto de vista económico, es el retraso con respecto de la zona septentrional en el proceso de industrialización. A pesar de los esfuerzos del gobierno, la industrialización en esa parte del país ha tropezado con obstáculos de diversa índole tales como el de la mano de obra y la tremenda influencia que ejerce la Mafia, que ha hecho que muchas grandes empresas se establezcan en otros lugares. A su vez, esto ha obligado a un gran número de habitantes del sur a emigrar al norte del país en busca de trabajo. El desempleo es uno de los problemas del país, la tasa de parados se sitúa alrededor del 8% de la población activa. Por otra parte, la enorme deuda pública es un lastre para la economía italiana, cuyo presupuesto anual en 2006 contemplaba unos ingresos de 688.525 millones de dólares y unos gastos de 755.738 millones.
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La unidad monetaria es el euro (el 2 de enero de 2002, un euro se cambió a 0.9038 dólares estadounidenses). Desde el 1 de enero de 1999, el euro se vinculó al valor de la lira italiana, con un cambio fijo de 1936,27 liras por euro. El Banco de Italia es el emisor del dinero y ejerce el control sobre el crédito. Tiene sucursales en todas las capitales de provincia. Además, en el país operan numerosos bancos privados. La Ley sobre la Banca de 1990 introdujo una serie de cambios en el sistema bancario entre los que se encontraban la menor participación del sector público en la banca y la disminución de los controles sobre el capital extranjero. Ambos cambios tienen como objetivo cumplir la normativa de la Unión Europea sobre el libre movimiento de capitales entre los países miembros. Los principales centros financieros del país son Milán y Roma.
Para el periodo de la historia de Italia anterior al siglo V, véase Antigua Roma. Para información adicional sobre el desarrollo de la Italia moderna, véase Civilización etrusca, Florencia, Génova, Lombardía, Milán, Nápoles, Estados Pontificios, Casa de Saboya, Sicilia, Toscana y Venecia.
En el 476 Odoacro, rey de los hérulos, depuso a Rómulo Augústulo, el último emperador de Occidente, y se hizo con el poder. En el 488, Teodorico, rey de los ostrogodos, invadió Italia y, tras derrotar y asesinar a Odoacro, se proclamó soberano absoluto. Su reinado se prolongó hasta su muerte, ocurrida en el 526. Justiniano, emperador de Oriente (véase Imperio bizantino), encargó al general Belisario que expulsara de la península Itálica a los invasores germánicos. El terrible conflicto que siguió finalizó en el 553 con la muerte de Teias, el último de los reyes godos. No obstante, el dominio de Bizancio fue breve, ya que en el año 572 los lombardos, otro pueblo germánico, invadió la península. Su rey, Alboíno, fijó la capital del reino en Pavía, y desde allí inició una serie de campañas con las que se hizo con el control de los enclaves bizantinos, excepto la zona sur de la provincia y el exarcado de Ravena, en el norte.
Durante el siglo XVI los Estados italianos fueron presa de otros países. En 1499, Luis XII, rey de Francia y sucesor de Carlos VIII, conquistó Milán. En 1501, Fernando II el Católico, rey de Sicilia desde 1468, unificó en una única corona los reinos de Nápoles y Sicilia.
La rivalidad entre el emperador Carlos V y Francisco I, rey de Francia, provocó una nueva invasión francesa de Italia en 1524. A pesar de la ayuda de aliados florentinos, genoveses y venecianos, la invasión terminó resultando un fracaso. Con la firma de la Paz de Cambrai (1529) el rey Francisco I renunciaba a todas sus pretensiones sobre el territorio italiano, y aunque en la década de 1540 intentó nuevamente reanudar el conflicto, no pudo socavar la hegemonía del emperador Carlos V en Italia. Cuando en 1535 la familia Sforza perdió el control de la ciudad de Milán, el emperador se hizo también con el control del ducado, por lo que el Milanesado fue una posesión española durante casi doscientos años. Sólo Génova y Venecia conservaron su poderío de entre todos los Estados italianos. El último gran logro de Venecia fue la conquista del Peloponeso en 1684, que perdió en 1715.
