Brasil (nombre oficial, República Federativa do Brasil, República Federativa de Brasil), país de Sudamérica, que es el más grande del subcontinente, pues ocupa casi la mitad de su superficie, y el quinto más extenso del mundo (después de Rusia, China, Canadá y Estados Unidos). La superficie total de Brasil es de 8.547.404 km²; su distancia máxima de norte a sur es de 4.345 km y de este a oeste de 4.330 km.
Limita al norte con Venezuela, Guyana, Surinam, Guayana Francesa y el océano Atlántico; al este con el océano Atlántico; al sur con Uruguay; al oeste con Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú, y al noroeste con Colombia. La república tiene frontera común con todos los países de Sudamérica excepto Chile y Ecuador. La capital, situada en el interior, es Brasilia.
Apenas un 3% del territorio brasileño se encuentra a más de 900 m de altitud y en él predominan los relieves llanos sobre los montañosos. Sus rasgos fisiográficos dominantes son una vasta región de tierras altas al sur, conocidas como meseta Brasileña, macizo Central brasileño o planalto Brasileiro, y la cuenca del río Amazonas, al norte.
La meseta Brasileña es un altiplano erosionado que ocupa la mayor parte del país. Con una altitud media que varía entre los 300 y los 900 m, está surcada irregularmente por cadenas montañosas y por numerosos valles fluviales. Su borde sureste, por lo general paralelo a la costa, se eleva escarpadamente desde el océano en varias áreas, concretamente al norte de los 10° de latitud y al sur de los 20° de latitud del hemisferio sur. Entre las principales cordilleras de la meseta Brasileña están la serra da Mantiqueira, la serra do Mar y la serra Geral. En la zona central destaca el planalto del Mato Grosso. Entre las cumbres más elevadas destacan el pico da Bandeira (2.890 m), en la serra da Mantiqueira, y el Pedra Açu (2.232 m), en la serra do Mar. Gran parte del terreno de la meseta es una llanura ondulada y herbácea, denominada cerrado.
La cuenca del río Amazonas ocupa más de un tercio de la superficie del país. En ella predominan las tierras bajas, con altitudes que raramente superan los 150 m, los pantanos y las llanuras inundadas. Grandes zonas de la cuenca están cubiertas por selva lluviosa ecuatorial. Debido a la impenetrabilidad de este territorio, amplias áreas de las tierras bajas brasileñas sólo han sido exploradas recientemente.
En el borde norte de la cuenca del Amazonas destaca otra zona montañosa, que forma parte del macizo de las Guayanas y en la que sobresalen la serra de Tumucumaque, la serra de Acaraí (con una altitud máxima de 906 m) y la sierra de Parima. El pico da Neblina (2.994 m), en la frontera con Venezuela, es la cima más elevada de Brasil.
La línea de costa brasileña, con una longitud total de 7.491 km, tiene un contorno excepcionalmente regular, sobre todo en el norte, pero varias hendiduras profundas proporcionan unos excelentes puertos naturales. Son importantes los puertos de Río de Janeiro, Salvador y Recife. El litoral cuenta con estrechas llanuras costeras, excepto en algunas zonas en las que la meseta Brasileña se introduce en el océano.
Más de dos tercios del territorio de Brasil están drenados por las cuencas de los ríos Amazonas y Tocantins-Araguaia, alrededor de un quinto por la cuenca del Río de la Plata (destacando el Grande, afluente del Paraná) y el resto por el río São Francisco y otros cursos menores.
El río Amazonas es el más caudaloso del mundo y el segundo más largo, después del Nilo. Entre sus principales afluentes que discurren por Brasil destacan: Iça, Uatumã, Trombetas, Paru, Jari, Negro y Japurá, al norte; Javari, Purus, Juruá, Tefé, Coari, Madeira, Tapajós y Xingu, al sur; y el Tocantins, que es un tributario del río Pará, distribuidor sur del Amazonas, que posibilita la navegación interna. Gran parte de su curso es navegable por barcos de cabotaje.
Los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay nacen en Brasil y pertenecen a la cuenca del Plata, en la que sobresalen numerosos ríos con espectaculares cascadas, como el Iguazú (donde se forman las cataratas del mismo nombre), que presenta un gran potencial hidroeléctrico y cuyas aguas son aprovechadas por el conjunto de las represas-usinas hidroeléctricas de Itaipú, Jupiá, Ilha Solteira y Foz do Areia. Este complejo energético se extiende por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, y se adentra en los países vecinos de Paraguay, Argentina y Uruguay.
La cuenca del São Francisco es la única enteramente brasileña y atraviesa una región de clima semiárido, por lo que las aguas de sus cursos son muy útiles para el riego y para generar energía hidroeléctrica (complejo de represas y cataratas de Paulo Afonso).
Aunque, por lo general, el clima en Brasil se caracteriza por las altas temperaturas y la abundancia de precipitaciones, las condiciones climáticas varían, sobre todo, en función de la latitud y la proximidad al litoral: desde el clima ecuatorial al clima semiárido, pasando por los climas tropical, subtropical y templado.
