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domingo, 8 de agosto de 2010

Inglaterra

Inglaterra (en inglés, England; en latín, Anglia), país y parte constituyente de la isla de Gran Bretaña que comprende, junto a Gales, la principal división del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Abarca todo el territorio de la isla al este de Gales y al sur de Escocia, otro de los países que constituyen el Reino Unido. Inglaterra, unificada como monarquía independiente en el siglo X, obtuvo en poco tiempo el control político sobre el resto de la isla, la totalidad de las islas Británicas y grandes áreas del mundo, por lo que se convirtió en el núcleo de uno de los mayores imperios de la historia. La capital, ciudad más grande y principal puerto de Inglaterra es Londres, con una población de 7.512.400 habitantes (2006). Es, además, la capital del Reino Unido y la sede de las oficinas centrales de la Commonwealth.

Inglaterra tiene la forma aproximada de un triángulo, con su ápice en la desembocadura del río Tweed, en la frontera noreste con Escocia. La región oriental, limitada por el mar del Norte, se extiende principalmente hacia el sureste, por East Anglia, hasta North Foreland, en el condado de Kent, en lo que constituye el extremo septentrional de las montañas de pizarra del sureste de Inglaterra llamadas Downs. Por su parte, el lado occidental del triángulo se prolonga hacia el suroeste, desde la desembocadura del río Tweed, a lo largo de la frontera con Escocia por la costa del mar de Irlanda, la frontera con Gales y la costa del océano Atlántico, hasta el Land's End. La frontera norte con Escocia se extiende desde el Solway Firth, al oeste, hasta la desembocadura del Tweed, al este, siguiendo los montes Cheviot. La base del triángulo se halla frente al canal de la Mancha y el estrecho de Dover, a lo largo de las costas suroeste y sur de Inglaterra. Su superficie total es de 130.410 km². Esta cifra incluye las islas Scilly, situadas al suroeste del Land's End (en aguas del océano Atlántico), la isla de Wight, situada cerca de la costa meridional, y la isla de Man, que se encuentra en el mar de Irlanda, entre Inglaterra e Irlanda del Norte.
Uno de los principales rasgos fisiográficos de Inglaterra son las profundas escotaduras de su costa, que han creado abundantes y excelentes puertos naturales. Históricamente, los más importantes han sido y son los de Newcastle upon Tyne, junto al río Tyne, Middlesbrough, junto al río Tees, y Hull y Grimsby, en el estuario del río Humber, todos en la costa septentrional; Great Yarmouth y Londres, en el río Támesis, al sureste; Dover, Folkestone, Portsmouth, Southampton y Poole en la costa meridional; Bristol, en el canal que lleva su nombre, dentro de la costa occidental, y el puerto de Liverpool, junto a la desembocadura del río Mersey, en la costa noroeste.
En relación con su tamaño, el territorio inglés es muy diverso. La principal región montañosa, la cadena Penina, conforma la espina dorsal del norte de Inglaterra; está formada por varias cordilleras que se extienden hacia el sur desde los montes Cheviot hasta el Distrito de los Picos (Peak District), al norte del valle del río Trent. El punto más elevado de la cadena Penina y de Inglaterra es el pico Scafell (978 m), que se alza en el Distrito de los Lagos (Lake District), en Cumbria.
La región central es conocida como los Midlands; abarca los Fens, una vasta área pantanosa drenada que se creó tras siglos de obstrucción del ancho estuario de algunos ríos, como el Ouse y el Witham. Al sur del canal de Bristol se eleva una alta meseta que culmina en las desoladas montañas y páramos de Cornualles, Devon y Dartmoor (610 m de altitud), en la península del suroeste. Desde Salisbury, al sur de Inglaterra, una sucesión de cordilleras se extienden radialmente en todas direcciones, como las colinas Chiltern y los Downs. Los Downs meridionales alcanzan la costa de Brighton y los Downs septentrionales la de Dover, donde se encuentran los famosos acantilados blancos, el primer paisaje inglés que ven viajeros que llegan por mar desde el continente.

El clima de Inglaterra, moderado por los mares que rodean la isla, y en especial por la cálida corriente del Golfo, es relativamente templado para la latitud del país, la misma que Terranova, en Canadá; rara vez se registran temperaturas de calor o frío extremo. Las temperaturas anuales oscilan entre los 11,1 ºC de promedio al sur y los 8,9 ºC al noreste. El promedio anual de precipitaciones asciende a 760 mm en la mayor parte de Inglaterra, aunque la costa occidental tiende a ser más húmeda que la oriental.