Durante el siglo XVIII, Italia continuó dividida y bajo el dominio de las potencias extranjeras. Hasta 1748 fue el escenario de las guerras de sucesión europeas en las que se redefinió un nuevo equilibrio internacional. Venecia volvió su vista al este, el Papado quedó cada vez más aislado y Florencia perdió definitivamente su importancia en la zona. Saboya, situada entre Francia y las posesiones de los Habsburgo en Italia, pasó a desempeñar un dominio cada vez mayor. El duque Víctor Amadeo II resultó victorioso y fortaleció su poder tras la guerra de Sucesión española. Los Tratados de Utrecht otorgaron Sicilia al duque, que él cedió a Austria en 1720 a cambio de Cerdeña. También mediante dichos tratados las posesiones de España en Italia fueron transferidas al Sacro Imperio, que dominó la península Itálica durante casi toda la segunda mitad del siglo XVIII.
En 1796 Napoleón Bonaparte, que más tarde sería emperador de Francia, invadió Italia. Como consecuencia de sus conquistas, el Tratado de Campoformio (1797) establecía la creación de la República Cisalpina, con Milán como capital, y la República Ligur, con capital en Génova. Posteriormente, la República Cispadana (Reggio, Módena y Bolonia) quedó incorporada a la República Cisalpina. Además, Venecia y su territorio pasó a ser una posesión de Austria. En 1805, Napoleón fue coronado rey de Italia en Milán. Al año siguiente se hizo con el reino de Nápoles, sin embargo no pudo conquistar la isla de Sicilia que la flota inglesa defendió para sus soberanos Borbones. El reino de Nápoles fue entregado primero a José Bonaparte, hermano de Napoleón, y más tarde a su cuñado Joachim Murat. En 1810, toda la península, incluida Roma, estaba bajo el control del Imperio francés.
El dominio de Napoléon sobre Italia empezó a debilitarse tras la derrota sufrida por el emperador en Leipzig (1813) que siguió a la invasión del norte de Italia por Austria y la ocupación de Génova por la flota inglesa. El Congreso de Viena (1814-1815) devolvió a Austria el control del reino de Lombardia-Venecia, le otorgó Trentino, Istria, Trieste y Venecia Julia, y le permitió gobernar por medio de su dinastía en Toscana, Módena y Parma. Sólo el reino de Piamonte-Cerdeña, el de Nápoles y los Estados Pontificios mantuvieron la independencia política.
La cada vez mayor oposición de los italianos al dominio austriaco se manifestó en un sentimiento cada vez más fuerte en favor de la unidad nacional y la independencia, cuyo primer síntoma fue el nacimiento de una red de sociedades secretas, en especial las que integraban el movimiento denominado carbonarismo, surgido en el sur de Italia, que desempeñaron un papel de vital importancia en el transcurso de las revoluciones de 1820, fuertemente reprimidas por Austria.
El 17 de marzo de 1861 tuvo lugar la proclamación del reino de Italia. Víctor Manuel II pasó a ser su rey y Cavour el primer ministro. Sin embargo, aún quedaban dos regiones fuera del reino, Roma y Venecia. Cavour, que estaba trabajando para conseguir una unificación pacífica de todo el reino, murió en junio. Al año siguiente Garibaldi marchó a Sicilia y organizó la marcha sobre Roma. Temeroso de una intervención francesa, el gobierno italiano denunció a Garibaldi, que junto con sus seguidores, fue detenido por las tropas del rey cuando desembarcó en Calabria y obligado a rendirse en agosto de 1862. En 1866 Italia se alió con Prusia en la Guerra Austro-prusiana contra Austria y finalmente se hizo con el control de Venecia. Por el contrario, Roma seguía siendo reacia a la unificación, animada por la victoria que Francia y el Papado habían obtenido frente a la nueva tentativa de Garibaldi y sus seguidores, que habían sido derrotados en Mentana (1867). En 1870, las reservas francesas que participaban en la Guerra Franco-prusiana indujeron a Napoleón III a retirar sus tropas de Roma, con lo que los italianos pudieron finalmente entrar en la ciudad. En octubre se celebró un plebiscito cuyo resultado fue favorable a la unión con el reino de Italia, y en julio de 1871 Roma se convertía en la capital de la Italia unificada.