En la cuenca amazónica el clima es ecuatorial, con lluvias durante todo el año y temperaturas elevadas. Las condiciones tropicales prevalecen sobre la mayor parte de la llanura costera que se extiende al norte del trópico de Capricornio, pero los vientos oceánicos tienen un efecto moderador sobre las altas temperaturas y la humedad. La pluviosidad media anual en esta parte de la costa varía entre los 1.000 y los 2.300 mm.
En la región costera al sur del trópico de Capricornio, las condiciones climáticas están marcadas por fuertes variaciones estacionales. Las temperaturas que se registran durante el invierno en el extremo sur llegan a descender hasta -5,6 °C y las heladas son normales por toda la región. Las precipitaciones medias anuales son inferiores a 1.016 mm en la parte sur de la zona costera.
En las tierras altas de la parte centro-este de Brasil el clima es subtropical pero, debido a su altitud, se dan grandes oscilaciones diarias de temperatura, siendo las noches frías. Esta región sufre fuertes sequías.
En las tierras altas del sur y oeste, las lluvias pueden considerarse suficientes, y en ocasiones, abundantes. Las temperaturas alternan rasgos subtropicales y rasgos templados en las tierras altas del sureste, que es la zona más densamente poblada del país.
En Brasilia, las temperaturas medias de enero y julio son 22,3 °C y 19,8 °C, respectivamente, y las precipitaciones alcanzan los 1.600 mm anuales. En Río de Janeiro, en los mismos meses, son de 28,5 °C y 19,6 °C, y se alcanzan los 1.758 mm de precipitaciones al año.
En la cuenca del Amazonas pueden encontrarse decenas de miles de especies vegetales, incluidas bignonias, laureles, mirtos y mimosas. Palmeras y árboles de madera dura son abundantes, como lo son también las plantas de la familia de las Euforbiáceas (una de las principales fuentes de caucho natural). Mangle, cacao, palmeras enanas y árboles de palo Brasil crecen en la región costera. La vegetación en los valles fluviales es exuberante. En las tierras altas son menos densos los bosques, principalmente formados por especies de hoja caduca, y predominan los arbustos y herbáceas. Las coníferas crecen en aquellas áreas donde predominan las condiciones de clima templado. En las zonas áridas, los cactus y otras plantas espinosas son habituales. Destacan en este país el tronco y el castaño del Brasil. En el noreste destaca la catinga.
La fauna de Brasil es también extremadamente variada. Los animales presentes de mayor tamaño son el puma, el jaguar, el ocelote y el zorro. El pecarí, el tapir, el oso hormiguero gigante, el perezoso, el oposum y el armadillo son abundantes. Los ciervos son numerosos en el sur y los monos de distintas especies abundan en la selva. Muchas variedades de pájaros son autóctonas del país. Entre los reptiles se incluyen varias especies de caimanes y de serpientes, en especial el surucucú, la cascabel y la boa. Los peces y tortugas abundan en las aguas de los ríos, lagos y costas de Brasil. En 2004 se contabilizaron 697 especies amenazadas.
De acuerdo con el censo del año 2000, la población de Brasil se componía de un 54% de blancos, un 39% de mestizos (mulatos, caboclos y cafuzos), un 6% de negros, un 0,6% de asiáticos y un 0,4% de indígenas americanos. A la composición de esta población contribuyeron originariamente indígenas, portugueses y negros, a los que se sumaron, a través del flujo inmigratorio, italianos, españoles, alemanes, eslavos y japoneses, entre otros. La esperanza de vida para los hombres es de 67 años y para las mujeres, de 75.
Aunque la superficie de cultivo totaliza sólo unos 67 millones de ha, menos del 8% de la superficie total, Brasil es un importante país agrícola.
Alrededor de la cuarta parte del café del mundo se cultiva en las plantaciones de São Paulo, Paraná, Espírito Santo y Minas Gerais. La producción de café en 2006 fue de 2,59 millones de t, de las que la mayoría se exportaron. Entre las frutas autóctonas y ampliamente cultivadas hay piñas, higos, chirimoyas, mangos, bananas, guayabas, uvas y naranjas. Brasil está entre los principales productores mundiales de caña de azúcar (455 millones de t), que se utiliza para producir azúcar refinada y alcohol para combustible; ricino; cacao (199.412 t); maíz (42,6 millones de t); y naranjas. Otros importantes cultivos son: soja, tabaco (905.352 t), patatas (3,14millones de t), algodón (1,21 millones de t), arroz (11,5 millones de t), trigo (2,48 millones de t), mandioca y bananas.
El ganado se cría en casi todas las partes del país, particularmente en São Paulo y otros estados del sur, donde predomina la cabaña vacuna, con un total de 207 millones de cabezas. También se crían cerdos (34,1 millones), aves de corral (1.019 millones), ovejas (15,6 millones), cabras (10,3 millones), caballos (5,79 millones), asnos (2,58 millones), mulas (1,35 millones) y bueyes (1,17 millones).
Entre los productos más valiosos de los bosques brasileños destacan varios: aleurita, caucho, cera de carnauba, fibra de algarrobo, hojas medicinales, aceites vegetales, resinas, nueces y maderas para construcción y muebles. Constituyen importantes recursos madereros el pino de Paraná, el más importante comercialmente, y el pimentero. La industria maderera se desarrolló rápidamente durante las décadas de 1970 y 1980 al mismo tiempo que los bosques eran talados para construir asentamientos.