En el pasado, Inglaterra, como la mayor parte de la isla de Gran Bretaña, estaba densamente arbolada, principalmente por robles y hayas en las tierras bajas y pinos y álamos en las zonas montañosas. Los bosques constituyen en la actualidad sólo el 7% de la superficie total.

Los principales mamíferos autóctonos lo constituyen varias especies de ciervos, zorros, liebres, ponis, nutrias, erizos, ardillas rojas y tejones. Las aves más frecuentes son el estornino, el gorrión y el mirlo. Inglaterra también da cobijo a cientos de especies migratorias de verano e invierno al ser una de las principales rutas de migración. Las aves migratorias de verano más frecuentes son la golondrina, el vencejo y el cuco. En invierno, los pantanos, lagos y embalses atraen a numerosas variedades de aves zancudas, patos y ocas.

La gran mayoría de los habitantes de Inglaterra descienden de los primeros pobladores celtas y de posteriores invasores de las islas Británicas, como los romanos, los anglosajones, los daneses y los normandos. Desde 1950 la diversidad étnica se ha incrementado debido a la inmigración del sur de Asia y del Caribe. Inglaterra, que fue una nación de pequeños pueblos rurales, ha sufrido una intensa urbanización desde principios del siglo XIX.

La Iglesia anglicana se convirtió en la iglesia oficial del país en el siglo XVI, durante la Reforma. Es la iglesia nominal de casi tres quintas partes de la población. La siguiente confesión en importancia es la católica, agrupada en 22 diócesis y con unos seis millones de miembros en Inglaterra. Entre las numerosas confesiones protestantes se encuentran la metodista (la más extendida), la Iglesia reformista unida y la Iglesia presbiteriana de Inglaterra. Además, en el Reino Unido hay entre 1,5 y 2 millones de musulmanes y unos 300.000 judíos, que en su mayor parte viven en Inglaterra. La comunidad sij de Gran Bretaña alcanza unos 320.000 hindúes. La comunidad judía inglesa data de 1656 y es la segunda más grande de Europa.

La Iglesia anglicana se convirtió en la iglesia oficial del país en el siglo XVI, durante la Reforma. Es la iglesia nominal de casi tres quintas partes de la población. La siguiente confesión en importancia es la católica, agrupada en 22 diócesis y con unos seis millones de miembros en Inglaterra. Entre las numerosas confesiones protestantes se encuentran la metodista (la más extendida), la Iglesia reformista unida y la Iglesia presbiteriana de Inglaterra. Además, en el Reino Unido hay entre 1,5 y 2 millones de musulmanes y unos 300.000 judíos, que en su mayor parte viven en Inglaterra. La comunidad sij de Gran Bretaña alcanza unos 320.000 hindúes. La comunidad judía inglesa data de 1656 y es la segunda más grande de Europa.
El periodo de las glaciaciones, durante el que los hombres de Neandertal y después de Cro-Magnon habitaron el territorio, finalizó alrededor del año 8000 a.C.; el posterior aumento del nivel del mar creó el canal de la Mancha y convirtió a Gran Bretaña en una isla. Los bosques y pantanos fueron el hábitat natural de este territorio durante el paleolítico medio y el neolítico, periodo en el que comenzó la práctica de la agricultura. Durante esta época llegaron oleadas de nuevos pueblos a la isla. Hacia el año 3000 a.C. se desarrolló una cultura agrícola en el sur de Inglaterra, y alrededor del año 2500 a.C. los pastores de la cultura del vaso campaniforme se establecieron en la isla; además de su alfarería característica, destacaron por sus herramientas de bronce y sus enormes monumentos de piedra, como en Stonehenge.
En el primer milenio a.C. los celtas invadieron las islas Británicas. Introdujeron el arado de hierro, cultivaron el suelo de los valles fluviales y, gracias a su superior armamento, sometieron a los habitantes indígenas de las islas. Sus sacerdotes, los druidas, dominaban su sociedad.
Britania no entró en el mundo romano hasta los años 55 y 54 a.C., cuando Julio César dirigió dos expediciones a las islas después de haber conquistado la Galia. No obstante este primer contacto no fue duradero.