Aunque Mussolini fue investido de amplias prerrogativas de gobierno con objeto de restaurar el orden en el país, al principio gobernó dentro de los márgenes constitucionales. En 1923 encabezó un gobierno de coalición en el que participaban liberales, nacionalistas, y católicos, así como los seguidores del fascismo. La violencia desatada en las elecciones de 1924 y el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti ese mismo año provocó la supresión del orden constitucional. Poco a poco Mussolini creó un Estado totalitario en el que el Parlamento carecía de poderes. Además, se declaró responsable de sus actos sólo ante el rey y obligó al Parlamento a que reconociera su autoridad para aprobar decretos con rango de ley. También estableció la censura de los medios de comunicación y en 1926 suprimió los partidos de la oposición.
Cuando en septiembre de 1939 comenzó la II Guerra Mundial, Mussolini dejó claro que él no estaba obligado a ayudar militarmente a Alemania, ya que anteriormente había dejado muy claro a los nazis que Italia no estaría preparada para la guerra hasta 1942.
Los éxitos de Alemania durante el primer año del conflicto, hicieron que Mussolini cambiara su política. En junio de 1940, Francia había sido derrotada y Gran Bretaña estaba aislada frente al poderoso Ejército alemán; Italia decidió intervenir en el conflicto y conceder un armisticio a Francia. En agosto de 1940, el Ejército italiano del África Oriental ocupó la Somalia británica, y el mes siguiente las tropas fascistas de Libia y el África Oriental Italiana desplegaron una gigantesca maniobra que tenía como objetivo aplastar las defensas británicas de Egipto. El 28 de octubre de 1940, las fuerzas fascistas desplegadas en Albania invadieron Grecia, en teoría para desviar las tropas británicas de Egipto y asegurarse posiciones en la península griega. No obstante, la invasión no tuvo éxito y los griegos consiguieron expulsar a los italianos de Grecia y Albania. La derrota, a la que le siguieron las victorias británicas en el Mediterráneo y Egipto, hizo tambalearse los cimientos del régimen fascista. Mussolini se vio obligado a pedirle ayuda a Hitler, con lo que a partir de entonces la influencia alemana fue cada vez mayor en todos los campos de la política italiana. Los grandes cambios realizados en la cúpula militar italiana y otras reformas puestas en práctica no lograron devolver la moral al pueblo italiano.
La ofensiva aliada final comenzó en abril de 1945 y a finales del mes el Ejército alemán había sido completamente derrotado. Mussolini, junto con su amante, Clara Petacci, y varios oficiales de alta graduación, cayó en manos de los partisanos en una pequeña ciudad cercana al lago Como. Tras la celebración de un juicio sumarísimo, el 28 de abril fueron ejecutados. Después de producirse la rendición de los alemanes, el 2 de mayo del mismo año, los seguidores de Mussolini sufrieron crueles actos de venganza. Sólo en Milán, más de 1.000 seguidores del fascismo fueron fusilados.
