Sudán (república) (nombre oficial, Al-Jumhuriyat as-Sudan, República de Sudán), república del África nororiental, es el más extenso de los países del continente africano. Limita al norte con Egipto, al este con el mar Rojo, Eritrea y Etiopía, al sur con Kenia, Uganda y la República Democrática del Congo, y al oeste con la República Centroafricana, Chad y Libia. Tiene una superficie de 2.505.800 km² y Jartum es su capital y principal ciudad.
Excepto la franja costera del mar Rojo, sujeta a las influencias marítimas, el clima de Sudán es tropical con matices continentales. Las variaciones estacionales son más acentuadas en las zonas desérticas, donde las temperaturas descienden en invierno hasta los 4,4 ºC, especialmente después de la puesta de Sol, mientras que en verano superan a menudo los 43,3 ºC y la pluviosidad es insignificante; durante los meses de verano, antes de las precipitaciones, se suelen producir tormentas de arena, llamadas habubs. También son altas las temperaturas más al sur, en las regiones llanas de la parte central, aunque aquí la humedad es casi siempre inferior, excepto en las costas del mar Rojo. Cerca de Jartum, la temperatura anual alcanza un promedio de 26,7 ºC y las precipitaciones llegan a los 254 mm de promedio; la mayoría se recogen entre los meses de julio y septiembre. En la región meridional del país el clima es ecuatorial, con una temperatura de alrededor de 29,4 ºC, más de 1.000 mm de precipitaciones y un elevado nivel de humedad. Las sequías y las deficientes cosechas son sucesos frecuentes fuera de la parte sur, lo que puede provocar, como ya ocurrió a comienzos de la década de 1980, terribles hambrunas.
Apenas hay vegetación en las zonas desérticas del país. En las regiones colindantes con el valle del Nilo crecen algunas especies de acacias, pero las zonas con grandes selvas se encuentran en la franja central, en especial en los valles fluviales, aunque la tala de árboles en busca de madera para combustible y nuevas comarcas de pastos han reducido considerablemente el tamaño de los bosques. Entre las especies de árboles más corrientes se encuentran el hashab, el talh, el heglig (Balanites aegyptiaca) y varios tipos de acacias como la sunt, la laot y la kittr. En el valle del Nilo Azul son comunes especies como el ébano, el silag y el baobab. En la cuenca del Nilo Blanco se encuentra el ébano, la caoba y otras variedades de árboles de madera dura. Entre la vegetación autóctona se encuentran también especies como el algodón, el papiro, el ricino (de donde se extrae el aceite del mismo nombre) y las plantas de las que se extrae el caucho o hule.
La fauna es abundante en las regiones llanas y ecuatoriales de Sudán. Los elefantes, de los que en el pasado habitaban un gran número en los bosques meridionales fueron prácticamente exterminados durante la guerra civil; en los ríos abundan los cocodrilos y los hipopótamos. Entre los animales de gran tamaño se encuentran jirafas y leopardos. El resto de la fauna está compuesta de babuinos y monos, numerosas especies de pájaros tropicales autóctonos y reptiles venenosos. Muchos tipos de aves migratorias tienen en el Nilo un importante lugar de parada en su viaje hacia el sur de África para pasar la estación invernal. Entre los insectos se encuentran la mosca serot y la mosca tsetsé —muy abundantes en la franja ecuatorial— y los mosquitos, que invaden casi la totalidad del país y son responsables de que la malaria sea una enfermedad endémica en Sudán.
En la región septentrional, la población se compone principalmente de pueblos de la antigua Nubia y de descendientes de africanos y árabes mezclados que han dado lugar a numerosas etnias, con lenguas diferentes, pero unidos por la práctica de una cultura musulmana común; también en el norte se encuentran las etnias beja, jamala y nuba. En el sur predominan los grupos étnicos nilóticos, de los que los más importantes son el dinka, el nuer y el shilluk; en la región suroriental habitan los azande. Alrededor del 70% de la población activa se ocupa en actividades relacionadas con la agricultura o el pastoreo, el 22% está empleada en el sector económico de servicios y el 9% en la industria y la minería.