La industria pesquera, aunque obstaculizada al principio por la escasez de capital, almacenes e industrias conserveras, creció considerablemente a partir de la década de 1960. En 2005 las capturas totales fueron de 1.008.066 t anuales.
Las industrias manufacturan una amplia gama de artículos. Se producen grandes cantidades de bienes como alimentos procesados, hierro y acero, cemento, tejidos, confección, vehículos de motor, productos químicos, papel, barcos y equipos eléctricos. São Paulo es el principal estado industrial, con factorías que producen alrededor de un tercio de la cantidad total de las manufacturas de Brasil; las ciudades de Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre y Fortaleza también son grandes centros manufactureros.
Los pueblos indígenas fueron los primeros habitantes de lo que en la actualidad es Brasil; incluían a los grupos arawak y caribes en el norte, a los tupí-guaraní en la costa este y el valle del río Amazonas, los ge en el este y sur de Brasil y los pano en el oeste. En su mayoría estos grupos eran esencialmente seminómadas, que subsistían de la caza, la recolección y una agricultura básica. Localizados en las áreas más remotas del interior, mantuvieron su forma de vida tradicional incluso hasta finales del siglo XIX, cuando su existencia se vio amenazada por el avance de la civilización. Véase Indígenas americanos.
El navegante español Vicente Yáñez Pinzón fue el primer europeo en descubrir el actual territorio de Brasil. Probablemente pisó tierra cerca de lo que en la actualidad es Recife el 26 de enero de 1500; más tarde fue a la deriva hacia el norte, hasta la desembocadura del río Orinoco. En abril de 1500, el navegante portugués Pedro Álvares Cabral también alcanzó la costa del actual Brasil y formalmente reclamó la región circundante en el nombre de Portugal. El territorio se denominó Terra da Vera Cruz (en portugués, ‘Tierra de la Cruz Verdadera’). Una expedición dirigida por Gaspar de Lemos y de la que formaba parte el navegante florentino Amerigo Vespucci fue enviada a la Terra da Vera Cruz por el gobierno portugués en 1501. En el curso de su exploración fueron dados nombres a muchos cabos y bahías, incluida una bahía que fue denominada Río de Janeiro. La Terra da Vera Cruz pasó a llamarse Santa Cruz y, finalmente, Brasil, en alusión al palo de Brasil, del que la expedición llevó una carga a su vuelta a Portugal. Años antes, concretamente en 1494, Portugal y España habían firmado el Tratado de Tordesillas, por el que quedó asignado al primero el territorio limitado al norte por Belém, en la desembocadura del río Amazonas, y al sur por la ciudad de Laguna, en Santa Catarina.
En 1530 el rey portugués Juan III inició un programa de colonización sistemática del territorio. Como primer paso, dividió Brasil en 15 distritos o capitanías, y concedió cada uno de los distritos, en perpetuidad, a una persona destacada en la corte portuguesa. Los beneficiarios, conocidos como donatarios, disfrutaban de amplísimos poderes sobre sus dominios.
Debido a los peligros derivados de los ataques franceses a lo largo de la costa brasileña, el rey Juan revocó la mayoría de los poderes detentados por los donatarios y puso a Brasil bajo el mandato de un gobernador general. El primer gobernador general, Thomé de Souza, llegó a Brasil en 1549, y organizó un gobierno central, con la recién fundada ciudad de Salvador, o Bahía, como capital, inició amplias reformas administrativas y judiciales y estableció un sistema de defensa costera. São Paulo, en el sur, se fundó en 1554.
En 1555 los franceses fundaron una colonia en las costas de la bahía de Río de Janeiro. Los portugueses destruyeron la colonia francesa en 1560 y en 1567 establecieron en su lugar la ciudad de Río de Janeiro.
Felipe II de España heredó la corona portuguesa en 1580. El periodo de dominio español estuvo marcado por las frecuentes agresiones contra Brasil por los ingleses y holandeses, enemigos tradicionales de España. Una flota holandesa tomó Bahía en 1624, pero la ciudad fue recuperada por una fuerza combinada de españoles, portugueses y nativos americanos al año siguiente. Los holandeses atacaron de nuevo en 1630 y una expedición patrocinada por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales capturó Recife y Olinda, en Pernambuco. La mayor parte del territorio entre la isla Maranhão y el curso bajo del río São Francisco cayó en manos holandesas en posteriores operaciones. Durante la inteligente administración del conde Joan Mauritz von Nassau-Siegen, el territorio brasileño bajo dominio holandés prosperó durante varios años. Nassau-Siegen, sin embargo, renunció en 1644, en protesta por las políticas explotadoras de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Poco después de su salida, los colonizadores portugueses, con apoyo de su país natal, se rebelaron contra el dominio holandés. Los holandeses capitularon en 1654, después de casi una década de contienda, y en 1661 renunciaron por tratado a sus pretensiones al territorio brasileño.
Con la triunfal revuelta en Portugal contra la soberanía española en 1640, Brasil volvió a la soberanía portuguesa. En general, las relaciones pacíficas prevalecieron entre los españoles y los portugueses en Sudamérica hasta 1680. Ese año, los portugueses enviaron una expedición hacia el sur a la orilla este del estuario del Río de la Plata y fundaron un asentamiento llamado Colonia do Sacramento. Esto dio paso a un prolongado periodo de conflictos con respecto a la posesión de la región, que finalmente quedó constituida como la República de Uruguay en 1828.