El emperador Claudio I invadió Britania en el año 43 d.C., pero pasaron casi dos décadas antes de que los romanos conquistaran Anglesey, el cuartel general de los druidas. El gobernador romano Cneo Julio Agrícola extendió el dominio romano hacia Escocia, aunque las tribus del norte no se sometieron fácilmente. En el 123 d.C., la muralla de Adriano, que se extendía 117 km, se convirtió en la frontera septentrional.

El control de Britania exigió la presencia de numerosas tropas romanas. La romanización sólo se manifestó en algunas ciudades y en la aparición de varias villas. El resto del campo mantuvo la cultura celta. Véase también Britanos.

La decadencia del Imperio romano en los siglos III y IV tuvo sus efectos en Britania. Aunque se establecieron defensas contra las incursiones de los sajones y otros grupos a lo largo de la costa del mar del Norte, en el 409 se retiraron las últimas tropas y Roma abandonó Britania. Casi cuatro siglos de ocupación romana dejaron pocos restos permanentes: una soberbia red de carreteras, la mejor que Inglaterra tendría en 1.400 años, los emplazamientos de numerosas ciudades —Londres, York, y ciudades cuyo nombre mantienen los sufijos -cester y -caster— y el cristianismo. Los anglosajones, que ocuparon el país tras la retirada romana, ignoraron las ciudades, aislaron el cristianismo en Gales y dieron sus propios nombres, como calzada Watling, a las carreteras romanas.
A falta de administradores romanos, los jefes britanos, nominalmente cristianos, gobernaron pequeños e inestables reinos y mantuvieron algunas de las tradiciones romanas de gobierno. A mediados del siglo V, se reanudó la política romana de contratar mercenarios germánicos como defensa frente a los pueblos guerreros del norte (pictos y escotos). Estos mercenarios se sublevaron contra sus jefes britanos y, alrededor del siglo VII, comenzaron a fundar reinos germánicos en toda la isla. Las leyendas posteriores sobre un héroe llamado Arturo o Artús se sitúan en este violento periodo (véase Leyenda del rey Arturo). Los invasores tenían un origen variado: anglos, sajones, frisios, jutos y francos, pero su cultura, conocida como anglosajona, era similar.
Alrededor del siglo VII había siete reinos germánicos: Northumbria, Mercia, East Anglia, Essex, Wessex, Sussex y Kent.
Los daneses reaparecieron durante el reinado de Etelredo II (c. 978-1016), que fue derrocado en 1014 por el rey danés Sven I Barba de Horquilla, aunque recuperó el trono unos meses más tarde, cuando Sven murió. En 1016, cuando Etelredo falleció, el hijo de Sven, Canuto I, venció al hijo de Etelredo, Edmundo II. Bajo Canuto I, Inglaterra formó parte de un reino que también comprendía Dinamarca y Noruega.
Tras los cortos e impopulares reinos de los hijos de Canuto, Harold I y Canuto Hardeknut, Eduardo el Confesor, otro hijo de Etelredo, regresó de su exilio en Normandía. El reinado de Eduardo (1042-1066) destaca por el dominio de los poderosos condes de Wessex —Godwin, y después, su hijo Harold II— y por el comienzo de la influencia normanda y francesa. Eduardo se tomó un gran interés por la construcción de la abadía de Westminster, que se terminó justo a tiempo para su entierro en enero de 1066.
Al morir sin herederos, se inició un periodo de enfrentamientos. El Consejo Real eligió a Harold, conde de Wessex, aunque su único derecho al trono era su disponibilidad. Los otros aspirantes eran el rey Harald III de Noruega y el duque Guillermo de Normandía. Harold II venció al primero en Stamford Bridge, en septiembre de 1066, pero fue derrotado por Guillermo en la batalla de Hastings el 14 de octubre. Guillermo fue coronado en la abadía de Westminster el día de Navidad.
El año 1066 fue decisivo en la historia de Inglaterra. Guillermo I el Conquistador y sus hijos dieron a Inglaterra un nuevo y vigoroso impulso. El feudalismo normando se convirtió en la base de la redistribución de la tierra entre los conquistadores y en Inglaterra surgió una nueva aristocracia y una renovada estructura social y política. Inglaterra se alejó de Escandinavia en beneficio de Francia, una orientación que mantendría durante 400 años.
Guillermo fue un monarca severo que sofocó duramente cualquier revuelta contra su autoridad. Para fortalecer su administración promulgó el Domesday Book, un censo tributario, y obligó a todos los campesinos a jurarle fidelidad (Juramento de Salisbury). Nombró a Lanfranco, un clérigo italiano, arzobispo de Canterbury.
Cuando Guillermo murió en 1087, legó Inglaterra a su segundo hijo, Guillermo II el Rojo y Normandía a su hijo mayor, Roberto. Con el tiempo, Enrique I (su tercer hijo) consiguió ambos reinos: Inglaterra en 1100, cuando murió Guillermo II, y en 1106 Normandía, previa conquista.
Enrique deseaba que su hija Matilda le sucediera, pero en 1135, su sobrino, Esteban I de Blois (más tarde el rey Esteban), se hizo con el trono; los años de su reinado (1135-1154) estuvieron marcados por la guerra civil.
Enrique VII se hizo con el trono basándose en una legitimidad dudosa. Su abuelo se casó con la viuda de Enrique V y su padre con Margarita Beaufort, condesa de Richmond y Derby, que descendía ilegítimamente de Eduardo III. Su único derecho al trono era la victoria de Bosworth Field. Sin embargo, la instauración de la dinastía Tudor, con la excepción de María I, proporcionó a Inglaterra el tipo de gobierno que necesitaba.