Alrededor del 70% de la población profesa la fe musulmana, un 25% practica religiones tradicionales y una minoría (5%) es cristiana. En el norte del país existe una mayoría de suníes, en cuyo islamismo son claras las influencias recibidas de las religiones tradicionales preislámicas; característico de este tipo de islamismo sudanés es la veneración de un gran número de santos locales y, hasta finales de la década de 1980, la manifestación de una gran tolerancia hacia otras religiones. En la parte meridional, la mayor parte de sus habitantes o bien practican las religiones tradicionales o bien son cristianos. Las diferencias de cultura y religión existentes entre las dos zonas del país han estado siempre en la base de las continuas tensiones que han enfrentado a las dos regiones, en las que la zona norte ha dominado sobre la sur; en este contexto las diferencias religiosas y culturales han sido a menudo esgrimidas como símbolo de sus respectivas regiones. La lengua oficial es el árabe, hablado por casi la mitad de la población. El inglés es también una lengua muy utilizada, y en el oeste, este y sur de Sudán se hablan además otras lenguas autóctonas. Véase Lenguas africanas.
Según estimaciones del Banco Mundial (2006), el producto interior bruto era de 37.442 millones de dólares, lo que da una renta per cápita de 993 dólares. La base de la economía del país era la agricultura. Entre mediados de la década de 1960 y finales de la de 1980 el crecimiento económico fue prácticamente cero. A principios de la década de 1990, la sequía y la guerra civil acabaron con los esfuerzos realizados para impulsar la economía. Además, la escasez de alimentos y la amenaza de la hambruna era una constante en el país. En 1992, el Consejo de la Revolución, que había practicado desde que llegó al poder en 1989 una política antioccidental y de aislamiento, inició una serie de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para hacer frente a la enorme deuda exterior del país y abordar un conjunto de reformas económicas.
La moneda de Sudán es, desde julio de 2007, la libra sudanesa, que ha reemplazado al dinar, que en mayo de 1992 sustituyó a la primera libra sudanesa; el cambio fue de 1 nueva libra sudanesa por 100 antiguos dinares (2,20 dinares equivalían a 1 dólar estadounidense en 2006). El Banco de Sudán (fundado en 1960) actúa de banco emisor. En 1970 fueron nacionalizados todos los bancos del país, aunque en 1976 los bancos extranjeros pudieron operar nuevamente. La imposición de la ley islámica (sharia) del 1 de enero de 1991 puso fin al cobro de intereses en las transacciones bancarias oficiales. La primera Bolsa de valores de Sudán se inauguró en 1995.
Tras el golpe de Estado militar de 1989 se estableció como institución de gobierno el denominado Consejo de la Revolución, a cuyo frente estaba el general Umar Hasan Ahmad al-Bashir. Su ejecutivo convocó posteriormente elecciones democráticas, celebradas en 1996. Dos años después fue aprobada en un referéndum una nueva Constitución, que permite el pluralismo político y garantiza la libertad religiosa y de pensamiento. En julio de 2005 se adoptó, con carácter provisional, una nueva Constitución.
Desde la más remota antigüedad hasta tiempos muy recientes, la franja norte de lo que en la actualidad es el moderno Sudán ha formado parte de la región conocida como Nubia. De la historia de la franja meridional o nilótica de Sudán antes del siglo XIX se tienen pocas noticias. Los egipcios procedentes de Nubia llegaron a la región durante el periodo de los antiguos reinos (alrededor del 2755-2255 a.C.). Hacia el 1570 a.C., fecha en que comenzó la XVIII Dinastía, Nubia había quedado reducida al estado de provincia egipcia. En la región que se extiende entre el desierto de Nubia y el Nilo se conservan numerosos monumentos y ruinas, entre otras reliquias de los periodos de dominio egipcio que finalizaron a causa de una revuelta nubia en el siglo VIII a.C. Después de esta fecha han ocupado el territorio sucesivamente una serie de reinos independientes, entre ellos el más poderoso fue el de Makuria, un estado cristiano cuya capital era Dongola y que fue fundado en el siglo VI. Dicho reino vio su fin a comienzos del siglo XIV como consecuencia de la invasión de los mamelucos egipcios. Otro de estos reinos fue el de Alwa, cuya capital estaba en Soba, en las proximidades de la actual Jartum, que fue destruido alrededor del año 1500 por los funj, musulmanes de color de origen desconocido que fundaron un sultanato en Sennar.