Desde la segunda mitad del siglo XVI, la principal riqueza de Brasil residía en la producción de azúcar, sobre todo en la región costera de Pernambuco, Bahía y Río de Janeiro. Allí se empleó en gran escala la mano de obra esclava importada de África. La actividad azucarera se basaba en el sistema de gran propiedad (plantation) y tenía como figura central al senhor de engenho, latifundista propietario de las tierras y del ingenio que transformaba la caña de azúcar en el producto listo para su comercialización.
La expansión brasileña hacia el sur estuvo precedida por la penetración en zonas del interior del país. Los misioneros jesuitas habían empezado a desarrollar su tarea evangelizadora en el valle del Amazonas a comienzos del siglo XVII. Antes de mediados de siglo, los partidarios de los paulistas, el nombre por el que los residentes de São Paulo eran conocidos, habían alcanzado el curso superior del río Paraná. Debido a que estas expediciones eran emprendidas principalmente con el propósito de esclavizar a los indígenas americanos, los paulistas encontraron una oposición vigorosa de los jesuitas. Apoyados por la corona en sus esfuerzos por proteger a la población, los jesuitas finalmente triunfaron. Muchos paulistas inmediatamente después se convirtieron en exploradores y comenzó una febril búsqueda por las riquezas minerales. En 1693 se descubrió oro en la región que en la actualidad es Minas Gerais. La resultante fiebre del oro trajo a decenas de miles de colonos portugueses a Brasil. La expansión económica de la colonia se aceleró aún más por el descubrimiento de diamantes en 1721.
En 1750 el Tratado de Madrid entre España y Portugal ratificó las reclamaciones brasileñas de una amplia región al oeste de los límites promulgados en el Tratado de Tordesillas (véase Línea de demarcación). El Tratado de Madrid fue anulado años después, pero sus principios se materializaron en el Tratado de San Ildefonso de 1777.
El secretario de Estado (ministro) de Asuntos Exteriores de Portugal y primer ministro, el marqués de Pombal, realizó numerosas reformas en Brasil durante el reinado del rey José I. Liberó a los esclavos indígenas, alentó la inmigración, redujo los impuestos, relajó el monopolio real sobre el comercio exterior brasileño, centralizó el aparato gubernamental y transfirió la sede del gobierno desde Bahía a Río de Janeiro en 1763. Debido a su influencia entre los indígenas y a su creciente poder económico, Pombal expulsó a los jesuitas en 1760, lo que provocó diversos problemas, entre ellos la crisis en el sistema educativo, en el que esta orden mantenía una presencia hegemónica.
Las Guerras Napoleónicas alteraron profundamente el curso de la historia brasileña. A comienzos de noviembre de 1807, Napoleón envió un ejército hacia Portugal a través de la frontera española. El regente portugués, el príncipe Juan, y la mayoría de su corte embarcaron desde Lisboa poco antes de la llegada del ejército francés y se dirigieron a Brasil (véase Juan VI). El príncipe Juan convirtió Río de Janeiro en la sede del gobierno real de Portugal y decretó una serie de reformas y mejoras para Brasil, entre ellas la supresión de las restricciones al comercio; la puesta en marcha de estas medidas benefició a la agricultura y la industria, y contribuyó a la creación de escuelas de enseñanza superior.
El príncipe Juan heredó la corona portuguesa como Juan VI en marzo de 1816. En el periodo de cinco años anterior a su vuelta a Portugal, su régimen perdió de manera progresiva el favor de los brasileños. Su gobierno fue corrupto e ineficaz, lo que motivó que el sentimiento republicano se extendiera en el país siguiendo a la Revolución Francesa, que había ganado un considerable impulso cuando las colonias españolas vecinas declararon su independencia. En 1816 el rey Juan intervino, ocupando la Banda Oriental (Uruguay), entonces bajo el control de los revolucionarios hispanoamericanos. Aplastó un levantamiento revolucionario en Pernambuco al año siguiente. La Banda Oriental fue anexionada a Brasil en 1821 y renombrada Provincia Cisplatina. Antes de partir hacia Portugal en 1821, Juan VI hizo a su hijo, Dom Pedro, regente de Brasil. Mientras tanto en Portugal se había desarrollado una fuerte oposición a las reformas brasileñas del rey; las Cortes, el órgano legislativo portugués, promulgaron las leyes destinadas a devolver a Brasil su primer estatuto como colonia. Dom Pedro fue obligado a volver a Europa. En 1822, respondiendo a las súplicas de los indígenas, Dom Pedro anunció su negativa a abandonar Brasil. Convocó una Asamblea Constituyente en junio y en septiembre, cuando los despachos desde Portugal revelaron que las Cortes no harían grandes concesiones al nacionalismo brasileño y proclamó la independencia del país, convirtiéndose en emperador de Brasil ese mismo año. Todas las tropas portuguesas en Brasil habían sido forzadas a rendirse al final de 1823.