En cumplimiento de una promesa previa, Bonomi dimitió tras la liberación del norte de Italia. Tras ello, se formó un gobierno de coalición con representación de todos los miembros del Comité de Liberación Nacional. El nuevo gobierno encabezado por Ferruccio Parri, líder del Partido de Acción, no fue capaz de dar soluciones a los problemas con que se enfrentaba Italia. En octubre, los monárquicos y los dirigentes del Partido Liberal acusaron al primer ministro Parri de violación de la tregua sobre la cuestión de la monarquía, y este se vio obligado a dimitir. La crisis consiguiente quedó patente en las manifestaciones violentas en protesta por el alto índice del coste de vida en el sur de Italia. El Comité de Liberación Nacional decidió finalmente nombrar primer ministro a Alcide de Gasperi, líder del Partido de la Democracia Cristiana, que asumió el cargo el 9 de diciembre.
El año 1946 fue de una dureza sin par para la mayoría del pueblo italiano. Aunque las privaciones daban lugar a ocasionales manifestaciones del malestar civil que dominaba el ambiente, el estado de la población fue de indiferencia durante la campaña que precedió al referéndum nacional y durante las elecciones de junio para elegir la Asamblea Constituyente. En abril, durante la convención del Partido de la Democracia Cristiana, quedó patente el sentimiento antimonárquico en el resultado de la votación celebrada, en la cual los partidarios de la república ganaron por una ventaja de 3 a 1. El 9 de mayo el rey Víctor Manuel III abdicó en favor de su hijo Humberto II.
Casi 25 millones de votantes, aproximadamente el 89% de los italianos con derecho a voto, entre los que figuraban por primera vez las mujeres, ejercieron su derecho en el referéndum y en las elecciones celebradas respectivamente el 2 y 3 de junio de 1946. El resultado fue de un 54,3% de electores partidarios de la república. El 10 de junio, con la proclamación oficial del resultado, Italia se convirtió de facto en una república. Tres días después el rey Humberto abdicó, abandonó el país y se estableció en Portugal. Murió en la ciudad suiza de Ginebra en 1983.
Las elecciones a la Asamblea Constituyente fueron ganadas por los democristianos, que con 207 escaños se convirtieron en el primer partido de Italia. El PSI obtuvo 115 escaños, el Partido Comunista Italiano (PCI) 104 y los cuatro partidos minoritarios se repartieron los 117 escaños restantes. El 28 de junio Enrico de Nicola, del Partido Liberal, resultó elegido presidente provisional de la República. De Gasperi continuó en el cargo de presidente del Consejo.
En las deliberaciones que precedieron a la aprobación del nuevo gobierno republicano por la Asamblea Constituyente quedaron patentes las divergencias irreconciliables entre comunistas y democristianos, situación que se agravó a causa de la amenaza constante del hambre y de la caótica economía italiana. La pérdida de prestigio del gobierno de De Gasperi animó a los comunistas y socialistas a unirse. En las elecciones municipales de noviembre de 1946 los resultados reflejaron la pérdida de confianza en los democristianos en favor de los comunistas, socialistas y partidos de derecha.
Entretanto la desesperación de los italianos aumentaba al conocerse las decisiones preliminares de las cuatro grandes potencias internacionales (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS), que fueron dadas a conocer en la Conferencia de Paz celebrada en París en julio de 1946. Entre los acuerdos tomados figuraban la internacionalización de Trieste, la cesión de varios territorios y el pago de 100 millones de dólares en concepto de reparaciones a la URSS. Además, el tratado propuesto imponía a Italia el pago de reparaciones adicionales a otras naciones que habían sido víctimas del fascismo, restricciones en sus Fuerzas Armadas y que Gran Bretaña se hiciera cargo del gobierno del África Oriental Italiana, esto último supeditado a lo que las cuatro potencias decidieran con respecto a las colonias. A pesar de las protestas de los italianos, el 10 de febrero de 1947 el acuerdo fue firmado; posteriormente, la Asamblea Constituyente lo ratificó con la abstención de los delegados comunistas y socialistas, y el 15 de septiembre entró en vigor. Las fuerzas de ocupación aliadas se retiraron del país poco después. Aunque el sentimiento generalizado del pueblo italiano era de rechazo hacia el tratado, muchos se tranquilizaron por la actitud mostrada por el gobierno de Estados Unidos, que había ayudado a que las demandas de los soviéticos fueran menos duras y había dado muestras de amistad hacia el pueblo italiano.