Tras someter a sus rivales de York, se casó con la hija de Eduardo IV y consiguió el reconocimiento de España en 1489 (Tratado de Medina del Campo), y después el de Francia, los Países Bajos y Escocia.
Ambicioso y audaz, Enrique VIII (reinó entre 1509 y 1547) tenía un carácter totalmente opuesto al de su cuidadoso y rutinario padre. Fue muy apreciado por los escritores humanistas, uno de los cuales, santo Tomás Moro, participó en su gobierno. En 1513 Enrique venció a los franceses y después a los escoceses en Flodden. La figura del cardenal (y posterior canciller y arzobispo de York) Thomas Wolsey, dominó el periodo comprendido entre 1514 y 1529. Aunque su esposa Catalina de Aragón le dio seis hijos, sólo uno, la futura María I, llegó a edad adulta. Deseoso de un hijo y entusiasmado por Ana Bolena, Enrique pidió al Papa el divorcio; cuando el eficiente Wolsey no pudo obtenerlo, Enrique le destituyó y convocó al Parlamento para iniciar la reforma. El resultado fue la creación de la Iglesia de Inglaterra, de la que Enrique era el principal jefe, rechazando la autoridad de Roma, pero manteniendo el dogma católico.
La tercera esposa de Enrique, Juana Seymour, murió al dar a luz a Eduardo, el único hijo varón superviviente; sus tres últimas esposas no tuvieron descendencia.
Thomas Cromwell, conde de Essex, otro de los grandes administradores de Enrique, supervisó los cambios revolucionarios que tuvieron lugar a partir de 1530: la ruptura con Roma y la disolución de los monasterios, la nueva ampliación del Parlamento, en especial de la Cámara de los Comunes, y la creación de una nueva estructura burocrática con el Consejo Privado y otras instituciones controladas absolutamente por la corona. Véase Gabinete; Reino Unido.
Bajo Eduardo VI (reinó entre 1547 y 1553), un menor dominado sucesivamente por Eduardo Seymour, primer duque de Somerset y John Dudley, duque de Northumberland, la Iglesia de Inglaterra adoptó el protestantismo. Cuando Eduardo murió a los 16 años, Northumberland intentó conseguir el trono para su familia e impedir la sucesión de la hermanastra católica del rey, María, al casar a su hijo con Juana Grey, a quien proclamó reina. El intento fracasó muy pronto y Northumberland, Juana y su marido fueron ejecutados.
María I Tudor, la hija de Catalina de Aragón, restauró el catolicismo y se casó con su primo, Felipe II de España. Cuando María la Sanguinaria, como era conocida, murió en noviembre de 1558, Inglaterra se regocijó con la llegada al trono de su hermanastra, Isabel, que inmediatamente reprimió a los católicos y fortaleció jurídicamente el anglicanismo.
Isabel I poseía la frugalidad y la habilidad de su abuelo y los modales imperiosos y la capacidad para gobernar de su padre.
Ayudó a los rebeldes protestantes en los Países Bajos españoles y estimuló a los marinos británicos para que abordaran barcos españoles en alta mar. Sus naves derrotaron a la Armada Invencible en 1588 y evitaron así la invasión de Inglaterra. En 1603 se completó la conquista de Irlanda.
La ascensión al trono del rey escocés Jacobo IV como Jacobo I de Inglaterra (reinó entre 1603 y 1625) unió las coronas de Inglaterra y Escocia. Era hijo de la prima de Isabel, María I Estuardo. Los puritanos estaban cada vez más insatisfechos con la Iglesia de Inglaterra, a la que consideraban demasiado católica. En 1605, la Conspiración de la Pólvora, un complot católico que tenía como objetivo la voladura del Parlamento, confirmó los recelos ingleses hacia Roma. La inquietud religiosa alcanzó su punto álgido cuando el antipuritano William Laud se convirtió en arzobispo de Canterbury entre 1630 y 1640.