El gobernante autocrático, Pedro I, perdió gran parte de su apoyo popular durante el primer año de su reinado, debido a las discrepancias dentro de la Asamblea Constituyente. El emperador disolvió este órgano en 1823 y promulgó una Constitución en marzo de 1824. En 1825 Brasil se vio envuelto en una guerra con Argentina, debido al apoyo que proporcionó a la rebelión de la Provincia Cisplatina. Debido a la indefinición de la guerra, ésta obtuvo la independencia, a través de la mediación británica, bajo el nombre de Uruguay. En los siguientes años se incrementó la oposición popular a Pedro I, quien en abril de 1831 abdicó en favor de Pedro II, que contaba entonces cinco años de edad.
Las regencias gobernaron Brasil durante la siguiente década, un periodo de turbulencia política marcada por frecuentes revueltas y levantamientos provinciales. Hacia el final de la década, un movimiento para situar al joven emperador a la cabeza del gobierno ganó apoyo popular, y en julio de 1840 el Parlamento brasileño proclamó que Pedro II había alcanzado su mayoría de edad.
Pedro II demostró ser uno de los más inteligentes monarcas de su época. Durante su reinado, que llegó hasta casi la mitad del siglo, la población y la economía se expandieron con tasas sin precedentes. La producción nacional se incrementó en más del 900%. Se construyó una red de ferrocarriles. En el terreno de los asuntos exteriores el gobierno imperial fue activamente hostil a los vecinos regímenes dictatoriales. Apoyó la exitosa guerra revolucionaria contra el dictador argentino Juan Manuel de Rosas de 1851 a 1852 y, aliado con Argentina y Uruguay, tomó parte en la victoriosa guerra de la Triple Alianza contra Paraguay de 1865 a 1870.
La principal decisión de política interior durante el reinado del emperador se derivó de un amplio movimiento para la abolición de la esclavitud en Brasil. La importación de esclavos africanos se prohibió en 1850. Una campaña organizada para la emancipación de los todavía 2,5 millones de esclavos de Brasil fue promovida en años posteriores. Los abolicionistas lograron su primera victoria en 1871, cuando el parlamento nacional aprobó la legislación que declaraba libres a los hijos nacidos de madres esclavas. Por varias razones, entre las que se incluían los sacrificios ocasionados por la guerra contra los paraguayos, se desarrolló en este tiempo un movimiento paralelo favorable a la instauración de la república. El liberalismo se extendió durante los siguientes quince años. Los esclavos mayores de 60 años fueron liberados en 1885. En mayo de 1888 todos los esclavos que quedaban lograron su plena emancipación.
Instituida sin compensación para los propietarios de esclavos, la emancipación supuso el alejamiento de los poderosos hacendados respecto al gobierno. Además, mientras que sectores del clero católico mostraban su oposición a ciertas políticas de Pedro II, y numerosos oficiales destacados del Ejército cultivaban en secreto su creciente insatisfacción, amplios sectores del pueblo tomaron posición a favor de la instauración de la república.
En la contienda presidencial de marzo de 1930, el candidato respaldado por la administración, Julio Prestes, fue declarado el vencedor sobre Getúlio Vargas, un destacado político y nacionalista del estado de Rio Grande do Sul. Vargas, no obstante, obtuvo el apoyo de muchos líderes militares y políticos y lideró una revuelta contra el gobierno en octubre. Después de tres semanas de encarnizada lucha, dimitió el presidente Washington Luís Pereira de Sousa y Vargas asumió el poder absoluto como presidente provisional.
En un intento de aliviar la desolada economía del país, Vargas redujo la producción de café y adquirió y destruyó los excesos de mercancías almacenadas. Los gastos ocasionados por este programa provocaron la intensificación de los problemas financieros del gobierno. Brasil dejó de pagar su deuda externa. En 1932 el régimen de Vargas reprimió una enorme rebelión en São Paulo después de casi tres meses de guerra a gran escala.
Vargas calmó en gran medida la agitación política en Brasil al convocar una Asamblea Constituyente en 1933. Entre los artículos de la nueva Constitución, adoptada por este cuerpo legislativo en 1934, destacaban aquéllos que restringían los derechos de los estados y estipulaban el sufragio para las mujeres, la seguridad social para los trabajadores y la elección de los futuros presidentes por el Congreso. El 17 de julio, Vargas fue elegido presidente.
En el primer año de su administración constitucional, Vargas se encontró con una importante oposición del ala radical del movimiento sindical brasileño. Fracasadas las revueltas organizadas por los comunistas en Pernambuco y Río de Janeiro en noviembre de 1935, se declaró la ley marcial y Vargas fue autorizado por el Congreso a gobernar por decreto. Los arrestos masivos de radicales y otros oponentes del gobierno se sucedieron. El descontento popular pronto alcanzó graves dimensiones, al tiempo que una organización de extrema derecha, la Acción Integralista Brasileña, generaba crecientes simpatías entre la clase media. Este grupo pronto llegó a ser un destacado núcleo de actividad antigubernamental. En noviembre de 1937, casi en vísperas de la elección presidencial, Vargas disolvió el Congreso y proclamó una nueva constitución en la que otorgaba a su cargo poderes absolutos y dictatoriales. Reorganizó el gobierno a imitación de los regímenes totalitarios de Italia y Alemania, abolió todos los partidos políticos e impuso la censura en la prensa y en el sistema postal.