En el siglo XVI los funj se convirtieron en un poderoso estado musulmán y Sennar en uno de los centros más importantes de la cultura islámica. En las postrimerías del siglo XVIII, la falta de entendimiento entre las tribus funj debilitó considerablemente el reino, que en 1820 fue invadido por un ejército egipcio. La guerra no finalizó hasta 1822 con una victoria total de Egipto, que en ese tiempo era una provincia más del Imperio otomano. La mayor parte del territorio de Nubia se convirtió entonces en una provincia de Egipto conocida como el Sudán egipcio. El dominio turco-egipcio, que se extendió también hacia la zona sur de la provincia, se mantuvo durante 60 años. Sin embargo, en la zona occidental, el sultanato de Darfūr consiguió conservar su independencia hasta bien entrado el periodo de dominio británico. Durante este periodo se agravaron considerablemente los conflictos internos derivados del comercio de esclavos en la región meridional y de la falta de un gobierno eficaz. Entre 1877 y 1880 bajo el gobierno del general y administrador británico Gordon Bajá, que era gobernador del Sudán egipcio y actuaba al servicio del Imperio otomano, se intentó acabar con la práctica del tráfico de esclavos.
Después de la dimisión de Gordon se produjo un estado de anarquía que culminó en 1882 en una revolución dirigida por Muhammad Ahmad, que poco antes, alrededor de 1880, se había autoproclamado como Mahdí, es decir, la persona que según la tradición musulmana liberaría al mundo del diablo. Los rebeldes aniquilaron un ejército egipcio en noviembre de 1883, tomaron Jartum en enero de 1885, muriendo el propio Gordon y haciéndose con el control absoluto de la provincia.
Bajo el gobierno del Mahdí las condiciones de vida empeoraron, al igual que con su sucesor desde 1885, el califa Abdallah al-Taaishi. Este llevó a cabo numerosas guerras contra los pueblos nilóticos del sur, consiguiendo ocupar grandes áreas del Sudán egipcio; en 1889 intentó sin éxito conquistar Egipto. Durante los últimos años del reinado del califa el caos económico y social hundió al Sudán; mientras tanto, Egipto había pasado en la práctica a ser una posesión británica. En 1896 los gobiernos británico y egipcio, alarmados por la extensión de la influencia francesa en el Sudán nilótico ejercida desde el África central y occidental, mandaron una expedición militar conjunta contra el califa. La expedición encabezada por el general Horatio Herbert Kitchener derrotó a las tropas del califa en Omdurman el 2 de septiembre de 1898; la victoria anglo-egipcia acabó definitivamente con el movimiento dirigido por el Mahdí. El 19 de enero de 1899 los gobiernos británico y egipcio firmaron un acuerdo o condominio para compartir la soberanía de Sudán; en la práctica Gran Bretaña, que ejercía un mayor control de la situación, estableció un sistema de gobierno en el norte, y además, puso en marcha nuevos proyectos económicos en la década de 1920, entre ellos el proyecto Yazira, que tenía como objeto proporcionar ingresos al Sudán y disminuir las subvenciones que el país recibía del gobierno británico. En la zona meridional, el control británico era más precario ya que estaba en manos de unos cuantos funcionarios civiles, que eran conocidos como los 'barones' por el poder casi absoluto que ejercían sobre amplias áreas.
A pesar del descontento creciente entre los egipcios y sudaneses nacionalistas que clamaban por el fin del dominio británico en Sudán, el gobierno egipcio firmó en 1936 un tratado con Gran Bretaña, el cual ratificaba, entre otras cuestiones, lo pactado en el acuerdo de 1899. La disconformidad con el tratado de Egipto se hizo más patente tras la II Guerra Mundial. En 1946 los dos países iniciaron negociaciones para revisar los términos del tratado firmado en 1936. El gobierno egipcio pidió a los británicos que abandonaran Sudán, mientras que por su parte los británicos propusieron una serie de modificaciones en el régimen de gobierno. Las negociaciones entre ambos países llegaron a un punto muerto; el 19 de junio de 1948, tras consultar con algunos oficiales sudaneses del norte del país, el gobernador general británico de Sudán estableció un conjunto de reformas encaminadas a dotar a los sudaneses de esa parte del país de una cierta experiencia en autogobierno, como requisito para decidir cuál sería el futuro político de Sudán. En noviembre del mismo año se eligió una Asamblea Legislativa sudanesa, pero los seguidores de los grupos políticos que pedían la unión con Egipto boicotearon la elección. En diciembre de 1950 la Asamblea, con mayoría de grupos partidarios de la independencia de Sudán, aprobó una resolución encaminada a pedir a Egipto y Gran Bretaña que, para 1951, garantizaran al país el pleno autogobierno.