Durante el reinado de Carlos I (que reinó entre 1625 y 1649) se produjo el enfrentamiento entre el rey —defensor de una monarquía por derecho divino—, y el Parlamento, que insistía en mantener la independencia de sus derechos. El presidente del Tribunal Supremo, Edward Coke, apoyó la decisión parlamentaria de procesar a los ministros del rey (1621) y contribuyó a crear la petición de derechos en 1628 que, al igual que la Carta Magna, obligó a Carlos I a admitir limitaciones en su autoridad.
El Parlamento Largo utilizó la crisis para conseguir el control sobre el gobierno. Liberó a los prisioneros políticos y arrestó y ejecutó al arzobispo Laud y a Thomas Wentworth, primer conde de Strafford, culpándolos de dirigir la política del rey.
La división nacional se exacerbó todavía más cuando Carlos intentó arrestar a algunos miembros del Parlamento acusados de conspiración. Al fracasar esta acción, los partidarios del rey abandonaron el Parlamento, mientras que la parte restante, los puritanos, hicieron entonces una llamada a las armas; Carlos también reunió sus fuerzas. El enfrentamiento era inevitable; en octubre de 1642 se sostuvo la primera batalla en Edgehill.
Los parlamentarios ganaron finalmente la Guerra Civil inglesa gracias al apoyo de Escocia y, sobre todo, debido al liderazgo militar de Oliver Cromwell, que creó las unidades militares que servirían de base para el Nuevo Ejército (New Model Army). Con el apoyo de estos nuevos regimientos, Cromwell depuró el Parlamento de todos los miembros opositores. El Parlamento Rabadilla (Rump Parliament) llevó a juicio a Carlos I que fue ejecutado el 30 de enero de 1649; abolió la monarquía y la Cámara de los Lores y estableció un régimen protorepublicano (denominado Protectorado o Commonwealth) en Inglaterra que aunaba aspectos monárquicos y parlamentarios.
Se creó un nuevo Consejo de Estado que dependía del Ejército y, ante la escasa legitimidad del Parlamento Rabadilla, Cromwell se convirtió en el dueño de la situación. Entre 1649 y 1651 sometió a Irlanda y Escocia, que se incorporaron al Protectorado (Commonwealth). En 1653 disolvió el Parlamento Rabadilla, cansado de su oposición. Tras el experimento del Parlamento de Barebone (Barebone’s Parliament), que se disolvió en diciembre de 1653, un texto adoptado por el Consejo de Estado y apoyado por el Nuevo Ejército (conocido como Instrumento de Gobierno), el único intento en la historia británica de una constitución escrita, confió el poder a Cromwell con el título de lord protector de la República de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Cromwell aceptó una segunda cámara en el Parlamento y el derecho a nombrar a su sucesor, pero rechazó el título de rey.
La Ley de Navegación (1651) provocó las Guerras Anglo-holandesas de 1652 a 1654, con las que Inglaterra obtuvo algún éxito. Jamaica fue arrebatada a España en 1655. En alianza con Francia, las fuerzas inglesas vencieron en la batalla de las Dunas en 1658 y tomaron Dunkerque, en Francia.
El protectorado se colapsó tras la muerte de Cromwell en 1658, y su hijo, Richard Cromwell, se mostró incapaz de conseguir el respeto del Ejército. En la confusión que siguió, el general George Monck, comandante en Escocia, marchó sobre Londres, volvió a reunir al Parlamento Largo, y preparó la vuelta del exilio del hijo mayor del rey Carlos I.
Inglaterra dio la bienvenida a Carlos II en mayo de 1660 e intentó que las cosas fueran como en 1642.
En 1673, la más importante de las Test Acts excluyó a los católicos de los cargos públicos. La conjura papista de 1678 y la acción de no incluir a Jacobo, el hermano católico del rey, en la sucesión al trono, mostró dos tendencias políticas en formación: los whigs, que defendían la supremacía del Parlamento y solicitaban la exclusión de los católicos del trono inglés y los tories, que eran anglicanos, partidarios de la prerrogativa real y no se oponían a Jacobo, siempre que ofreciera garantías en el terreno religioso. El rey murió en 1685, y el trono pasó a Jacobo.