A comienzos de 1947, el PSI, como reflejo de lo que ocurría en otros países europeos y como consecuencia de su colaboración con los comunistas, sufrió la escisión de parte de sus miembros, que fundaron el Partido Socialista de los Trabajadores Italianos (PSLI), luego renombrado Partido Socialista Democrático Italiano (PSDI). El 15 de enero dimitió Pietro Nenni, ministro de Asuntos Exteriores del gabinete de De Gasperi y líder del grupo procomunista, lo que provocó la dimisión del gobierno en pleno. De Gasperi formó un nuevo gobierno de coalición en el que estaban presentes comunistas y socialistas; sin embargo, las relaciones entre los moderados y los radicales se deterioraron rápidamente poco tiempo después. En el marco de la Guerra fría entre las democracias occidentales y el bloque soviético, los italianos tomaron partido de acuerdo con su ideología. En este periodo, la extrema derecha, formada en su mayor parte por antiguos seguidores de Mussolini y monárquicos, se volvió cada vez más violenta. El 1 de mayo una banda armada atacó una marcha encabezada por los comunistas en Greci, Sicilia, y asesinaron a ocho personas. El incidente provocó una crisis de gobierno que se prolongó desde el 13 al 31 de mayo. De Gasperi formó un gobierno integrado por democristianos y técnicos sin afiliación política del que fueron excluidos los comunistas y socialistas. Inmediatamente comenzó una purga de los miembros de partidos de izquierdas que ocupaban puestos públicos de importancia.
Los conflictos políticos se agravaron. Con la convocatoria de manifestaciones multitudinarias y huelgas generales, la izquierda pretendía acabar con el gobierno de De Gasperi. Por otra parte, la URSS, para dejar patente su hostilidad hacia Italia, vetó el ingreso de Italia en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Entretanto, el PCI se convertía en miembro fundador de la oficina de Información Comunista o Kominform. Véase Internacional.
Al tiempo que sucedían estos hechos, la Asamblea Constituyente había redactado el borrador de la Constitución que sería aprobada el 22 de diciembre de 1947 por 453 votos a favor y 62 en contra. La Constitución entró en vigor el 1 de enero de 1948. La campaña electoral que siguió a la aprobación de la misma fue una de las más dramáticas de la historia del país. Coincidiendo con una intensificación de la Guerra fría, el proceso electoral llevó a Italia al borde de la guerra civil. Las demostraciones de fuerza se convirtieron en el eje de la estrategia política de muchos partidos. La coalición de izquierda, con el apoyo de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), utilizó la huelga como instrumento político. Como represalia, el gobierno confiscó las armas y municiones y llevó a cabo manifestaciones militares intimidatorias en algunas ciudades. El papa Pío XII aprobó la participación del clero italiano en actividades anticomunistas.
En las elecciones del 18 y 19 de abril los democristianos obtuvieron una mayoría aplastante, al ser votados por el 49% de los votantes y conseguir 307 escaños en la Cámara de Diputados y 151 en el Senado. El Frente Popular, la coalición de comunistas, socialistas y radicales, consiguió 182 escaños en la Cámara de Diputados y 31 en el Senado. Por último, los socialistas moderados consiguieron 33 diputados y los demás partidos políticos los 52 escaños restantes.
El mandato de los democristianos redujo considerablemente el clima de tensión política que se vivía en el país. Las muestras de fortaleza comunista hacían poco probable que se pudieran resolver las diferencias que habían dividido al país. El 11 de mayo, Luigi Einaudi, el candidato que contaba con el apoyo de los democristianos y los socialistas moderados se convirtió en presidente de la República y De Gasperi fue nombrado primer ministro.