Durante los años 1950 y 1951 el gobierno egipcio continuó demandando a los británicos el abandono del país. En 1951 la Asamblea denunció el condominio y el tratado de 1936 y proclamó a Faruk I rey de Egipto y Sudán. Inmediatamente se reanudaron las negociaciones entre Gran Bretaña y Egipto sobre el futuro de Sudán, pero en julio de 1952 se produjo la abdicación del rey Faruk. El 12 de febrero de 1953firmaron finalmente un acuerdo mediante el que se garantizaba la independencia de Sudán tras un periodo de transición de tres años.
De acuerdo con los términos del acuerdo, a finales de 1953 se celebraron las primeras elecciones al Parlamento sudanés, en las que el Partido Unionista Nacional, de tendencias proegipcias se hizo con una contundente victoria. El 9 de enero de 1954, el primer gobierno compuesto completamente por sudaneses asumió el poder. Este día marca el comienzo oficial del periodo provisional de 'sudanización', proceso por el que los sudaneses relevaron a todos los extranjeros tanto de los cargos políticos de responsabilidad como de los militares.
El programa de sudanización, que finalizó en agosto de 1955, agravó las diferencias geográficas, económicas y sociales existentes entre el norte y el sur del país. Los británicos no solo habían dejado el gobierno de la región meridional en manos de los 'barones', sino que no habían hecho prácticamente nada para impulsar el desarrollo de la economía y la educación ni habían creado la infraestructura necesaria para ello. La parte septentrional de Sudán, por el contrario, gozaba de una buena situación y nuevas industrias estaban en vías de desarrollo; además se había construido una red ferroviaria, escuelas y centros universitarios. El gobierno británico, que durante mucho tiempo protegió las misiones cristianas situadas fuera del territorio del norte, había dejado el gobierno de las tierras meridionales en manos de dichas misiones, las cuales eran responsables no solo de la deficiente educación que habían impartido sino también del escaso desarrollo alcanzado en dicha región. La cristianización tuvo además otra consecuencia negativa: el agravamiento de las diferencias entre el norte y el sur; los habitantes del sur se sentían excluidos del nuevo gobierno y vieron en la independencia la simple sustitución del gobierno británico por otro en mano de los sudaneses del norte. El 19 de agosto algunas unidades del Ejército sudanés se rebelaron en el sur del país, pero fueron pronto reducidas por las fuerzas leales al gobierno. El 30 de agosto el Parlamento aprobó la celebración de un plebiscito en el que los habitantes de Sudán se pronunciarían sobre su futuro. Mientras tanto, Gran Bretaña y Egipto acordaron la retirada de sus tropas para el 12 de noviembre de 1955. El 19 de diciembre el Parlamento sudanés, sin que hubiera sido celebrado el anunciado plebiscito, declaró la independencia de Sudán. La república de Sudán se hizo oficial el 1 de enero de 1956; Egipto y Gran Bretaña reconocieron inmediatamente el nuevo Estado. Sudán se convirtió en miembro de la Liga Árabe el 19 de enero y de las Naciones Unidas el 12 de noviembre.
El 27 de febrero de 1958 se celebraron las primeras elecciones generales al Parlamento después de la independencia del país. El partido Umma, que estaba muy relacionado con la familia y los seguidores del Mahdí, ganó por mayoría y el 20 de marzo formó un nuevo gobierno que, sin embargo, fue derrocado por el teniente general Ibrahim Abbud, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Abbud, partidario de mantener unas relaciones cercanas con Egipto, disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución, declaró la ley marcial, nombró un consejo de ministros y se autoproclamó primer ministro. En noviembre de 1964 fue derrocado y se hizo con el poder un Consejo de Estado. La revuelta que se había iniciado en el sur contra el dominio ejercido por el norte mientras Abbud estaba en el poder acabó en una costosa guerra civil que se prolongó hasta marzo de 1972, año en que el sur consiguió cierta autonomía. Tras la Guerra Árabe-israelí de 1967 se hizo patente el giro hacia una política exterior proárabe.