La restauración fue una reacción contra el puritanismo en el plano moral y en el ámbito literario, como lo demuestra la aparición de Paraíso perdido, escrito por John Milton, en 1667 y de El peregrino de John Bunyan, publicado entre 1678 y 1684. En 1662 Carlos instituyó la Sociedad Real para promover el estudio de las ciencias naturales. Por otro lado, se asistió a un desarrollo de las nuevas tendencias artísticas y arquitectónicas, como se puso de manifiesto tras el incendio de Londres en 1666, cuando Christopher Wren llevó a cabo la reconstrucción de la ciudad.
Jacobo II pronto perdió la buena voluntad con la que había iniciado su reinado. Sus oponentes, incitados por la Declaración de Indulgencia (1688), favorable a los católicos, y por el nacimiento de un hijo —lo que posibilitaba una sucesión católica— pidieron a Guillermo III de Orange, un protestante, estatúder de los Países Bajos y marido de la hija mayor del rey, María, que salvaguardara la herencia de su esposa.
Después de que Jacobo huyera a Francia, Guillermo formó un gobierno provisional. En 1689 el Parlamento concedió la corona a ambos solidariamente. Esta revolución se llamó la Revolución Gloriosa porque, al contrario que entre 1640 y 1660, fue pacífica y tuvo éxito; el Parlamento se convirtió en soberano e Inglaterra prosperó. Fue una victoria conjunta de los principios whig y del pragmatismo tory. Los dos Tratados sobre el gobierno civil (1690) de John Locke dieron a estos hechos una atractiva justificación teorética.
Aquéllos que no juraron fidelidad a los nuevos reyes recibieron el nombre de jacobitas. Después de la masacre de Glencoe, en Escocia, y la batalla de Boyne, tras la que aumentó la represión hacia los católicos en Irlanda, jacobitas y católicos se sometieron.
Con Guillermo (que gobernó en solitario tras el fallecimiento de la reina María en 1694), Inglaterra participó en la guerra de la Liga de Augsburgo (1689-1697) y en la guerra de Sucesión española (1701-1713), para frenar las ambiciones territoriales de Luis XIV, rey de Francia. La primera guerra sólo consiguió que Luis reconociera a Guillermo como rey de Inglaterra. En la segunda, la victoria de John Churchill (más tarde primer duque de Malborough) en la batalla de Blenheim en 1704, demostró que Inglaterra era de nuevo una potencia que debía ser tenida en cuenta en Europa.
En 1693 Inglaterra creó un sistema de deuda pública permanente y al año siguiente se estableció el Banco de Inglaterra para garantizar su amortización.
Los dos Tratados y Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), basado en el empirismo y en el sentido común, de John Locke, y los Principios de Isaac Newton (1687), que integraban las leyes del movimiento con la teoría universal de la gravedad, dieron a Inglaterra un lugar destacado en el mundo del pensamiento.
Antes de que la joven hija de Jacobo II, Ana, llegara al trono en 1702, todos los hijos de ésta ya habían muerto. Para evitar el retorno de los estuardos católicos, el Parlamento aprobó en 1701 el Acta de Establecimiento, que asignaba el acceso al trono a la electora protestante Sofía de Hannover (nieta de Jacobo I) y a sus descendientes. En un principio, los escoceses reivindicaron el derecho a elegir su propio sucesor de Ana, pero los éxitos militares ingleses en el continente europeo les hicieron cambiar de opinión y aceptar la Union Act de 1707, cuyo resultado fue la fusión de ambos reinos y la creación del Reino Unido de Gran Bretaña.