El antiguo gobernador de Minas Gerais, Juscelino Kubitschek, tuvo el apoyo de los seguidores de Vargas y los comunistas. Ganó las elecciones a la presidencia en octubre de 1955 y tomó posesión del cargo en enero de 1956. Kubitschek anunció un ambicioso plan económico quinquenal de desarrollo. Al anuncio le siguió la concesión de un empréstito por parte del Banco de Exportación-Importación de Estados Unidos valorado en más de 150 millones de dólares, y se aprobaron los planes para una nueva capital federal en Brasilia, en septiembre. El fuerte ritmo de desarrollo industrial se suavizó, sin embargo, debido a la caída de los precios del café en el mundo a mediados y finales de la década de 1950. La inflación continuó, lo que aumentó la revuelta social, que derivó en frecuentes huelgas y disturbios por parte de trabajadores y estudiantes.
Jânio da Silva Quadros, anterior gobernador de São Paulo, se convirtió en presidente de Brasil en enero de 1961 e inmediatamente inició un programa económico riguroso. A todos los ministerios se les ordenó reducir los gastos en un 30% y algunos empleados del servicio civil fueron despedidos. Quadros también propuso eliminar la supuesta corrupción que había florecido durante la administración Kubitschek. El presidente Quadros dimitió de su cargo repentinamente en agosto, sin dar ninguna explicación, y refiriéndose sólo a las “fuerzas de la reacción” que habían bloqueado sus esfuerzos. Los líderes militares expresaron su oposición a la asunción del cargo por el vicepresidente João Belchior Marques Goulart, manteniendo que era simpatizante del régimen cubano de Fidel Castro. Se llegó a un compromiso, sin embargo, cuando la legislatura brasileña enmendó la Constitución introduciendo un sistema de gobierno parlamentario con el fin de privar a la Presidencia de muchos de sus poderes; la autoridad ejecutiva fue conferida a un primer ministro y a un gabinete que era el responsable de la legislatura. Goulart se instaló en el cargo en septiembre de 1961.
Un año después, Goulart provocó una crisis ministerial con su petición de un plebiscito nacional cuya finalidad era medir el apoyo al restablecimiento del sistema presidencialista. El plebiscito fue celebrado y la propuesta aprobada; en enero de 1963, el legislativo decretó un cambio de la ley. Después, Goulart presionó fuertemente para obtener la aprobación legislativa a un programa de reformas básicas en 1964; mediante esta legislación se fijaron controles del aumento de los alquileres que favorecieron a las rentas más bajas, se nacionalizaron las refinerías de petróleo, se expropiaron las tierras no explotadas y se limitó la exportación de beneficios. Las medidas sólo parecían agravar la inflación crónica de la nación. El 13 de marzo Goulart apareció en una reunión de trabajadores; el 31 de marzo fue derrocado por una sublevación del ejército y huyó a Uruguay. El general Humberto Castelo Branco, jefe de las Fuerzas Armadas, fue elegido presidente.
El nuevo régimen, dotado de poderes extraordinarios por un acta institucional firmada en abril, suprimió la oposición, particularmente la de izquierdas, y privó a unas 300 personas de sus derechos políticos. También adoptó versiones moderadas de muchas reformas demandadas por Goulart y combatió la inflación mediante el control de los salarios, la recaudación estricta de impuestos y otras medidas. Una ley aprobada en 1965 limitó las libertades civiles, incrementó el poder del gobierno de la nación y dispuso la elección por el congreso del presidente y el vicepresidente.
El anterior ministro de la Guerra, Artur da Costa e Silva, candidato del gubernamental partido Alianza Renovadora Nacional (ARENA), fue elegido presidente en 1966. El Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el único partido de oposición legal, había rehusado presentar un candidato en protesta contra la privación, por parte del gobierno, de los derechos electorales de los oponentes con más expectativas. También en 1966, ARENA ganó las elecciones legislativas nacionales y estatales. El presidente Costa encabezó un gobierno de orientación militar que se preocupó en primer lugar del desarrollo económico. Aunque 1968 se destacó por las actividades antigubernamentales, entre las que sobresalieron las revueltas estudiantiles, la economía recibió un fuerte impulso. En diciembre, Costa asumió poderes ilimitados, que concluyeron en purgas políticas, ralentización económica y censura. En agosto de 1969 fue incapacitado por una enfermedad y en octubre los militares eligieron como sucesor al general Emílio Garrastazu Médici; el Congreso lo confirmó en la Presidencia. El régimen de Médici intensificó la represión y los grupos revolucionarios se hicieron más activos. Cuando el gobierno fomentó el crecimiento económico y el desarrollo de las extensas regiones del interior, la economía padecía altos costes energéticos, una inflación incontrolada y déficit en la balanza de pagos. La jerarquía católica incrementó las críticas ante el fracaso del gobierno en mejorar las condiciones de vida de los más pobres.
En 1974 el general Ernesto Geisel, presidente de Petrobrás, el monopolio nacional de combustibles, se convirtió en presidente. Al principio, desarrolló políticas de signo liberal, relajando la presión de la censura y dando considerables libertades a los partidos de la oposición, pero en 1976 y 1977 los controles se hicieron estrictos de nuevo, justo antes de la elección de João Baptista da Oliveira Figueiredo, que sucedió a Geisel en 1979.