En 1969, un grupo de militares dirigido por el coronel Yaffar al-Numeiry se hizo con el poder y estableció un nuevo gobierno, lo que no evitó que las tensiones políticas continuaran y se produjeran varios intentos de golpe de Estado. Durante este periodo, Numeiry —que en 1972 se convirtió en el primer presidente electo de Sudán— consolidó su poder y negoció un alto el fuego con los separatistas del sur. A comienzos de 1973 fue promulgada una nueva Constitución. Numeiry busco al principio apoyo en la Unión Soviética y en Libia, pero después de varios intentos de golpe de Estado (1976) supuestamente respaldados por Libia y los comunistas sudaneses, volvió su mirada hacia Egipto, los estados árabes conservadores y Occidente, a los que solicitó ayuda política y económica. Como respuesta a sus peticiones, después de 1973 recibió una ayuda considerable, en especial de Estados Unidos, una vez que se restablecieron las relaciones entre los dos países (interrumpidas tras el asesinato en Jartum en 1973 de dos diplomáticos estadounidenses). Numeiry fue además el único dirigente árabe que apoyó al presidente egipcio Anwar al-Sadat en las negociaciones de paz que mantuvo con Israel. El asesinato de Sadat en 1981 dejó a Sudán en una situación mucho más vulnerable respecto de Libia. La estabilidad del país durante la etapa final de la década de 1970 se vio también amenazada por el gran número de refugiados que llegaron a Sudán procedentes de Eritrea, Uganda y Chad, y que agotaron sus ya escasos recursos.
En abril de 1983 Numeiry ganó por tercera vez las elecciones, y en septiembre de ese mismo año otorgó un indulto general (que benefició a aproximadamente 13.000 presos) y anunció la revisión del Código Penal de acuerdo con la ley islámica (sharia). Desde abril hasta septiembre de 1984 estuvo en vigor la ley marcial como consecuencia del estallido de nuevas tensiones con Libia, las protestas por la subida de los precios de los alimentos y la imposición de la ley islámica tanto en el norte como en el sur (donde la mayor parte de la población era cristiana). Tras la entrada en vigor en la región meridional de la sharia nació el Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS, brazo armado del Movimiento Popular de Liberación de Sudán, MPLS), cuyo objetivo primordial era el derrocamiento de Numeiry. Aunque el grupo había surgido en el sur y estaba dirigido por un sureño (John Garang), consiguió atraer a todos los opositores al régimen de Numeiry. Al principio contó también con el apoyo de los habitantes de la región occidental, que se sentían abandonados en favor de los del valle del Nilo, y consiguió algunas victorias en sus enfrentamientos militares. En abril de 1985, después de una revuelta popular en Jartum y un incruento golpe de Estado, el gobierno de Numeiry fue derrocado.
Tras un año de gobierno militar, Sadiq al-Mahdí, bisnieto del Mahdí y dirigente del partido Umma, resultó elegido primer ministro en las primeras elecciones libres que se celebraban en 18 años, aunque no pudieron tener lugar en 37 provincias meridionales debido a las luchas con el EPLS. La recién elegida Asamblea debía redactar y aprobar una nueva Constitución y celebrar elecciones cada cuatro años. Sin embargo, el nuevo gobierno pronto se vio debilitado como consecuencia de la acuciante carencia de alimentos, los enfrentamientos con la guerrilla, la creciente deuda del país y la falta de cohesión interna entre los propios miembros del ejecutivo. La economía quedó paralizada y la situación en el sur derivó en abierta guerra civil. En junio de 1989, el general Umar Hasan Ahmad al-Bashir perpetró un golpe militar, derrocó al gobierno de Sadiq al-Mahdí, declaró el estado de emergencia, e instituyó el denominado Consejo de la Revolución para la Salvación Nacional, integrado por 15 miembros, para asumir el gobierno del Estado.
Las condiciones empeoraron aún más a comienzos de la década de 1990, cuando el régimen de Bashir suprimió todos los partidos de la oposición y se enfrentó en el sur al EPLS, que se había fraccionado en dos grupos con estrategias y objetivos distintos (por un lado, el que pretendía derrocar al gobierno de Jartum, y por otro el que solicitaba la completa independencia del sur). Estas luchas intestinas en el seno de las fuerzas antigubernamentales las debilitó, y resultó ser un nuevo factor de desestabilización para la región. Las hambrunas se sumaron así a los problemas del desplazamiento de la población y de la guerra. Por otra parte, los esfuerzos realizados por organizaciones humanitarias internacionales para hacer llegar alimentos a la población fracasaban, tanto por la actitud de los rebeldes como del propio gobierno de Jartum. En 1993 Bashir tanteó la posibilidad de celebrar elecciones para elegir una nueva Asamblea, aunque sobre la base de un único partido, y disolver el gobierno militar. No obstante, el hecho de mantener en el gabinete a la mayor parte de los antiguos ministros hizo patente que se trataba de una operación de imagen. A pesar de los esfuerzos realizados a comienzos de 1994 para el desarrollo de negociaciones de paz con el EPLS, el número de refugiados y afectados por la guerra civil (ya fuera por la pérdida de sus hogares o por el hambre) siguió incrementándose. Las divisiones internas en el EPLS no impidieron que en marzo de 1995 acometieran una ofensiva general que obligó al régimen de Jartum a anunciar una tregua. Para entonces, la economía de Sudán estaba en tal estado, que el país fue excluido del Fondo Monetario Internacional.