La llegada de suministros y las ayudas del Plan Marshall propiciaba la creación de condiciones económicas favorables de cara a la reconstrucción de la economía italiana. Los comunistas, de acuerdo con su política de lucha contra el Plan, convocaron huelgas por todo el país para exigir subidas salariales. La campaña culminó con la huelga general de 12 horas celebrada el 2 de julio. Durante dos semanas el país se sumergió en otra grave crisis provocada por el asesinato de Palmiro Togliatti, secretario general del PCI. La CGIL responsabilizó al gobierno del suceso y convocó una huelga general en todo el país para obligarlo a dimitir. Durante dos días se sucedieron manifestaciones violentas en toda Italia. La paz sólo pudo ser restablecida mediante la movilización de más de 300.000 soldados y miembros de la policía.
En 1949, el Frente Popular trasladó su enfrentamiento contra el régimen democristiano al Parlamento. Los ataques comunistas de este periodo se centraron en la oposición al ingreso de Italia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). No obstante, con el apoyo unánime de su gabinete y de una amplia mayoría de la Cámara de Diputados, De Gasperi firmó en Washington D.C. el tratado de adhesión el 4 de julio de 1949.
Mientras tanto, las cuatros grandes potencias acordaron que el tema de las colonias italianas en África debía ser puesto en manos de la ONU. El 21 de noviembre de 1949, la Asamblea General de esta organización adoptó una resolución al respecto en la que establecía los mecanismos necesarios para garantizar la independencia de la Somalia italiana tras un periodo de diez años de gobierno italiano bajo la supervisión de la organización. Además aprobó la independencia de Libia para el 1 de enero de 1952 y el estudio por parte de una comisión especial del caso de Eritrea.
Tras la adhesión de Italia a la OTAN, el país continuó colaborando con las democracias occidentales. En julio de 1950 el gobierno anunció que el ejército italiano estaría compuesto por 250.000 hombres, según el límite impuesto por el tratado de paz de la II Guerra Mundial, aunque se preveía una ampliación para el siguiente mes de diciembre. Posteriormente, los países occidentales no exigieron el cumplimiento de los términos del tratado de paz relativos a las restricciones impuestas a Italia sobre rearme.
En junio de 1952 el Parlamento italiano ratificó el Plan Schuman para la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que más tarde se convertiría en la Comunidad Económica Europea (en la actualidad Unión Europea).
Con objeto de aumentar la efectividad del poder ejecutivo del gobierno, los democristianos y sus aliados aprobaron en marzo de 1953 un proyecto de ley de reforma electoral para asegurar que el partido gobernante pudiera contar con una mayoría suficiente en el Parlamento. El proyecto de ley establecía que el partido o coalición que hubiese obtenido en las elecciones el 50% o más de los votos ocuparía el 65% de los escaños en la Cámara de Diputados.
Los días 7 y 8 de junio se celebraron nuevas elecciones al Parlamento. Los democristianos fueron otra vez el partido más votado, con el 40% del total de los votos. Los comunistas quedaron en segundo lugar con el 22,6% y el recién fundado Movimiento Social Italiano (MSI, neofascista), que subió más que ningún otro, pasó de un 4,2% de votos en 1948 al 12,7%, quedando en tercera posición. Giuseppe Pella, anterior ministro de Hacienda, sucedió a De Gasperi como primer ministro gracias a la abstención de los socialistas y al apoyo de los monárquicos. No obstante, las diferencias entre los distintos partidos provocó la caída de varios gobiernos en los dos siguientes años.
A finales de 1953, el futuro del territorio libre de Trieste puso a Italia y Yugoslavia al borde de la guerra. La promesa de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia de buscar una fórmula válida para ambos países disminuyó la tensión. En 1954 acordaron que la zona que comprendía la ciudad de Trieste pasara a Italia, mientras que el resto de la región pasara a Yugoslavia. En 1955 Italia ingresó en las Naciones Unidas.