En 1985 Tancredo Neves fue nombrado primer presidente civil de Brasil después de 21 años; murió antes de tomar posesión y José Sarney se convirtió en presidente. Enfrentado a una inflación renaciente y una enorme deuda externa, Sarney impuso un programa de austeridad que incluía una nueva unidad monetaria, el cruzado. Una nueva constitución que incluía la elección presidencial directa fue promulgada en octubre de 1988, y Fernando Collor de Mello, del Partido de Reconstrucción Nacional, de tendencia conservadora, fue elegido presidente en diciembre de 1989. Su drástico programa anti-inflacionista llevó a Brasil a la peor recesión de la última década, y las acusaciones de corrupción financiera desgastaron su popularidad. En junio de 1992 Brasil fue el anfitrión de los más de 100 líderes mundiales que se reunieron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, también conocida como Conferencia de la Tierra. En septiembre Collor fue acusado de corrupción por la Cámara de los Diputados y el vicepresidente Itamar Franco se convirtió en presidente en funciones. Collor dimitió el 29 de diciembre, justo cuando el proceso contra él en el Senado estaba comenzando, y Franco entonces prestó juramento como su sucesor. En abril de 1994 se puso en práctica un plan para reestructurar y reducir la deuda externa de Brasil; conocido por el nombre de Plan Real, fue diseñado por el entonces ministro de Hacienda en el gobierno de Itamar Franco, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso.
En las elecciones presidenciales celebradas en octubre de 1994 resultó vencedor Cardoso, candidato del Partido Social Democrático Brasileño, que se impuso a Luiz Inácio Lula da Silva, candidato presentado por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). La campaña electoral tuvo como ejes básicos las promesas por parte de ambos políticos de promover una mayor justicia social y el desarrollo de reformas económicas y políticas de gran envergadura.
Este proyecto reformador se empezó a poner en marcha con la presentación por parte de Cardoso ante el Congreso brasileño, en febrero de 1995, de una serie de enmiendas constitucionales, a las que se añadió, en 1996, el intento de modificar la Constitución brasileña con la finalidad de permitir la reelección en el cargo presidencial; en enero del año siguiente, el Congreso aprobó la enmienda constitucional que hacía factible tal modificación. No obstante, las reformas económicas iniciadas por el nuevo gobierno fueron rechazadas (en forma de marchas, huelgas y manifestaciones) a lo largo de 1997 por aquellos sectores productivos que resultaron perjudicados con las mismas. En junio de ese año, Brasil se adhirió al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
En septiembre de 1997, Cardoso aceleró su carrera hacia la reelección presidencial respaldado por los partidos que integraban la coalición de gobierno (Partido Social Demócrata Brasileño, Partido del Frente Liberal y Partido del Movimiento Democrático Brasileño). La crisis financiera que afectó seriamente a la economía brasileña durante buena parte de 1998, y que tuvo su continuación en la primera mitad de 1999, no supuso un revés a las expectativas electorales del presidente Fernando Henrique Cardoso ante los comicios presidenciales, legislativos y estatales que se celebraron el 4 de octubre de ese mismo año, y en los que se enfrentó de nuevo con Lula da Silva, el candidato de buena parte de la izquierda brasileña, así como con Ciro Gomes, cabeza de lista del Partido Popular Socialista (PPS) y Eneas Carneiro, del Partido de la Reedificación del Orden Nacional (Prona). Antes al contrario, Cardoso venció de forma arrolladora en la primera vuelta, sin necesidad de efectuar una segunda, con lo que se convirtió, una vez que tomó posesión del cargo en enero de 1999, en el primer presidente brasileño que era reelegido democráticamente en la historia de Brasil. El nivel de abstención, votos nulos y en blanco fue considerable, habida cuenta que en Brasil los electores están obligados a votar. Los resultados en los comicios para renovar los cargos de los 26 estados y el Distrito Federal en que se divide Brasil, por contra, obligaron a una segunda vuelta en 12 de ellos, pues ninguno de los candidatos obtuvo mayoría absoluta. La importancia de los resultados en esta consulta venía dada por el hecho de que el recién reelegido presidente necesitaba el apoyo de los gobernadores para llevar a cabo el ajuste fiscal impuesto tras el acuerdo firmado poco después con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Concluida la legislatura, el 6 de octubre de 2002 se celebraron nuevas elecciones presidenciales, legislativas y estatales. Brasil vivía una difícil situación social y económica, motivada por la devaluación del real, la elevada deuda pública, la dependencia del capital exterior, el desempleo, los bajos salarios y un alto índice de pobreza. En este contexto, el programa de políticas sociales de Lula da Silva propició que su candidatura presidencial fuera la más votada (46,4% de los sufragios emitidos), encontrando apoyo, no ya sólo en los ámbitos más desfavorecidos, sino también en determinados sectores empresariales (José Alencar, empresario y líder del conservador Partido Liberal, le acompañaba como candidato vicepresidencial). A mucha distancia del fundador del Partido de los Trabajadores quedaron José Serra, presentado por el Partido Social Demócrata Brasileño y respaldado por el bloque gubernamental (23,2%); Anthony Garotinho, del Partido Socialista Brasileño (17,9%), y Ciro Gomes, del Partido Socialista Popular (12%). Dado que Lula da Silva no alcanzó la mayoría absoluta, fue necesaria la celebración de una segunda vuelta el día 27 de ese mismo mes. En esta nueva cita con las urnas, Lula da Silva obtuvo más del 60% de los votos y derrotó con claridad a Serra. En calidad de presidente electo (su investidura oficial se produjo el 1 de enero de 2003), no tardó en hacer pública su intención de promover un “pacto nacional”, forjado en la formación de un gobierno de coalición, que luchara contra la inflación, la pobreza y la deuda pública. Por lo que respecta a la nueva Cámara de Diputados emanada en aquel octubre de 2002, los grupos que consiguieron mayor representación fueron el Partido de los Trabajadores (91 escaños), el Partido del Frente Liberal (84), el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (74), el Partido Social Demócrata Brasileño (71), el Partido Progresista Brasileño (49), el Partido Liberal (26), el Partido Laborista Brasileño (26) y el Partido Socialista Brasileño (22).