Acusado el régimen sudanés de promover el terrorismo internacional, en agosto de 1998 Estados Unidos bombardeó una serie de instalaciones localizadas en Jartum, como respuesta a los recientes atentados contra sus embajadas en Nairobi (Kenia) y Dar es-Salaam (Tanzania), en los que fallecieron cerca de 300 personas. El 12 de diciembre de 1999, Bashir decretó el estado de emergencia y disolvió el Parlamento, que intentaba reformar la nueva Constitución, aprobada por referéndum un año antes, para limitar los poderes presidenciales. En las elecciones presidenciales y legislativas celebradas en diciembre de 2000 (calificadas de farsa por todas las fuerzas de la oposición), Bashir fue reelegido presidente, mientras que su formación política, el partido del Congreso Nacional, logró una amplia mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. En julio de 2002, miembros del gobierno y del EPLS se entrevistaron en Machakos (Kenia) y acordaron las bases previas para iniciar un proceso de negociaciones que tuviera como fin último la pacificación del país. Poco después, en el transcurso de ese mismo mes, tuvo lugar en Kampala (Uganda) un encuentro entre Bashir y el líder del EPLS, John Garang, en el que ambos, en presencia del presidente ugandés, Yoweri Museveni, adquirieron el compromiso de realizar los esfuerzos necesarios para conseguir en el futuro un acuerdo de paz definitivo. Este atisbo de paz fue efímero, ya que en septiembre la delegación gubernamental abandonó dichas conversaciones y el ejecutivo de Bashir ordenó la movilización de las fuerzas armadas tras ser tomada la ciudad de Torit por los rebeldes. En octubre de 2003, el vicepresidente, Alí Osmán Taha, y Garang, reanudaron las conversaciones en Naivasha y se comprometieron a alcanzar una paz global antes de la finalización del año. En mayo de 2004, el gobierno de Jartum y el EPLS sellaron en la referida ciudad keniata los últimos protocolos previos al acuerdo de paz final, firmado, en enero de 2005, en Nairobi. Ambas partes aceptaron abrir un periodo de transición de seis años durante el cual la ley islámica no se aplicaría en las provincias del sur, y en el que se compartirían, además del poder político, los ingresos procedentes de explotaciones petrolíferas; transcurrido dicho sexenio, se celebraría en el sur un referéndum referente a su posible secesión. Asimismo, seis meses más tarde, en junio de 2005, el gobierno y las fuerzas de la oposición no armada integradas en la Alianza Nacional Democrática firmaron el Acuerdo Nacional de Reconciliación, que permitiría la participación de esa última en el previsto y anteriormente referido proceso de transición. En un decisivo paso de esta, al mes siguiente, Garang se incorporó al gobierno como vicepresidente del mismo, al tiempo que pasaba a presidir el recién constituido gobierno de Sudán del Sur; sin embargo, el día 30 de ese mes, Garang falleció en un accidente aéreo. En agosto de ese año 2005, Bashir designó a Salva Kiir (‘número dos’ del EPLS) para sustituir a Garang en sus cargos.
Sin embargo, el paulatino encauzamiento de estos problemas no significó la definitiva pacificación del país. En 2003, un nuevo conflicto había estallado; esta vez estaba centrado en la región occidental de Darfūr y enfrentó a milicias árabes y a grupos armados de negros africanos (este último grupo étnico había sufrido continuados actos de violencia y expoliación por parte del primero, supuestamente apoyado por el gobierno). A comienzos de 2006, la situación había alcanzado una gravedad extrema, aproximándose a 200.000 la cifra de personas muertas y a dos millones la de desplazadas. Para 2008, la misión de paz desplegada conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Africana (UA) no había conseguido detener esta crisis, que, según estimaciones emitidas en abril de ese año por la propia ONU, se había cobrado hasta ese momento la vida de 300.000 personas.