El repudio de Iósiv Stalin en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética celebrado en febrero de 1956 sumió al PCI en un estado de confusión y desilusionó a los socialistas radicales, lo que debilitó la alianza que existía entre ambos. Tras la Revolución húngara de octubre de ese mismo año, el número de simpatizantes comunistas disminuyó. La decadencia del partido consolidaba a las fuerzas democráticas.
En las elecciones celebradas el 25 y 26 de mayo de 1958, la coalición centrista obtuvo la mayoría en ambas Cámaras. El 2 de julio tomó posesión el nuevo gobierno de coalición integrado por los democristianos y los socialistas moderados, presidido por Amintore Fanfani. En 1959, Antonio Segni, con un gobierno compuesto exclusivamente por democristianos se hizo con el poder. Las fuertes críticas suscitadas por la visita del presidente Giovanni Gronchi a la URSS en febrero de 1960 provocó la caída del gobierno un mes más tarde. En julio, Fanfani volvió a ocupar la presidencia del Consejo con el voto a favor de tres partidos centristas y obtuvo la aprobación de su nuevo gabinete, integrado exclusivamente por democristianos. Dos años después, el antiguo primer ministro Segni, que había sido ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno Fanfani, resultó elegido presidente de la república.
En 1962, las elecciones municipales sirvieron para confirmar el fuerte apoyo popular a los partido gobernantes y la pérdida de prestigio de los comunistas, que por primera vez en muchos años perdían la confianza de los votantes. Posteriormente, la falta de entendimiento entre los partidos que apoyaban al gobierno era cada vez mayor, sobre todo como consecuencia de la crítica comunista hacia la política de Fanfani, al que los comunistas acusaban de no haber sabido promover reformas económicas y asegurar el desmantelamiento de las bases de misiles de la OTAN en territorio italiano. Aunque en enero de 1963 todos los partidos acordaron seguir apoyando a su gobierno, las elecciones al Parlamento de los días 28 y 29 de abril marcaron el comienzo del declive del gobierno Fanfani. El voto democristiano bajó al 38,3%, mientras que el comunista subía hasta el 25,3%. Fanfani dimitió el 16 de mayo pero siguió al frente del gobierno provisional hasta que Giovanni Leone, presidente de la Cámara de Diputados, formó un gobierno provisional en el que los democristianos estaban en minoría.
En octubre, los elementos moderados del PSI bajo la dirección de Nenni acordaron formar parte de un gobierno de centro-izquierda, hecho que no se producía desde 1947. El democristiano Aldo Moro formó entonces un gobierno de coalición con la participación de cuatro partidos y él mismo asumió el cargo de primer ministro.
Durante 1964 no fue posible el entendimiento entre los conservadores y los socialistas moderados, con lo que la situación empeoró ante la perspectiva de perder el periodo de auge económico que ya duraba seis años ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo para enfrentarse a la posible crisis económica. Sin embargo, el 4 de marzo de 1965, los cuatro partidos del gobierno de coalición acordaron olvidar sus diferencias políticas y emprender una acción conjunta para luchar contra la recesión económica. Durante 1965 y 1966, el gobierno dirigido por Moro contó con la confianza de los partidos de la coalición.
Desde finales de la década de 1960, el país había experimentado una serie de dramáticos cambios sociales, económicos, políticos y religiosos. En 1968 los estudiantes se enfrentaron con la policía en el campus universitario de Roma y otras ciudades en demanda de reformas en el sistema educativo. Por su parte, los trabajadores convocaron huelgas generales para pedir la reforma de la seguridad social. Las demandas feministas llevaron a la aprobación de la ley del divorcio en 1973 y la legalización del aborto en 1978. Los problemas de inflación, desempleo y depreciación monetaria se agravaron como consecuencia de la recesión de 1974 y el incremento del precio del petróleo. Esto produjo una subida del déficit y la necesidad de recurrir a los créditos internacionales por sumas elevadísimas para evitar la bancarrota del país.