Las primeras medidas de Lula da Silva, quien dio por finalizadas las privatizaciones en Brasil, estuvieron destinadas al cumplimiento inmediato de su programa electoral: concesión de títulos de propiedad a los habitantes de las favelas, promoción del Programa Hambre Cero y del Plan Nacional de Erradicación del Trabajo Esclavo, y creación del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y del Consejo de Desarrollo Económico y Social. En ese orden de cosas, la Cámara de Diputados aprobó, el 4 de septiembre de 2003, una ambiciosa reforma fiscal promovida por el presidente de la República. Un mes más tarde, el 16 de octubre, Brasil y Argentina, presidida por Néstor Kirchner, firmaron el denominado Consenso de Buenos Aires, acuerdo que fortalecía las políticas activas de ambos países frente al neoliberalismo y afianzaba su alianza en el seno del Mercosur, del que los dos eran miembros fundadores desde 1991. Brasil y Argentina estrecharon aún más su relación diplomática en diciembre de ese año, al pactar la coordinación de decisiones conjuntas ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
A comienzos de 2005, la gestión de Lula da Silva arrojaba un innegable éxito económico, si bien los avances sociales logrados resultaban, para determinados sectores, insuficientes con respecto a las expectativas suscitadas al iniciarse su mandato. En cuanto a la política exterior, el acceso a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se convirtió en el principal objetivo de su gobierno.
En junio de 2005, estalló el denominado escándalo del mensalão, que debilitaría la credibilidad del gobierno, del PT y de Lula da Silva. En ese mes, Roberto Jefferson, presidente del Partido Laborista Brasileño (PTB, aliado del gobierno), denunció que diputados y senadores estaban recibiendo dádivas económicas de carácter mensual a cambio de facilitar la aprobación parlamentaria de los proyectos legislativos promovidos desde el ejecutivo. Jefferson exculpó a Lula da Silva de la maraña de corruptelas destapada, y señaló como responsables de esa supuesta compra de votos a José Dirceu (ministro jefe de la Casa Civil y brazo derecho del presidente), así como al presidente, al tesorero y al secretario general del PT, José Genoino, Delubio Soares y Silvio Pereira, todos los cuales se verían obligados a abandonar sus cargos. En julio, el presidente remodeló su gobierno en dos ocasiones, reforzando en el mismo, a costa del PT, al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, que formaba parte del gabinete desde enero de 2004).
En diciembre de 2005, Brasil canceló en un solo pago la totalidad de su deuda con el FMI. Pero, en marzo de 2006, un nuevo escándalo sacudió por enésima vez a Lula da Silva y a su equipo de gobierno; esta vez fue Antonio Palocci, ministro de Hacienda y principal artífice de la exitosa política económica gubernamental, quien tuvo que dimitir al resultar acusado de corrupción durante su actuación como alcalde de Ribeirão Preto entre 1994 y 2001. Pese a que la oposición reiteró sus solicitudes para que el presidente no concurriera a la reelección seis meses más tarde, el PT confirmó en junio de 2006 que Lula da Silva sería su candidato en las urnas el 1 de octubre siguiente. En esta fecha, se desarrollaron elecciones legislativas y las referidas presidenciales. En las primeras, el partido que obtuvo mayor representación en la Cámara de Diputados fue el PMDB (89 diputados), seguido por el PT (83), el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB, 65), el Partido del Frente Liberal (PFL, 65), el Partido Progresista Brasileño (PPB, 42), el Partido Socialista Brasileño (PSB, 27), el Partido Democrático del Trabajo (PDT, 24), el Partido Liberal (PL, 23), el PTB (22), el Partido Socialista Popular (PSP, 21), el Partido Verde (13) y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB, 13). En los comicios presidenciales, los dos candidatos más respaldados fueron Lula da Silva (el cual recabó el 48,6% de los sufragios) y Geraldo Alckmin, del PSDB (41,6%); ambos concurrieron el siguiente 29 de octubre a una segunda vuelta en la que Da Silva logró la reelección al recibir el 60,8% de los votos.