Durante este periodo, el sistema político italiano tuvo que luchar por mantener el ritmo del cambio. El final de la década de 1960 y los comienzos de la de 1970 se caracterizaron por la sucesión de una serie de gobiernos de coalición de corta duración bajo la dirección de los democristianos. Incluso durante un breve periodo en 1974, el país no tuvo ningún tipo de gobierno. El agravamiento de la situación económica y la ola de secuestros y violencia política que azotaban el país supusieron la pérdida de confianza en el gobierno y el apoyo al PCI y a su secretario general Enrico Berlinguer.
En las elecciones regionales de 1975, los comunistas consiguieron el 33% de los votos, lo que les permitió presionar al gobierno para apoyar una coalición duradera entre los comunistas y los democristianos. En las elecciones al Parlamento de junio de 1976, los comunistas alcanzaron el 35% de los votos, mientras que los democristianos obtuvieron el 39%. El dirigente democristiano Giulio Andreotti formó gobierno con el respaldo de los comunistas. En julio de 1977, los comunistas lograron tener influencia en las decisiones políticas del país. En enero de 1978 se desploma el gobierno Andreotti bajo la insistencia comunista de que el país necesitaba que se tomaran medidas económicas de urgencia y de que los comunistas ocuparan cargos ministeriales. Finalmente, en marzo, Andreotti forma un nuevo gobierno con el apoyo formal de los comunistas, pero tuvo que dimitir en enero de 1979 como consecuencia de la pérdida del apoyo de sus aliados.
La violencia y la anarquía que habían azotado a la sociedad italiana durante la década de 1970, adquirieron tintes más virulentos hacia el final de la misma. Los terroristas de extrema izquierda, indignados por la decisión del PCI de aliarse con el gobierno, iniciaron una serie de ataques dirigidos contra políticos, miembros de la policía, periodistas y empresarios. En marzo de 1978 el antiguo primer ministro Aldo Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas, que exigieron, a cambio de la puesta en libertad de Moro, la excarcelación de otros elementos terroristas. El gobierno tomó la decisión de no negociar con los secuestradores de Moro, que más tarde apareció asesinado.
Entre junio de 1979 y junio de 1981, los democristianos ocuparon el poder, cosa que ya habían hecho durante más de tres décadas. En 1981, Giovanni Spadolini, líder del pequeño Partido Republicano, se convirtió en el primer ministro no democristiano desde la II Guerra Mundial. Las crisis de gobierno de agosto de 1983 llevaron a la formación de un nuevo gobierno bajo la dirección de Bettino Craxi, el primer ministro socialista desde la guerra. Craxi ocupó el cargo hasta marzo de 1987 convirtiéndose de esta forma en el dirigente que más tiempo conservó su cargo. En 1984, bajo su dirección, el gobierno firmó un acuerdo con el Vaticano en sustitución de los Pactos de Letrán de 1929 por el que la religión católica dejó de ser la oficial del país. En julio de 1987, el democristiano Giovanni Goria le sustituyó en el cargo con un gobierno pentapartido (integrado por cinco partidos políticos) que se rompió en marzo de 1988. Ocupó entonces el puesto de primer ministro el dirigente del ala izquierda del partido democristiano, Ciriaco De Mita. Un año más tarde, en marzo de 1989, De Mita fue cesado como secretario del partido y dos meses después presentó la dimisión como primer ministro. Andreotti ocupó por sexta vez el cargo de primer ministro, pero los enfrentamientos entre los democristianos y la coalición de los cinco partidos provocó su dimisión en marzo de 1991. Al ser imposible la formación de un nuevo gobierno, Andreotti volvió al poder en abril con una coalición que consiguió sobrevivir un año.